"Tentenelaire", una indagación en las emociones a través del teatro físico y del clown


El ampuloso y relajado Madrid de mediados de julio no es un páramo en lo que a asuntos teatrales se refiere, a la espera de que las compañías regresen a la capital tras sus giras estivales y festivaleras. Todavía hay mucho que ver y disfrutar en este universo de asfalto que cobra un aire especial, más descargado y tranquilo, casi idílicamente provinciano, en los meses de asueto veraniego. Si hace nos días nos acercábamos a El Umbral de Primavera para presenciar el nuevo trabajo de la joven Esther Berzal, ayer acudimos a una sala muy próxima, nada menos que en la popular y sainetera calle de Lavapiés, cuyo costumbrismo se ha vuelto hoy cosmopolita, para presenciar Tentenelaire, una propuesta escénica original de Celia Ruiz Jaime Pastor, que desde el 16 de junio está representándose en La escalera de Jacob.

Si la dramaturgia y dirección de este sugerente espectáculo de 50 minutos le corresponde a Celia Ruiz (Madrid, 1973), experimentada actriz, clown y performer de amplios intereses y registros, fundadora de la plataforma clown&soulwoman, la interpretación y la vida de este proyecto recae directamente sobre Jaime Pastor (Madrid, 1991), un joven madrileño cuyo envidiable trayectoria biográfica está ligada a variadas manifestaciones de la expresión artística, desde la música a la interpretación y el desarrollo del teatro físico y gestual; todos ellos muy presentes en este primer espectáculo en solitario de un showman cuyo su rostro se ha popularizado por sus intervenciones en El Hormiguero -programa del que es guionista- y Comedy Central, que combina el refrescante humor de la comedia más dicharachera y distendida con la hondura dramática -pero sin dramatismo alguno- del clown y de un teatro mímico que nos recuerda la formación adquirida por el actor en el Nouveau Colombier. 

Buscando siempre la complicidad con un público que conecta en todo momento con su personaje y la historia que hay tras él, Pastor nos conduce a través de un viaje íntimo y personal -pero reconocible y compartido por quienes lo acompañan desde las butacas- que se inicia y se cierra con un intenso soplo de viento que lo arrastra, tanto para llevarlo hasta nosotros como para arrancarlo de nuestra presencia. Esa misteriosa acción de un viento tan fingido pero tan real como cuanto va a suceder desde ese momento, nos sitúa desde el primer instante en un espacio alejado del realismo naturalista para adentrarnos en una suprarrealidad simbólica e insinuada, perteneciente al reino de la imaginación poético-dramática.

Sin más escenografía que una sábana blanca tendida sobre una cuerda de la que penden asimismo diferentes objetos -una blusa blanca de mujer, una bombilla, un calcetín y una escoba-, junto con otros elementos, además de los citados -una silla, un teléfono y una caja de madera-, que cumplirán también su función a lo largo de las diferentes escenas que conforman este jeu théâtral sostenido en el aire, toda la acción se concentra en el personaje creado por Jaime Pastor; una persona sin nombre, como cualquiera de nosotros, que encierra en su maleta su anónima historia, construida sobre el recuerdo de los sueños y amores vividos y perdidos. La delicadeza y mimo con que Pastor lo anima hacen de este un personaje cercano, tierno, sensible y atractivo, muy humano -en el mejor sentido del término-, que atrapa y hace cómplices confidentes de esta a los también anónimos -no siempre- espectadores que acuden a su encuentro, transportándolos de la risa a la emoción contenida con la misma facilidad con que el actor controla los resortes de su cuerpo y de una voz que susurra -en un divertido francés macarrónico, propicio para l'amour- al corazón con los sencillos guiños de la inocencia y de una esperanza, a pesar de todo, aún no perdida... contenida quizá en una expresión repetida como leitmotiv a lo largo de su, en apariencia, inconexo discurso: un moment...

Interesante, divertida y cercana propuesta, de un tipo de teatro alternativo, no tan frecuente en los escenarios, en el que las palabras ceden su protagonismo a unos sentimientos emanados directamente de la intención corporal y las acciones físicas. Una buena opción teatral para estos apacibles días madrileños que aún podrá disfrutarse los próximos 24 y 31 de julio, en La escalera de Jacob.

José Luis G. Subías

Fotografías: Pablo Martínez Robledo

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