"Juguetes rotos", una historia de (in)comprensión, (auto)aceptación y vida


Muy buena. No escondemos entre líneas ni reservamos para un momento climático de nuestra reseña la valoración de esta obra de Carolina Román (Formosa, Argentina, 1972), dramaturga, actriz y directora afincada en España que, desde hace unos años, se ha convertido en un nombre de referencia en el circuito teatral español. Tras el éxito obtenido hace dos temporadas con Juguetes rotos, montaje que obtuvo dos nominaciones en los premios Max 2018 como "Mejor actor protagonista" para sus intérpretes, Nacho Guerreros y Kike Guaza, la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español, donde se estrenó en febrero de 2018, ha vuelto a ofrecer al público madrileño esta bella, sincera, íntima y emotiva pieza que, confesamos, nos arrobó anoche.

Carolina Román trata con elegancia y sensibilidad, y un elevado dominio del pulso dramático, la temática de la transexualidad, a partir del caso de Mario (Nacho Guerreros), un hombre con deseos de mujer que no se reconoce en su cuerpo, en un tiempo -la acción transcurre en la España de los últimos años del franquismo y los inicios de la democracia- en que la identidad sexual marcaba fronteras infranqueables, y la moralidad mantenía con el silencio y la hipocresía un pulso en constante equilibrio inestable. Desde su pueblo natal, un espacio duro y asfixiante reproducido tanto por el talento de dos actores sobresalientes, en continuo estado de gracia sobre la escena, como por el excelente trabajo escenográfico llevado a cabo por Alessio Meloni y el sonido ambiental diseñado por Nelson Dante -gran acierto esas palomas que revolotean sobre nuestras cabezas y percibimos saliendo de sus jaulas-, Mario se trasladará a Barcelona para encontrar su propio espacio y su identidad. Allí encontrará a Dorín (Kike Guaza), un travesti del Paralelo, dedicada a la varietés, que lo acogerá, convirtiéndose en su protectora, amiga y confidente. El estado idílico que vive Marion -como le llama Dorín- durante un tiempo parece ocultar una realidad que no tardará, sin embargo, en asomar con toda su dureza, ligada a la marginalidad, la prostitución y la muerte. 

La escenografía de Alessio Meloni, de gran belleza plástica y acentuado sentido simbólico, es uno de los muchos valores de un montaje dirigido con maestría por la autora del texto, en el que, junto con el acertado empleo de la ambientación musical, tiene especial relevancia el empleo de una iluminación  -a cargo de David Picazo- que juega con los oscuros y las sombras, y convierte la luz lateral en un importante recurso estético y significativo. Recurso potenciado en la gama de neutros del vestuario diseñado por Cristina Rodríguez, que contrasta con el rojo intenso del traje con que se presenta Dorín por primera vez en escena, y usará Marion al final de la obra como símbolo de autenticidad y rebeldía.

Pero, además de una historia enternecedora, llena de vida, humanidad y sentimiento, y un montaje donde la sensibilidad y el buen gusto corren parejos con el acertado sentido de la realidad escénica y el ritmo dramático, quizá el principal atractivo de estos Juguetes rotos sea la mayúscula interpretación de sus dos actores, Nacho Guerreros y Kike Guaza, que mantienen al público pendiente de cada una de sus palabras y sus gestos, sin poder pestañear a lo largo de unos intensos noventa minutos de buen teatro que pasan casi sin avisar. Guerreros y Guaza se complementan en escena, con un sentido de la verdad interpretativa, de la contención y el espectáculo que llenan de arte el recinto y convencen de cuanto está sucediendo con absoluta naturalidad, sin aspavientos histriónicos. Excelente interpretación que seduce y deja al público con el deseo de seguir los pasos de Marion -y las muchas Marion más allá de su historia-, cuya experiencia compartida ha cumplido con el propósito perseguido por la autora al escribir su texto.

Iniciábamos nuestra reseña adelantando nuestra valoración de la obra, y concluimos de igual modo, reiterando la calidad de un texto y un montaje que nos ha cautivado y recomendamos vivamente. Juguetes rotos permanecerá en cartel hasta el 10 de noviembre, en la Sala Margarita Xirgu del Teatro Español.

José Luis González Subías

Fotografía primera (cartel:) Sergio Parra Resto de fotografías: Bárbara Sánchez Palomero

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