Alfredo Sanzol y "La valentía" de la comedia de humor en nuestro tiempo


No hay duda de que Alfredo Sanzol está de moda. A los cuatro premios Max recogidos desde 2011, se les sumó, en octubre del pasado año, el Premio Nacional de Literatura Dramática por su obra La respiración, y un más reciente aún Premio Valle-Inclán, alcanzado este mismo mes como reconocimiento a La ternura, comedia de corte shakespeariano, plena de enredo y humor vodevilescos, en la línea del estilo más característico del dramaturgo. A estas comedias viene a sumarse el nuevo título del autor, La valentía, estrenado en el Teatro Pavón-Kamikaze, el pasado 17 de mayo, tras una primera presentación, seis días antes, en el Teatro Palacio Valdés.

Sanzol es hoy uno de los más claros representantes de un teatro convencional, enraizado en la tradición, basado en unos ingredientes cuya solvencia escénica, confirmada durante siglos, sigue mostrándose día a día, a la luz de las carcajadas, vítores y entregados aplausos con que el público agradece al autor y a los actores tanto su trabajo como las breves horas de sano divertimento que les ofrecen. Así sucedió anoche con La valentía (de nuevo un título sintético, nominal, que remite a un sentimiento o un estado), una obra que nos trasladó al pasado, haciéndonos recordar algunos de los mejores momentos de la comedia de humor burguesa. La huella de Los habitantes de la casa deshabitada (1942), de Jardiel Poncela, resulta evidente en este divertido vodevil, así como ecos de tantas otras piezas donde lo real y lo fantástico se confunde, y el engaño, el enredo y el disimulo transforman la realidad en un disparatado juego construido con viñetas de tebeo. 

Fotografía: Javier Naval
Porque personajes de tebeo, y no otra cosa, son las figuras que intervienen en una historia pergeñada en torno a una vieja casa del siglo XVIII y las dos singulares hermanas propietarias de esta; una de las cuales (Trini), desea venderla, harta de soportar el infernal ruido de una autopista que hay junto a ella; mientras que Guada, aunque trastornada también por la autopista, pretende conservar la propiedad a toda costa. Todo se complicará cuando Trini contrate a una empresa (formada también por dos hermanos, inspirados en numerosas parejas cómicas de las historietas ilustradas juveniles, desde Zipi y Zape a Mortadelo y Filemón) dedicada a desocupar casas, asustando a sus moradores con el empleo de fenómenos paranormales; intención totalmente contraria a la de los dos verdaderos fantasmas que viven allí desde hace tres siglos.

La dirección de este divertido e intrascendente texto, sazonado con ligeras alusiones críticas a la realidad camufladas a lo largo del discurso (como en la mejor tradición de la llamada comedia "burguesa"), corre a cargo del propio Alfredo Sanzol, como es habitual en este dramaturgo. Nos parece muy acertada la música ambiental (a cargo de Fernando Velázquez) que acompaña algunos momentos de la acción y cambios de escena, absolutamente respetuosa con el tono del género de misterio, al igual que el vestuario de los actores (Guadalupe Valero); no tanto la escenografía (Fernando Sánchez Cabezudo), que hubiéramos esperado más espectacular. Creemos que podría haberse sacado más provecho de esa impresionante casa que el público no tiene más remedio que imaginar; y estimamos que una ambientación algo más "realista", junto con algún viejo recurso "fantasmal" (más a lo Jardiel) no le habría sobrado a la comedia, y habría contribuido a aumentar el contraste ridículo entre el misterio y el humor.

Muy buen trabajo el de los seis actores que componen el reparto, cuya interpretación, en general, se ajusta al aire de farsa y vodevil que domina en la obra. Nos gustó especialmente la presencia escénica y el tono dado a sus papeles por Francesco Carril (Martín) y Natalia Huarte (Martina), muy dignos en sus atuendos decimonónicos; como nos convenció la intensidad emotiva de Estefanía de los Santos (Guada), la fuerza histriónica de Inma Cuevas (Trini) y la naturalidad humorística de Jesús Barranco (Clemen) y Font García (Felipe).  

Celebramos el cultivo, entre las muy variadas opciones dramatúrgicas de nuestra escena actual, de una línea teatral alejada de grandes pretensiones mesiánicas y de compromisos trascendentales, para ofrecer, simplemente, teatro, en el más humilde y humano sentido de la palabra; de corazón a corazón, de sonrisa a sonrisa; y animamos a disfrutar de esta entretenida comedia, que se mantendrá en escena hasta el próximo 17 de junio, en el Teatro Pavón-Kamikaze.

José Luis G. Subías

Fotografía: Javier Naval

       


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