El milagro de la ópera



Viernes, 30 de junio de 2017. Las luces de la bulliciosa ciudad hace rato ya se han encendido, aunque aún se divisa en el poniente madrileño la claridad difusa de un día que languidece para dar paso a la luminosidad fantasmagórica de la noche. Miles de personas se han congregado en diversos lugares de España para vivir la retransmisión en directo, desde el Teatro Real, de la ópera de Giacomo Puccini (1858-1924) Madama Buttefly, una de las obras más conocidas de este célebre compositor italiano, autor de otras célebres piezas como La Bohème (1896), Tosca (1900) o la inconclusa Turandot (completada por Franco Alfano tras la muerte de Puccini), en la que se incluye uno de los temas más populares del repertorio lírico culto de los últimos noventa años, el aria "Nessum dorma".

Estrenada en el Teatro Scala de Milán, el 17 de febrero de 1904, esta "tragedia japonesa en tres actos" cuyo libreto en italiano fue escrito por Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, plasma en escena una historia de amor frustrado, de desengaño amoroso y de traición, que recoge numerosos tópicos argumentales y temáticos de un siglo XIX marcado por un Romanticismo que aún daba sus últimas boqueadas en el simbolismo esteticista y decadente de principios del novecientos. Envuelta en el ambiente orientalista que una burguesía amiga de lo exótico (exotismo también de herencia romántica) había puesto de moda en el arte, la acción de la obra transcurre en Nagasaki (Japón), donde un oficial de la marina estadounidense (Pinkerton) adquiere una casa y contrae "matrimonio" con una joven geisha de quince años (Cio-Cio-San, conocida como Butterfly) a la que, después de un tiempo, abandonará, sin intención alguna de volver a su lado. La deshonesta actitud de Pinkerton, un donjuán de uniforme cuyo único fin reside en disfrutar de una joven durante el tiempo que permanezca en Japón, para lo cual utiliza los servicios del celestinesco casamentero Goro, contrasta con la inocencia y entrega de Cio-Cio-San, que renuncia incluso a su religión para adoptar la del americano, siendo repudiada por su familia, y ofrece su corazón sinceramente al oficial. Butterfly, que ha tenido un hijo de Pinkerton, sin que este llegue a saberlo, espera con ilusión y paciencia el regreso de su amado, sin querer aceptar que este ya nunca volverá. Cuando lo haga, será acompañado de su esposa americana, y con la intención de llevarse al hijo de cuya existencia le ha informado el cónsul estadounidense. 

El arrepentimiento de Pinkerton, al comprobar el daño provocado con su actitud, no sirve para mitigar el efecto de su vil comportamiento, causante del dolor y el trágico final de su inocente víctima. Tras aceptar desprenderse de su hijo, Butterfly (como buena heroína romántica), sin amor, sola y repudiada de sus gentes, en un acto final de heroica nobleza, se quitará la vida con el cuchillo de su padre.

Esta es la melodramática historia con la que anoche se emocionaron cerca de medio millón de espectadores que pudieron asistir a su representación virtual en el Teatro Real, gracias a una tecnología que permitió disfrutarla no solo a través de la 2 de TVE, sino de doscientas cincuenta pantallas repartidas en numerosos puntos de la geografía nacional, varias de ellas en Madrid, al mismo tiempo que los arcoíris teñían las calles y balcones de fiesta, miles de watios ensordecían las cimbreantes cinturas de un ritmo carnavalesco nacido al amparo de San Juan y San Fermín, y los españoles que permanecían en sus casas vivían la tragedia sonora del deporte rey al grito de su aullidos favoritos y sufrían las angustias estruendosas de seres anónimos decididos a cambiar su vida a golpe de millón o a convertirse en guerreros Ninja, los nuevos gladiadores de nuestro tiempo. Tiene mérito esta amplia oferta multicolor y multicultural, a medida de todos los gustos, en los que la ópera tiene también su pequeña parcela.

El montaje dirigido por Mario Gas ya había sido estrenado en el Real hace quince años, y la frescura y originalidad de aquel estreno no ha perdido su fuerza ni su validez. El viejo recurso del teatro dentro del teatro se completa y agranda en esta apuesta al incorporar a este el uso del cine dentro de la escena, pues la historia se supone representada para unas cámaras cuyas imágenes se proyectan en una pantalla cuyos primeros planos en blanco y negro nos trasladan al mundo cinematográfico de los años treinta. Unos primeros planos en los que la belleza expresiva del rostro de la primera actriz, la soprano albanesa Ermonela Jaho, transmite una fuerza estética que trasciende todos los filtros distanciadores ideados por el director y conecta directamente con un espectador que la oye, a un tiempo, extasiado con la ductilidad acariciante y sobrecogedora de su voz, y conmovido por la calidad interpretativa de una actriz lírica en el más completo sentido de la palabra. La cantante, sobre la que recae el protagonismo de la pieza y el principal mérito de su éxito arrollador y el reconocimiento que obtuvo del público (la ovación al final de la función fue insistente, emocionada y agradecida), se acompaña de un elenco de notables voces, entre las que destaca la de la mesosoprano (también albanesa) Enkelejda Shkosa, en su papel de Suzuki, la fiel doncella de Butterfly, que estuvo a la altura vocal e interpretativa de la Jaho; lo mismo que Francisco Vas (Goro) o Ángel Ódena (el cónsul Sharpless), que cumplieron con acierto cuanto requería su papel; o Jorge de León, cuyo personaje (Pinkerton), no obstante, quedó empequeñecido ante la grandeza de la inmensa cantatriz con que compartió escenario. Grandes asimismo el resto de cantantes que intervienen en la obra y los músicos de una orquesta que, dirigida por Marco Armiliato, contribuyeron con su profesionalidad y buen hacer al éxito de uno de los textos operísticos, no por casualidad, más representados en todo el mundo.

José Luis G. Subías








          

       






Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos