Cuando el drama trasciende el teatro: "Verjas", de José y Javier Bizarro



Verjas, obra de los hermanos José y Javier Bizarro, que obtuvo en 2016 el accésit del V Premio Dulce por Amargo, otorgado por la Escuela Superior de Arte Dramático de Asturias, ha estado representándose, desde el pasado 27 de mayo, en la sala madrileña La Usina; centro alternativo caracterizado por ofrecer una programación vanguardista, siempre comprometida tanto con el teatro como con las numerosas causas sociales y humanas de un mundo nunca falto de ellas, cada vez más visibles y presentes en nuestras vidas.

El texto de los hermanos Bizarro se adecua perfectamente a los cánones del teatro comprometido y de denuncia. No hay doblez alguna en su intención, que se muestra sin ambages desde el momento mismo en que los dos únicos personajes visibles que intervienen en la obra, Belén y Julia (no incluimos en este aserto los dos verdugos que protegen la frontera y dan inicio a la pieza, interpretados por las mismas actrices), dos hermanas que sobreviven en una situación límite, esperando el momento oportuno para saltar la verja que las separa del sueño que supone para ellas alcanzar Mali (en la edición del texto, publicado en 2017 por Esperpento Ediciones Teatrales, los hermanos se llamaban Hugo y Jorge), hacen su aparición en escena. La acción transcurre en un mismo lugar, en un tiempo indeterminado, pero reducido; exactamente frente a la verja fronteriza que delimita Argelia con Mali, y con bastante probabilidad en el contexto de la amenaza terrorista en aquel país. Pero podríamos hallarnos en cualquier otra frontera, tanto las que existen entre la cómoda y opulenta sociedad del bienestar del mundo desarrollado y la miseria del todavía llamado tercer mundo, como las creadas entre los países que viven en paz, ajenos a la guerra, y los que hallan sometidos al terror y la amenaza continua de la muerte.

Triste sino es el del hombre en determinadas circunstancias, pero más aún lo es la impasibilidad y el desprecio hacia cuanto ocurre a su alrededor, de quienes no sufren en sí mismos el dolor ajeno. Verjas viene a denunciar esta situación y a despertar conciencias a partir de la conmoción. Y ese es el efecto conseguido con un texto y una representación que no da tregua al sufrimiento. Resulta difícil esbozar siquiera una sonrisa en la hora aproximada que dura la representación, obligándote a permanecer serio, circunspecto y meditativo ante cuanto sucede entre estas dos hermanas que viven la misma situación desde perspectivas muy diferentes. La psicología de ambos personajes está bien trazada. Reconocemos a una hermana mayor, Julia (Natividad Gómez), inmersa, desde su aparente retraso mental, en un rico mundo interior, pleno de fantasía y esperanza, construido a partir de visualizaciones positivas; y la fuerza de Belén (Sandra Maroto), la hermana pequeña, que cuida a Julia desde una practicidad desesperada, presidida por el temor, que la empujará a la muerte.

La sobriedad de elementos escénicos, a que la propia sala en que se presenta la obra invita, es compensada con una escenografía (obra de Cándido Monge) de gran efectividad plástica, que resuelve las necesidades de la representación y aporta el necesario ambiente al conflicto dramático. Muy buena la interpretación de las actrices Sandra Maroto y Natividad Gómez; arrolladora y plena de intensidad la primera; dulce, delicada y maternal Natividad Gómez, directora asimismo del montaje, así como de la compañía que lo produce, La Paranoia de Trastaravíes, fundada por ella misma. Ambas, verdaderas en sus papeles. 

La recaudación de la función de ayer tarde, como la del próximo día 17 de junio, en que habrá una nueva oportunidad de ver la obra en La Usina (Palos de la Frontera, 4), se destinará íntegramente a la organización Médicos sin Fronteras.

José Luis G. Subías




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