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Mostrando entradas de noviembre, 2019

Toda una vida "Esperando a Godot"...

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Anoche tuvimos la fortuna de fijar en nuevas imágenes la singular relación de dos personajes que han marcado la historia del teatro contemporáneo, al dar forma a una línea dramática que ha inspirado a los más grandes creadores del teatro de los últimos setenta años. Vladimir y Estragón son ya tan familiares para los amantes y conocedores de la escena como lo han sido otras entrañables e inseparables parejas de la cultura europea, desde los tragicómicos héroes cervantinos don Quijote y Sancho a los cinematográficos antihéroes en blanco y negro que interpretaron Lauren y Hardy, con quienes los personajes creados por Samuel Beckett  (1906-1989) en Esperando a Godot  (1952) guardan una evidente relación. Como la guardan asimismo con Charlot los bombines que el dramaturgo dublinés quiso que llevaran las figuras principales de su pieza a lo largo de toda la obra; o incluso, con los Hermanos Marx, esos disparatados diálogos que salpican un texto erigido como emblema del teatro del absurdo

Eduardo Galán desnuda las miserias de una sociedad "ideal" a través de los ojos de Oscar Wilde

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Tras varios meses de exitosa andadura por tierras españolas tras su estreno, el 16 de febrero de 2019, en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, acaba de presentarse en Madrid Un marido ideal , la nueva entrega del dramaturgo Eduardo Galán (Madrid, 1957), que a lo largo de su dilatada carrera al servicio de la escena ha prestado un especial interés a la creación de versiones y adaptaciones de conocidos textos de la literatura -no solo dramática-, a los que ha aportado su peculiar personalidad dramatúrgica, firmemente adquirida y mostrada en una producción original que supera las treinta obras. No es la primera vez que Galán decide versionar a Oscar Wilde (1854-1900), de quien ya adaptó para la escena española, en 2007, La importancia de llamarse Ernesto . Es indudable la atracción y afinidad que el dramaturgo español siente por el irlandés, cuyo inteligente sentido del arte dramático, su fino humor crítico y su acerada ironía no distan demasiado de la concepción que su a

"Celia en la revolución", una necesaria mirada a una guerra que se resiste al olvido

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Celia en la revolución ... un título lo bastante elocuente y expresivo como para provocar interés y, quizá, determinadas expectativas respeto a un contenido que, por la misma razón, puede conducir al (des)engaño a quien trate de encontrar en esta historia transcurrida durante la Guerra Civil una reafirmación de sus ideas y un montaje al uso de nuestros días, donde la memoria se empeña en diseñar la realidad a la altura de sus deseos. Y es la memoria, en cualquier caso -una memoria muy cercana a los hechos rememorados, lo que le da cierta garantía de verismo-, desde donde Elena Fortún (Madrid, 1886-1952) construyó esta nueva novela centrada en el personaje que le había dado su fama como la gran escritora de literatura infantil que era ya cuando estalla la guerra en 1936. El principal atractivo, a nuestros ojos, de esta obra póstuma de la autora madrileña fechada en 1943, pero inédita hasta 1987, reside en la diferente visión que ofrece de la contienda civil y fratricida que desa

"Juguetes rotos", una historia de (in)comprensión, (auto)aceptación y vida

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Muy buena. No escondemos entre líneas ni reservamos para un momento climático de nuestra reseña la valoración de esta obra de Carolina Román (Formosa, Argentina, 1972), dramaturga, actriz y directora afincada en España que, desde hace unos años, se ha convertido en un nombre de referencia en el circuito teatral español. Tras el éxito obtenido hace dos temporadas con Juguetes rotos , montaje que obtuvo dos nominaciones en los premios Max 2018 como "Mejor actor protagonista" para sus intérpretes, Nacho Guerreros y Kike Guaza , la Sala Margarita Xirgu  del Teatro Español , donde se estrenó en febrero de 2018,   ha vuelto a ofrecer al público madrileño esta bella, sincera, íntima y emotiva pieza que, confesamos, nos arrobó anoche. Carolina Román trata con elegancia y sensibilidad, y un elevado dominio del pulso dramático, la temática de la transexualidad , a partir del caso de Mario ( Nacho Guerreros ), un hombre con deseos de mujer que no se reconoce en su cuerpo, en

Israel Elejalde encarna a un Ricardo III adaptado a la histriónica realidad de nuestro tiempo

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"No se engañe nadie, no..." decía el poeta, y nos apropiamos de sus palabras para iniciar la reseña de un montaje complejo y difícil, que ha devuelto al escenario nada menos que a Ricardo III, ese rey inmortalizado por Shakespeare hace más de cuatrocientos años y que Miguel del Arco ha querido resucitar de nuevo sobre las tablas del Teatro Pavón Kamikaze , en una particular versión libre -o reescritura, como el mismo director confiesa- de la última y más importante de las tragedias shakespearianas escritas sobre la historia de Inglaterra, a finales del siglo XVI.   Algo de fascinador tiene este personaje, capaz de cometer las mayores atrocidades imaginables sin ápice de remordimiento alguno. Aún recordamos las adaptaciones llevadas a escena por Ricardo Iniesta (2010), Carlos Martín -a partir de una dramaturgia de Sanchis Sinisterra- (2014) y Eduardo Vasco -en versión de Yolanda Pallín- (2016); a las que no ha tardado en sumarse este Ricardo III  dirigido y versionad