Una nueva "dama duende", de Calderón, en el Teatro de la Comedia


La Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), con Helena Pimenta al frente, ofrece su mejor rostro en esta divertidísima, ingeniosa y romántica versión de La dama duende que, desde el pasado 5 de octubre, ha estado haciendo las delicias de cuantos aficionados al teatro áureo han pasado por su sede en el Teatro de la Comedia a lo largo de este otoño que ya da su últimas boqueadas.

Calderón de la Barca muestra en esta comedia de capa y espada sus magistrales dotes para el género cómico y que, puestos a hablar de amor, imaginar engaños, alimentar los celos, crear graciosos ingeniosos y generar enredos, no le iba a la zaga al maestro Lope de Vega. Esta deliciosa pieza del repertorio clásico español fue compuesta por el dramaturgo madrileño en su juventud; y su acierto en el manejo de un ritmo escénico trepidante, destinado a satisfacer y entretener al variopinto público que asistía a los corrales de comedias, ofreciéndole una permanente intriga que finaliza en la siempre feliz y esperada boda, funciona igualmente en nuestros días; como no ha dejado de hacerlo durante casi cuatrocientos años.

La dama duende calderoniana ha sido interpretada por la CNTC en diferentes ocasiones; desde aquel lejano ya montaje dirigido por José Luis Alonso en 1990 al de otro José Luis, Alonso de Santos, diez años después. Muy recordada es hoy, no solo por la cercanía en el tiempo, la puesta en escena de la comedia en el Teatro Español, bajo la dirección de Miguel Narros, poco después de su fallecimiento en junio de 2013. Helena Pimenta asume el riesgo de reinventar este conocido clásico, dirigiendo un montaje que lleva su inconfundible sello, caracterizado por una dosis adecuada, siempre elegante, de tradición y modernidad. Me gusta el estilo de esta CNTC que dota a los textos barrocos de un aire más actual, pero a un tiempo intensamente respetuoso con el espíritu de la dramaturgia áurea, al ofrecernos estas fantásticas producciones en verso envueltas en los ropajes del romántico siglo XIX, tan "clásico" y teatral a un tiempo (no perdemos la esperanza de ver sobre este mismo escenario, algún día, a nuestros clásicos decimonónicos, tan injusta e incomprensiblemente desterrados de la escena contemporánea); o en los del dieciochesco montaje de El perro de hortelano estrenado en la pasada temporada, y del que volveremos a disfrutar en Madrid a comienzos del año próximo.



La interpretación de este magnífico montaje (la mejor puesta en escena de un clásico que hemos visto en mucho tiempo) corre a cargo de un elenco de actores de lujo. Insuperable el don Manuel creado por Rafa Castejón, fino y elegante, un verdadero gentleman londinense cuyo natural desparpajo encandila desde el primer instante; al que acompaña un criado Cosme (Álvaro de Juan) que aporta al sempiterno gracioso una soltura y viveza digna de los mejores intérpretes de este tipo de personajes. Como encomiables son David Boceta (don Luis) y Joaquín Notario (don Juan), en sus respectivos papeles de los hermanos protectores de la viuda doña Ángela (Marta Poveda), una dama duende que desborda energía, comicidad y simpatía, convirtiéndose en el motor del enredo de esta divertida farsa, acompañada de su criada Isabel (Cecilia Solaguren), que ofrece el contrapunto femenino del donaire a la figura de Cosme; y el resto de los actores que conforman el reparto: Paco Rojas, en el papel subalterno de un Rodrigo que poco espacio deja para el lucimiento, Nuria Gallardo como doña Beatriz, cuya paralela historia de amor con don Juan queda muy en segundo plano (así lo quiso Calderón) frente a la arrolladora acción principal, y Rosa Zaragoza como una Clara que no pasa de figurante en el texto.

Junto al impecable trabajo de los actores, uno de los grandes atractivos de este montaje reside en su ambientación, a la que contribuye el excelente vestuario diseñado por Gabriela Salaverri, junto con la escenografía creada por Esmeralda Díaz, práctica y dinámica, que sugiere a la par que muestra, y conjuga el aspecto realista de las escenas con la fantasmagoría provocada por el uso de unas oportunas bambalinas traslúcidas. Dicha ambientación se ve reforzada por unos momentos musicales de sutil belleza (seleccionados por Ignacio García), que suman al conjunto sin distraer la atención, así como unas acertadas y medidas coreografías (obra de Nuria Castejón) que contribuyen a realzar la elegancia y buen gusto que caracteriza, como norma general, a esta bella y muy divertida puesta en escena de La dama duende, que podrá seguir disfrutándose en el Teatro de la Comedia hasta el próximo 10 de diciembre.

José Luis G. Subías


         

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