"Juntos", de Fabio Marra, una dramática comedia de amor y humor al fresco


Con gran expectación, y ante un abarrotado patio de butacas en el que se hallaban destacados representantes de nuestra escena, se presentó anoche en el Teatro Amaya de Madrid, un año después de su estreno en el Teatro Principal de Vitoria, Juntos, comedia del actor, dramaturgo y director Fabio Marra (Nápoles, 1984) que ha realizado un exitoso recorrido por varios países desde su presentación en Francia -donde el autor reside desde hace años- en 2015. 

Un plantel de primera, encabezado por los actores Kiti Mánver, María Castro, Gorka Otxoa e Inés Sánchez, la dirección del montaje en manos de Juan Carlos Rubio, y encontrar junto a este el nombre del escenógrafo Curt Allen Wilmer, frecuente colaborador del director montillano, cuyas creaciones están marcadas por la originalidad y elegancia, ofrecían las suficientes garantías como para asegurar un trabajo escénico de alta calidad y nos hacían presagiar una noche buen teatro. No tardamos en comprobar, con satisfacción, que nuestras expectativas no solo eran fundadas, sino que se vieron muy pronto superadas.

Juntos posee todos los ingredientes de la pieza teatral bien construida. Escrita desde una concepción tradicional de la escena, la acción se desarrolla siguiendo una estructura lineal que dosifica el interés y las emociones del espectador, guiándolo desde el planteamiento de las primeras escenas hasta su desenlace; y el dramaturgo ha optado por devolver al escenario su dimensión de caja mágica, donde la realidad -se trata de una obra ortodoxamente realista- se presenta a los ojos de un público que la observa a través del cristal diáfano de una cuarta pared. Adoptando la forma genérica de la comedia, la obra encierra en sí un drama, superado a través de la expresión del amor y ciertas notas de humor que son percibidas por el público desde la complicidad de quienes se reconocen en lo que ven, muy cerca en realidad de sí mismos. La sublimación de lo dramático a través del humor es una de las formas habituales que la dramaturgia contemporánea tiene para exorcizar nuestros temores y fantasmas; y ese bálsamo liberador de la comedia, cargado de humanidad, es el aliento que se percibe y respira en esta excelente obra teatral que no por casualidad fue nominada en varias categorías de los Premios Molière, en 2017; entre ellas, al mejor texto.


La obra aborda el problema de la discapacidad o minusvalía intelectual desde la dimensión de los afectos, (auto)engaños, dependencias y conflictos que estas situaciones provocan en el entorno familiar. La actitud de Isabel (Kiti Mánver) con su hijo, a punto de cumplir cuarenta años, a quien cuida e intenta proteger de todo manteniéndolo junto a ella; el alejamiento de Sandra (María Castro), que ha buscado su propia salvación alejándose de un hermano del que, en cierta medida, se avergüenza, y de una madre por la que se siente asimismo abandonada; y Miguel (Gorka Otxoa), el hijo retrasado, ya hombre, que vive encerrado en su propio mundo, construido para él por su madre, y espera el regreso de un padre -fallecido en un accidente en el que él mismo se vio implicado, a consecuencia del cual se perturbó su mente- que nunca volverá, llenan de contenido el comportamiento de unos seres que sufren en silencio un dolor -quizá el gran tema de la obra- del que solo podrán escapar con la fuerza del amor, permaneciendo juntos. A estos se añade un cuarto personaje, Claudia (Inés Sánchez), que aporta al dramatismo de la situación el contrapunto cómico necesario para que los conflictos se diluyan con la sonrisa.

Destacábamos al comienzo de estas líneas la participación de Curt Allen Wilmer como responsable de una escenografía que vuelve a sorprender, al combinar el realismo del humilde piso familiar donde se desarrolla el grueso de la acción con una plataforma giratoria que da acceso a los diferentes espacios, meramente sugeridos con la intención y la palabra, donde transcurren las restantes escenas. Como elogiábamos la elección de un director como Juan Carlos Rubio, habituado a lidiar con textos donde la palabra y la fuerza de los conflictos internos lo son todo, que ha sido capaz de dar al montaje el equilibrio necesario entre la comedia y el drama, y ha volcado sobre el excepcional elenco de actores que protagonizan la obra, la responsabilidad prioritaria de la emoción y el juego escénico. El excelente trabajo de todos ellos arrancó al público de sus asientos al finalizar la función, y los calurosos aplausos y ovaciones con que fueron premiados certifica un rotundo éxito que, estamos convencidos, acompañará a la obra de Fabio Marra durante los dos meses que permanecerá aún en cartel -hasta el 27 de octubre- en el Teatro Amaya. Una cita imprescindible para los amantes de la escena.

José Luis González Subías


Fotos: Gerardo Sanz



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