"Aquilana", de Torres Naharro: la necesaria recuperación de nuestro patrimonio teatral


Comedia Aquilana es la denominación que el extremeño Bartolomé de Torres Naharro (c. 1485-c. 1530) dio a una de sus obras teatrales, marcadas por su contacto con la Italia de principios del siglo XVI. Allí publicaría, en Nápoles, Propalladia (1517), libro donde se recoge lo más granado de su producción dramática, entre cuyos textos se incluye esta pieza (no se incorporaría hasta la edición de 1524), recuperada ahora para la escena española por Nao d'amores, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Resulta encomiable el trabajo de esta compañía con sede en Segovia, fundada en 2001 con la intención de rescatar, desde la investigación y la formación permanente, con una finalidad escénica, aquellos textos previos al advenimiento de lo que hoy conocemos como nuestro teatro clásico (básicamente el escrito en el siglo XVII), fundamentales para la gestación de este. Bajo la dirección de Ana Zamora, Nao d'amores ha recorrido ya un largo camino, a lo largo del cual ha cosechado reiterados premios y nominaciones a su labor, y dejado tras sí nueve espectáculos, entre cuyos títulos se encuentran textos de Juan del Enzina, Lucas Fernández o Gil Vicente, incluso el medieval Auto de los Reyes Magos. El solo hecho de hacer vivo un teatro apenas conocido hasta ahora por un puñado de estudiosos, acartonado y olvidado en los libros, es suficiente motivo para aplaudir la empresa de esta valiente y necesaria compañía segoviana. Pero el hacerlo, además, desde un sólido conocimiento del arte actoral y de la puesta en escena, convirtiendo en atractivos y asequibles, al público de nuestros días, un lenguaje y un mundo de hace quinientos años, es toda una proeza digna de elogio y reconocimiento.

Encontramos en Aquilana (una de las comedias "a fantasía", en la calificación de sus obras establecida por el autor, que trata "de cosa fantástica o fingida que tenga color de verdad aunque no lo sea") un ejemplo granado de lo que es una dramaturgia aún primitiva en bastantes aspectos, pero cuyos rasgos anuncian muchas de las características presentes en nuestra comedia del Siglo de Oro; desde el empleo del término "jornada" para referirse a los diferentes actos (cinco en Naharro, por influencia clásica, frente a los tres habituales en el teatro posterior), la relación entre el señor-galán (Aquilano) y el criado-gracioso (Faceto), así como entre la dama (Felicina) y su criada (Dileta), al igual que entre los sirvientes de ambos, la presencia del padre de la dama...; y, por encima de todo, el conflicto amoroso como clave temática de la obra (con una dosis de procacidad algo mayor que en el teatro posterior, influencia también de la comedia latina), centrada en los amores de Felicina y Aquilano, que llegarán a buen puerto.

El montaje propuesto por Ana Zamora trata de recrear con fidelidad histórica la forma de representar de los antiguos cómicos, estableciendo un juego metateatral en el que el público puede observar el escenario ficticio donde se va a desarrollar la historia dramatizada (aunque se utiliza también el proscenio), al que los personajes acceden según la necesidad de esta, estando visibles en todo momento. Este distanciamiento, que podríamos denominar pre-brechtiano, característico de unas representaciones entendidas como un juego escénico (playjouer es el término empleado en otras lenguas para referirse a la representación teatral), al que se añade incluso la presencia de un narrador permanente que dirige la escena, aprovechando la figura del personaje que da vida al introito argumental que encabeza la obra (al igual que en las restantes piezas del autor), es uno de los elementos más llamativos de una original puesta en escena donde se emplea la música en directo y la presencia de unos intérpretes que participan activamente en el montaje, ataviados con las mismas ropas (en un excelente diseño, acorde con los motivos que adornan los telones de la escenografía) que el resto de los actores. Zamora sacará el máximo partido a este personaje, creación suya, al que convertirá en el mismo Torres Naharro, que hará las veces no solo de maestro de ceremonias conductor de su obra, sino que iniciará la representación dando cuenta al público de algunas de las principales innovaciones de su teatro, extraídas del prohemio a la primera edición de Propalladia.

Toda la estética del montaje, desde el punto de vista visual y sonoro, contribuye a trasladar nuestros sentidos a un tiempo pretérito y a una forma de actuar alejada de cualquier concepción naturalista del espéctaculo, sin perder por ello su verosimilitud. La exquisita ambientación musical que acompaña el desarrollo de la acción, los movimientos de los comediantes sobre el escenario, sus canciones y danzas, y una declamación que recrea la pronunciación característica de un castellano de otros tiempos, al que nuestros oídos no están acostumbrados, son otros de los atractivos de esta singular producción protagonizada por un elenco de actores de absoluta solvencia sobre el escenario: Silvia Acosta, María BesantJavier CarramiñanaJuan Meseguer (entrañable en su veteranía), Belén Nieto, Alejandro SaáMaría Alejandra Saturno e Isabel Zamora.

Felicitamos de nuevo a la compañía Nao d'amores, y a la Compañía Nacional de Teatro Clásico, su anfitriona y copartícipe en esta ocasión, a la que invitamos a ahondar en esta senda, recuperando para nuestra escena otros textos de nuestro gran pasado teatral, hoy injustamente olvidados; no solo anteriores al nacimiento de la comedia lopesca, sino posteriores al siglo XVII, como nuestro teatro dieciochesco y decimonónico, a los que, es cierto, se ha acercado ya en alguna ocasión, pero en los que existe un enorme vergel dramático no explotado (ni conocido) en nuestros días.

Estrenada en el Teatro de la Comedia, el 23 de febrero (ya lo había hecho seis días antes, en el Teatro Juan Bravo, de Segovia), Comedia Aquilana seguirá en cartel hasta el próximo 11 de marzo.

José Luis G. Subías

   

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