Gema Matarranz, una actriz que reina con mucha cordura sobre los escenarios

Fotografía: PabloMaBe

Sin apenas tiempo de reaccionar (y como dirían algunos, yo mismo, sin solución de continuidad), en un sábado marcado aún por la embriagadora resaca del espectáculo ofrecido la noche anterior por la Compañía de Teatro Clásico en el Teatro de la Comedia, ayer tarde nos dirigimos al Centro Cultural Carril del Conde, en el madrileño distrito de Hortaleza, donde la compañía granadina Histrión Teatro, invitada para inaugurar el XV Certamen de Teatro Abierto, ofrecía en función única y extraordinaria su montaje Juana "la loca", la reina que no quiso reinar, uno de los espectáculos más reconocidos y representados por esta desde su estreno en 2013, interpretado por una Gema Matarranz que vuelca sobre el escenario lo mejor de su poliédrica capacidad interpretativa.

Ganas teníamos de contemplar y escuchar esta obra, en gira desde hace tiempo por todos los rincones de España, digna de los mejores templos de Melpómene. Dos referentes teníamos antes de acudir a verla que alimentaban aún más nuestro interés: la genial interpretación que vimos realizar a la actriz protagonista, hace ahora un año, en Lorca. La correspondencia personal, y la no menos genial creación de otra Reina Juana, nada menos que por Concha Velasco. Como sabíamos ocurriría, todas nuestras expectativas se cumplieron: Gema Matarraz volvió anoche a demostrar por qué los premios a su trabajo como actriz se acumulan. Dueña absoluta de la escena, con la que coquetea en cada paso, en cada mirada, en cada acento, como seduce al público que sigue sus palabras y su movimientos, mecido, acunado, hipnotizado por el poder que emana de su grácil y magna figura, Matarranz se encuentra a la altura interpretativa de cualquiera de las grandes actrices del teatro español de todos los tiempos.


Jesús Carazo es el autor de un texto de impecable factura, que nos traslada, con la ayuda de la precisa y sugerente escenografía de Álvaro Gómez Candela, a un espacio ficticio que recrea el lugar (Tordesillas) donde la reina que nunca reinó, Juana la Loca, fue encerrada por su padre Fernando el Católico tras la muerte de su esposo Felipe el Hermoso, y el panteón del convento cercano donde reposó el cadáver de este, al que la desconsolada reina viuda llora y recuerda entre el delirio de la enajenación. En un intenso y medido monólogo, muy bien dosificado por el autor, Juana repasa algunos de los más importantes momentos de su biografía, todos ellos fruto de un único y decisivo acontecimiento: su matrimonio de conveniencia, a los dieciséis años, con el descendiente de la casa de Austria, lo que uniría el destino de los reinos de España con los del Sacro Imperio Romano Germánico. La muerte de Felipe de Habsburgo en 1506 dejó indefensa políticamente a una reina que vivió y sufrió las turbulencias políticas de su tiempo, donde los intereses de Estado (y personales) se imponían a cualquier otra consideración de carácter humano (¿hay algo más "humano" que aquellos?). La historia y la leyenda nos han dibujado una Juana que antepuso sus sentimientos amorosos a cualquier otro interés, y es este aspecto del personaje, junto el de una locura inevitable (y muy teatral) tras toda una vida de encierro y perpetuo monólogo, el más destacado: Juana es una mujer que sufre, delira y llora por la muerte del hombre al que amó, pero también por la pérdida u obligada separación de sus hijos y el dolor de saberse encerrada y repudiada tanto por su padre como por su propio vástago, el emperador Carlos.

Celebramos haber tenido el placer de disfrutar de esta inesperada función con la que el azar ha querido concedernos el privilegio de contemplar de nuevo a Gema Matarranz sobre un escenario. Ojalá este pudiera extenderse a un público mucho más amplio, pues estamos seguros de que esta Juana "la loca", la reina que no pudo reinar ha nacido para reinar en los más granados teatros del país, aunque muchos de ellos aún no lo sepan.

José Luis G. Subías

Gema Matarraz en el Teatro Principal de Zamora

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