Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años


La paradoja del comediante (1773) es uno de los textos más importantes escritos sobre el arte de la representación, fruto de la mentalidad ilustrada de su autor, el enciclopedista francés Denis Diderot. Creador de obras que han quedado como ejemplos representativos de la nueva dramaturgia burguesa que se abría paso en el siglo XVIII (El hijo natural, El padre de familia...), este escritor y filósofo, amante de la escena, nos legó asimismo algunas reveladoras reflexiones sobre la esencia del teatro, sintetizadas en un texto que hoy, después de casi doscientos cincuenta años, sigue teniendo plena vigencia.

Entre la rica y variada oferta cultural de un Madrid que es todo teatro, llama la atención la representación de una obra de estas características. El público que se acerca a Off Latina, en la céntrica calle madrileña Mancebos, junto a la plaza de los Carros y la iglesia de San Andrés Apóstol, lo hace atraído por la singularidad de un discurso que, a buen seguro, conoce (¡nada menos que del siglo XVIII!), con el deseo de escuchar las sabias apreciaciones sobre el arte de la escena, de tan ilustrado autor, y movido por la curiosidad de ver convertidas estas en un monólogo sin duda cargado de teatro y metateatralidad. Nosotros, aficionados a ambos, no podíamos dejar pasar esta oportunidad; como tampoco la de ver en acción a Luciano Sánchez del Águila, un veterano actor de los de carro y a pie, con mucho teatro y lecturas a sus espaldas, capaz de afrontar el reto de adaptar a la escena un texto escrito para su lectura y la reflexión reposada sobre su contenido, y de interpretar a los diferentes personajes que pueblan el universo en que este se desdobla: Fanfarromeo, un actor presuntuoso y engolado, retratado por su nombre, el propio Diderot, quien sostiene el peso principal del discurso y expresa las ideas de este sobre el arte de la interpretación, y el "Hawaiano", un actor ya de vuelta, que muestra en toda su desnudez la realidad de los comediantes y sirve de contraste frente a la frívola delicuescencia del mundo representado por Fanfarromeo.

Luciano Sánchez logra su propósito y no solo desgrana las partes esenciales del texto de Diderot, dirigiendo al público la palabra y la voz de este, sino que, bajo la dirección de Malena Gutiérrez, lo hace insuflando a su creación un ritmo creciente y continuo, que transforma los 45 minutos de la obra en un ameno espectáculo lleno de interés y contenido, tanto por lo que se cuenta en él como por el modo de hacerlo; ofreciéndonos al mismo tiempo, con su interpretación, un logrado ejemplo de la maestría actoral propugnada por el ilustrado francés. Una mínima y sugerente escenografía, al igual que el atrezo, creados por Javier González ("Java", también hombre de teatro de largo recorrido), transforman la caja negra del pequeño escenario en que se desarrolla la "acción" en un recinto mágico donde el sueño del teatro se explicita y hace vivo.

La naturalidad y la verdad escénicas defendidas por Diderot poco tienen que ver con el método propugnado por Stanislavski, siglos más tarde, para hallarlas: "llevad al teatro vuestro tono familiar, vuestra expresión sencilla, vuestra compostura doméstica, vuestro gesto natural, y veréis cuán pobre y débil seréis". Lejos de propugnar la búsqueda de la emoción para transmitirla después al público, para el ilustre enciclopedista el actor no es un todoterreno de los sentimientos, sino de la imitación humana y del arte de "manifestar tan escrupulosamente los signos exteriores del sentimiento que consigue engañarnos". La Paradoja del comediante consiste en que, sin hacerlo realmente, transmite al público la apariencia de que siente lo que está representando y provoca en él la reacción emotiva perseguida: "La extremada sensibilidad hace a los actores mediocres; es la sensibilidad mediocre la que hace muchos de los malos actores; y es la falta absoluta de sensibilidad la que prepara a los actores sublimes".


Estas y otras sabias enseñanzas y reflexiones, marcadas por el sello de la Ilustración y el conocimiento del arte escénico, son las que el avisado curioso podrá encontrar en La paradoja del comediante que volverá a representarse los próximos días 19 y 26 de octubre, en Off Latina. Muy recomendable para actores, dramaturgos, soñadores, estudiosos, pensadores, vividores y otras gentes de su condición.

José Luis G. Subías

Fotografías: Paula Díaz (Laner)

Comentarios

  1. Magníficas explicaciones!.
    Con agradecimiento.

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    1. Gracias a ti, Luciano, por dramatizar de forma tan sincera, directa y humana una enseñanza de siglos, en la que no ha hecho mella el tiempo. ¡Un abrazo!

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  2. No puedo estar más de acuerdo con tu reseña crítica. Si acaso sólo apuntar lo que supone de feliz reivindicación de la modernidad ilustrada tras muchos años en los que estuvo cuestionada por eso que se dió en llamar «postmodernidad». Pero, por fortuna, la regresión ideológica en lo estético y la vulgarización mediática a la que estamos sometidos, están propiciando este retorno a la racionalidad y al juego reflexivo que autores como Diderot o Voltaire ejemplifican; lo que en el caso del teatro se manifiesta de modo contundente en esta obra y su lúcida contraposición entre "verdad", "realidad" y "representación", conceptos que en la tarima son magníficamente expuestos por Luciano Sánchez del Aguila, casi sin que nos demos cuenta.

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    1. Tus acertadas reflexiones ilustran y completan este artículo. ¡Muchas gracias, Javier!

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  3. Tuve la suerte de ver el trabajo de Luciano Sánchez y comprobamos que hace un espléndido recorrido de la mano de Diderot, y se percibe que hay alguien que entiende el trabajo desde un plano desde una hondura de la no siempre se puede llegar, no tuve la ocasión, en su momento de hablar con él sobre su trabajo. Manifiesto aquí mi respeto por su capacidad investigadora, por su amor al teatro y por sus excelentes resultados. Un abrazo.

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  4. Gracias por su análisis Subías, muy necesario en tristes tiempos para la cultura y el arte. Pero ante tanto desatino intelectual, la vuelta a la razón se impone..y mientras no echen a la hoguera los textos de los imprescindibles de todos los tiempos, aún tenemos oportunidad de recurrir a ellos. Gracias!

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