Una mirada al mundo (y al yo) desde un tejado


La sensación de acabar de ver en acción a una muy buena actriz y de escuchar, en su entrañable, cercana y sincera interpretación, un texto de excelente factura, tan bueno y directo como quien lo hace suyo con un inocente desparpajo capaz de adueñarse del espectador en apenas unos segundos, es lo que tuvimos anoche tras asistir a la representación de Mirona en los Teatros Luchana de Madrid.

Este delicioso e intenso monólogo de sesenta minutos interpretado por Ángela Chica (a quien auguramos un camino lleno de éxitos), obra del dramaturgo Paco Bernal y dirigido por Juan Vinuesa con un muy acertado planteamiento escénico que cede a la actriz y su texto todo el protagonismo, presenta a una singular joven que pasa el tiempo sobre el tejado del edificio donde vive (en realidad, solo vive en ese tejado), contemplando desde la distancia, con sus pequeños binóculos, un mundo del que no cree ni quiere formar parte, al que teme y rechaza. 

Enclaustrada en una soledad en la que se siente verdaderamente libre y plena, aparentemente feliz, Dolores (nombre que sintetiza cuanto percibe y es, en realidad, el personaje) nos mira y nos juzga, al igual que esta es juzgada por un público convertido en cómplice y confidente suyo (en la mayoría de nosotros hay un mirón con ciertos rasgos de misantropía y, en ocasiones, un no disimulado apego a la soledad) desde el inicio al fin de la obra. Desde su aparente inocencia, este dulce y encantador personaje, cuyas observaciones y comentarios provocan nuestra sonrisa, e incluso nos hacen reír abiertamente, ofrece con su mirada una visión negativa de su entorno, esto es, de la sociedad que se extiende a su alrededor y cree haber abandonado; un mundo donde imperan la violencia, el odio, la falsedad, el interés... Pero desde la atalaya que ha construido, una caja de zapatos a su medida como la que le ofrece a la mosca que captura, que es tanto su paraíso como su prisión, lo que Dolores ofrece de sí no es tan distinto de cuanto critica. Su fobia y su misantropía han hecho de ella un ser asocial cuya vida está marcada por ese mismo engaño, egoísmo, odio y violencia que rechaza y de los que pretende huir: los dos únicos seres que mira con cariño son la anciana que observa a través de su ventana (a la que deja morir sin hacer nada por ayudarla) y esa mosca a la que dirige el grueso de su monólogo, con la que crea un "vínculo" de rasgos enfermizos (semejante al del secuestrador y su víctima) que ella misma romperá cuando la aplaste entre su manos.

La tragedia del hombre moderno, enclaustrado en una sociedad alienante que él mismo contribuye a alimentar y de la que pretende huir (es dios y víctima a un tiempo, como el personaje de esta historia) surge desde la aparente ligereza del lenguaje conversacional empleado por Paco Bernal en su texto, lleno de guiños a una realidad (también literaria) que es presentada con el tono característico de la comedia y el humor; un tono que Ángela Chico hace suyo desde el inicio al fin de una obra de confección clásica (respeta escrupulosamente las unidades de espacio, tiempo y acción) creada sin duda para hacer reflexionar sin perder por ello el divertimento.

Desde el pasado 21 de octubre, Mirona se representa todos los domingos en los Teatros Luchana, donde permanecerá, al menos, hasta el 30 de diciembre. Una salida al teatro muy recomendable.

José Luis G. Subías 

Fotografías: Óscar Arribas

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