Ron Lalá o la alegría desenfadada del teatro total


Con año y medio de retraso, el regreso de Ron Lalá a Madrid con un espectáculo que ha sido reconocido con todos los parabienes posibles por la crítica desde su estreno en el Teatro Fernán Goméz a finales de 2017, nos ha permitido conocer por fin la razón de tan unánimes elogios y la calidad de un trabajo cuyo éxito volvió a corroborarse anoche en la encendida ovación con que el público que acudió al reestreno de Crimen y telón, en los madrileños Teatros del Canal, premió a los creadores de tan singular experiencia escénica, dirigida por Yayo Cáceres sobre un texto de Álvaro Tato.

Difícil será añadir nada nuevo a las palabras de quienes ensalzaron ya en su momento no solo este montaje sino la original trayectoria de un grupo de artistas que ha sabido incorporar, a su vocación teatral, unas dotes musicales de las que hace gala sobre la escena; como demuestra en este Crimen y telón, convertido en un completo, divertido y muy inteligente homenaje al teatro y a las artes en general, a partir de una peripecia alegórica ligada a una distópica visión de un futuro -no lejano- en el que la humanidad, amoldada a un modelo de sociedad globalizada regida por la razón y el interés mercantil, ha perdido sus más bellas señas de identidad, hallándose sometida a un triste y oscuro régimen de opresión donde el arte y la poesía han sido desterrados, prohibidos y perseguidos. El motivo inicial que da pie a una acción llena de intriga, movimiento e interés, ligada a la estética del cómic y del cine negro, es la misteriosa muerte del Teatro (Daniel Rovalher), que aparece ahorcado en un "teatríbulo clandestino", y la más misteriosa desaparición de su cadáver, que pondrá en marcha una exhaustiva búsqueda a cargo del detective Noir (Juan Cañas), de la triple A (Agencia Anti Arte), bajo la atenta vigilancia del teniente Blanco (Íñigo Echevarría), responsable de una importante operación destinada a descubrir lo que parece ser parte de un subversivo complot orquestado por Comedio (Miguel Magdalena) y Tragedio (Fran García), lugartenientes del Teatro.

Este ambicioso y sugerente planteamiento, pleno de significado y simbolismo, sirve de excusa para ofrecer, desde un permanente juego de carácter metateatral en tono de comedia, un repaso a la historia del teatro y de la literatura, muchos de cuyos protagonistas se citarán recurrentemente en escena, y para verter numerosas reflexiones en torno a la situación actual de las artes escénicas, y de la cultura en general, en España, mostrando un panorama en clave actual que puede servir de aviso para navegantes.

Tanto la escenografía como el vestuario (excelente el trabajo de Tatiana de Sarabia) de un montaje que parte del teatro para llegar a él, aluden inevitablemente a un medio en el que se insertan y recrean, al que aportan una estética tenebrosa y futurista a lo Tim Burton, muy adecuada al género "negro" con el que conecta la historia. Muy bien traídas asimismo las canciones intercaladas en la acción y de las que se hace partícipe a un público al que se integra en el espectáculo y se le hace cómplice de la disidencia en su calidad de teatroadicto, así como la banda sonora del montaje, siempre en un riguroso directo interpretado por los mismos actores de la trama, que en varios momentos adoptan el papel de músicos callejeros. Impecable el trabajo de un reparto integrado por Daniel Rovalher, Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena y Fran García; como la dirección de Yayo Cáceres, que da vida a tan intenso y variado conjunto artístico; y el texto de Álvaro Tato, a quien las musas parecen haber otorgado su benefactora protección.

Solo podemos -y debemos- poner un "pero" al excelente espectáculo que pudimos disfrutar ayer en la Sala Roja de los Teatros del Canal, y es la deficiencia de un sonido que nos impidió entender buena parte del texto, por más que estiráramos el cuello y ladeáramos la cabeza. Estamos convencidos de que los responsables de tan importante aspecto de la representación habrán tomado ya buena cuenta de ello y, en las funciones que restan hasta el próximo 18 de agosto, el público podrá disfrutar en su verdadera magnitud de un trabajo de tan alta categoría artística.

José Luis G. Subías 

Fotos: David Ruiz

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