"Von Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel", una divertida e inteligente farsa bufa escrita por Alfonso Mendiguchía y dirigida por Natalia Hernández


Tras unos días en dique seco, La última bambalina reinicia sus andanzas escénicas; y lo hace con un espectáculo merecedor de los mayores elogios: Von Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel. Esta obra escrita por Alfonso Mendiguchía y dirigida por Natalia Hernández, que fue estrenada el 30 de abril de 2022 en el Teatro Liceo de Salamanca y cuenta en su haber con un brillante currículum de reconocimientos que avalan su calidad (Premio a la Mejor Actriz en el Festival Nacional de Teatro Vegas Bajas 2022, Premios Garnacha 2023 al Mejor Espectáculo y Mejor Dirección, y tres candidaturas a los Max 2024 por Mejor Autoría Teatral, Mejor Actor y Mejor Diseño de Vestuario), se presentó ayer en el Teatro Lara, arropada por un público que disfrutó y reconoció complacido sus citadas virtudes.

La historia llevada a la escena por Mendiguchía recrea la vida de uno de los mayores estafadores del siglo XX, Víctor Lustig, quien en los años previos y posteriores a la Gran Guerra realizó importantes timos que lo hicieron muy popular. Entre ellos el de la venta de una falsa máquina que imprimía dinero de curso legal; y el más sonado de todos, la venta nada menos que de la Torre Eiffel; lo que llegó a hacer hasta en dos ocasiones. La osadía de Lustig, que desde muy pronto adornó su imagen -y su farsa- con el distinguido nombre de conde Von Lustig, le llevó incluso a estafar al mismo Al Capone. Tras ser detenido en 1935 por la policía federal estadounidense, acusado de falsificación, sería condenado a pasar veinte años en Alcatraz, donde falleció a causa de una neumonía en 1947.

Interesante en sí misma la vida de este estafador -digna de película-, no lo es menos el ingenioso mecanismo dramático creado por Alfonso Mendiguchía, nacido de un indudable talento literario y escénico que, apoyado en la impecable dirección de Natalia Hernández, que extrae al texto toda su potencialidad, y un trabajo actoral brillante, se convierte en un precioso, intenso y divertido juguete teatral; una farsa de tono tragicómico y burlesco, con aires de cabaret, destinada principalmente al goce y al divertimento, desde la desinhibición y el desenfado -porque un día, al fin y al cabo, uno se da cuenta de que en realidad la vida no iba tan en serio-.

Magnífico trabajo del equipo artístico que acompaña esta producción de la compañía Los Absurdos Teatro, fundada por Patricia Estremera y Alfonso Mendiguchía -actores exclusivos del montaje- hace ya casi cinco lustros: desde el diseño escenográfico ideado por Natalia Hernández y Víctor Mones, responsable este último de la iluminación, junto a Suh-Güein; al espacio musical y sonoro creado por David Bueno, o el vestuario diseñado por Reme Gómez. Todos ellos magníficamente orquestados por la excelente dirección de Hernández.

Espectacular trabajo artístico sobre el escenario de Patricia Estremera y Alfonso Mendiguchía, que despliegan, desde el instante mismo en que comienza la historia, una permanente e ininterrumpida serie de escenas llenas de gags y recursos cómicos en la línea del mejor lenguaje bufo-farsesco. Mediante el empleo de la narratividad y el juego del teatro dentro del teatro, los actores que interpretan esta historia contada se desdoblan en multitud de variopintos personajes -destaca en este aspecto la multiforme actuación de Estremera-, otorgando a la pieza un movimiento y una abigarrada amenidad de figuras capaces de conformar, desde la esencialidad del arquetipo, un complejo universo esperpénticamente humano.

Un gran espectáculo teatral, lleno de valores y aciertos escénicos, es lo que encontrará quien se decida a ver este Von Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel, que se representará todos los lunes, en el Teatro Lara, hasta el 22 de julio. Muy recomendable.

José Luis González Subías


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