Shakespeare sin Shakespeare, pero más Shakespeare que nunca, en versión de Ultramarinos de Lucas


Asombrosa maratón shakespeariana la que vivimos anoche en Cuarta Pared, donde Ultramarinos de Lucas concluía un ciclo realizado a lo largo de este mes de junio (25 años rompiendo la Cuarta Pared), destinado a celebrar sus 25 años de trayectoria y la estrecha relación mantenida con la sala madrileña a lo largo de estos. Y lo hacía con dos de las piezas emblemáticas de su repertorio; ambas nacidas del amor y la admiración a la obra de William Shakespeare, cuyo legado poético, teatral y humano se percibe en estas magníficas versiones de Romeo & Juliet y El rey Lear -con el título de La sombra de Lear- con las que la compañía arriacense rinde homenaje y da vida a este genio inmortal cuyas palabras y mensaje aún conmueven y tienen pleno sentido para el público de nuestro tiempo.

Se inició este díptico shakespeariano a las 19:00 horas, con la representación de Romeo & Juliet, una espléndida, deliciosa, delicada y tierna versión narrativo-dramática de la célebre tragedia del autor inglés, cargada de poesía y sensibilidad, interpretada por Jorge Padín, bajo la dirección de Juan Berzal -responsable asimismo de la iluminación- y con escenografía de Juam Monedero, en un montaje capaz de hacernos revivir la historia de aquellos amantes de Verona que murieron por amor (y odio), con tan solo una mesa, un taburete y dos paneles en forma de celosía. La apuesta escénica de la obra cede el protagonismo de la acción a los brazos y las manos de Padín, cuya poderosa capacidad interpretativa y el dominio de su voz y su cuerpo le permiten encarnar, a través de aquellos y el simple esbozo de unos atuendos que destacan sobre el negro dominante en el escenario, los diferentes personajes y situaciones de la historia.

Magnífico montaje e interpretación, a la altura del mejor teatro posible en escena, el Romeo & Juliet que Ultramarinos de Lucas dio a la luz por primera vez en 2017 es, a su vez, un excelente instrumento didáctico para acercar a los jóvenes a este clásico universal y a los primores del arte escénico; incluso una privilegiada lección de lengua inglesa, integrada en el texto y declamada por Padín con la maestría de un actor nativo. No por casualidad, la compañía recibió en 2015 el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y Juventud.

Lo que acabábamos de presenciar nos predispuso a esperar con impaciencia la segunda parte de este díptico, dedicado a un texto de la compañía bastante anterior, estrenado en 2009; nada menos que La sombra de Lear, adaptación del Rey Lear de Shakespeare realizada por Juan Berzal e interpretada asimismo por este, bajo la dirección ahora de Jorge Padín, que intercambiaba papeles con aquel en un gesto que da cuenta de la talla de estos hombres de teatro. De nuevo una escenografía -también de Juam Monedero- caracterizada por su sencillez y expresividad, consistente en un suelo de color rojo y unas telas de fondo que pretenden dar un mínimo aire de realeza a los variados ambientes en que se desarrolla la acción, recreados con unos mínimos elementos -algunos tan "inútiles", como el osario donde acaban los distintos objetos que identifican a los numerosos personajes que van muriendo en el transcurso de la obra-; entre los que destacan la silla de ruedas que hace las veces de trono y un sugerente y útil burro perchero, ataviado de tal forma que permite recrear castillos, estancias o rejas de presidio y acomodar en él los elementos utilizados por Juan Berzal para recrear a los numerosos personajes que pueblan la complicada historia trágica del rey Lear. Una tragedia que, en esta ocasión, con mucho más descaro que en Romeo & Juliet, busca un distanciamiento explícito y consciente con el contenido de la obra, y una complicidad con el público a través del humor y una permanente ruptura de la cuarta pared.

Mucho hay de Shakespeare, pero también de Ultramarinos de Lucas en este desenfadado monólogo donde el arte de la interpretación se manifiesta en su más perfecto y elevado estado. La lección magistral ofrecida por este bululú que brilló a la altura de los más grandes actores que hemos llegado a ver sobre la escena, y tan pronto nos recordaba una actuación del Odin Teatret como nos hacía pensar en grandes genios de la interpretación como Robin Williams o Laurence Olivier, es digna de figurar entre las mejores que hemos reseñado en La última bambalina a lo largo de sus dos años de vida.  

Todo un descubrimiento ha sido para nosotros el trabajo de esta veterana compañía, cuya calidad artística la hace merecedora de ser conocida por públicos mucho más amplios y de recibir las más altas distinciones. El éxito alcanzado por Ultramarinos de Lucas en la sala Cuarta Pared, en este ciclo destinado a celebrar su vigésimo quinto aniversario -donde han presentado asimismo un estreno, Nada, de la autora Janne Teller, con dramaturgia de Jorge Padín, que lamentamos no haber llegado a presenciar-, y la magnífica impresión que nos ha causado su forma de entender, afrontar y explicar a Shakespeare -y el sentido mismo del teatro-, nos hace esperar con interés su próxima visita a Madrid, donde quienes hayan tenido la oportunidad de conocerlos seguro que los recibirán con los brazos abiertos.

José Luis G. Subías

Fotos: Ultramarinos de Lucas

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