"Los años elásticos", una nueva indagación teatral en la psicología y las emociones, de Juan Jiménez Estepa


Este fin de semana hemos vuelto a Nave 73, uno de los espacios teatrales del circuito alternativo -también formativo- madrileño más activos, con una cartelera de calidad en la que tienen cabida las últimas voces de la dramaturgia española contemporánea. A estas pertenece Juan Jiménez Estepa, dramaturgo y director cuya trayectoria -Los hombres tristes, La medida exacta del universo- hemos tenido la fortuna de seguir desde La última bambalina y que, con Los años elásticos, viene a dar una nueva vuelta de tuerca al singular mundo literario iniciado con sus anteriores construcciones dramáticas.

Con una estética, un lenguaje, una estructura dramática y un planteamiento escénico, en definitiva, muy semejantes a los mostrados en La medida exacta del universo, pieza que pudimos ver en esta misma sala hace poco más de nueve meses, el dramaturgo ecijano, que vuelve a dirigir su propio texto, traslada nuestra imaginación -elemento imprescindible en cualquiera de sus montajes- al lejano Oriente Medio para adentrarnos en los conflictos bélicos que han asolado estas tierras de sueños bañados por la arena del desierto y llevarnos, con ellos, a una historia mucho más cercana, en un nuevo juego de planos superpuestos y relatos intercomunicados que nos conducen en realidad al verdadero espacio donde el autor quiere situarnos: el interior psíquico y emocional de Carolina (Julia Olivares), una joven entusiasta, de nobles sentimientos y vocación altruista, que recuerda a su madre Raquel (Elisa Berriozabal), una intrépida reportera de guerra fallecida en aquellos remotos lugares mientras trabajaba, y desea conocer a un padre que identifica con Jonás (Carlos Algaba), el fotógrafo que acompañó a esta en sus misiones. La ausencia de una madre por la que se siente abandonada -no solo por su muerte- y de un padre cuya identidad incluso desconoce son el verdadero conflicto que Carolina debe resolver y se interpone en su felicidad. La felicidad, en forma de amor, que un práctico, comprensivo y dinámico Miguel (Gustavo Rojo) viene a ofrecerle.

El pasado y el presente vuelven a fundirse en una historia de amor, frustraciones, anhelos, dudas y un mensaje último siempre lleno de esperanza, diseñada con pinceladas escénicas entrelazadas, distantes y fundidas. Cuadros superpuestos que dan vida a un puzle que se va construyendo ante los ojos del espectador, quien se ve interpelado en cada palabra y en unos sentimientos que quedan balbuciendo sobre el escenario. Juan Jiménez Estepa ha vuelto a construir un texto pleno de emociones, que apunta directamente al corazón, con el único filtro de un lenguaje que no pretende ocultar en ningún momento su dimensión literaria y el vehículo físico de unos actores que cumplen a la perfección su papel conductor de unos estados anímicos que brotan con naturalidad, sencillez y hondura. Elisa Berriozabal y Carlos Algaba, dos actores imprescindibles en sus montajes, cuentan en esta ocasión como compañeros de reparto con Julia Olivares, a quien ya pudimos ver junto a estos en Los hombres tristes, y Gustavo Rojo, la nueva incorporación a este solvente elenco de intérpretes. Ambos interpretan con frescura y convincente efectividad sus juveniles papeles, que contrastan -aunque con la misma profundidad y verdad- con la mayor densidad anímica de los personajes interpretados por Algaba y Berriozabal.

El minimalismo escenográfico del montaje se corresponde con el empleado ya por el autor y director en su anterior propuesta escénica, potenciando la labor de unos actores sobre los que recae toda la atención y el protagonismo de la palabra. El lenguaje de Estepa habla a la inteligencia apelando al sentimiento. Sus piezas dramáticas no son fáciles, y sin embargo la voz del autor conecta con el silencio de un público que sabe y entiende de qué le hablan, porque lo que se vive en escena es la forma del lenguaje universal de las emociones y el deseo del individuo por mantenerse a flote en un mundo del que se siente único protagonista de unas historias que son siempre comunes a otros y compartidas.

Los años elásticos, la nueva indagación teatral de Juan Jiménez Estepa, estará aún en escena los próximos días 27 y 28 de noviembre, en Nave 73. Una propuesta escénica muy recomendable para acercarse, quienes aún no lo hayan hecho o deseen revisitarlo, al peculiar universo dramático de este autor.

José Luis González Subías

Fotografías: Dani Oliva

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