Iphigenia nació en Madrid


Cojo de nuevo la pluma (sí, ya sé que es una metáfora manida y demodé, pero me gusta imaginar así mis dedos sobre el ordenador) para compartir el relato de una de esas representaciones teatrales que no dejan impasible. Ayer se ofrecía en el Pavón Teatro Kamikaze la última función (por el momento) de Iphigenia en Vallecas, tras más de un mes de ininterrumpido éxito en la citada sala, en la reposición de un montaje que fuera estrenado el pasado 4 de diciembre de 2017. Sin duda ha sido este uno de los grandes acontecimientos de la cartelera teatral de la ya finiquitada temporada.

Iphigenia en Vallecas es la peculiar adaptación española de Iphienia in Splott, texto del dramaturgo británico Gary Owen (Gales, 1972), estrenado en el Teatro Sherman en mayo de 2015. María Hervás (Madrid, 1987) su adaptadora y única protagonista, despliega un arrollador poder sobre la escena en una obra que ha hecho absolutamente suya, con una interpretación mayúscula; reconocida por la Unión de Actores, el pasado mes de marzo, con la concesión a Hervás del XXVII Premio a la Mejor Actriz Protagonista en el apartado de Teatro.

El texto de Owen, y su impecable adaptación al Madrid de nuestros días, transmite (de forma asfixiante a veces) la realidad de los barrios marginales y populares de las grandes ciudades, y de un cierto tipo de personajes juveniles cuyas vidas, ligadas al alcohol, las drogas y el exceso, se autodestruyen entre el odio y el desprecio a cuanto les rodea y a sí mismos. Ifi, típica macarra poligonera o barriobajera, de burdas y soeces maneras pero, en el fondo, con un gran corazón que simplemente necesita llenar de ese amor que es capaz de ofrecer llegado el momento, se entrega con pasión a un desconocido impedido de sus piernas, en una noche loca tras la que se queda embarazada. La primera ilusión por algo en su vida, la decepción, el dolor y la pérdida más terrible contrastan con la más abnegada renuncia y el desprendimiento de que es capaz este personaje que se gana, a medida que avanza la historia, el corazón de quienes contemplamos y escuchamos su historia, convertidos en cómplices testigos a quienes Ifi dirige en todo momento su queja y reivindicación. Pues mucho de queja y reivindicación hay en un texto dirigido a conmover tanto el corazón como las conciencias.

Pero si algo destaca sobremanera en esta obra, y la hace especial, es la personalidad de la actriz que la protagoniza. María Hervás ofrece toda una lección interpretativa sobre el escenario, en el que se mueve con una soltura y dominio envidiables. Una actriz de casta y fuste, de esas que rompen cualquier pared artificial entre el público y el actor, atravesando el alma de aquel con su palabra y su mirada, siempre sinceras y auténticas. Puro arte y pura verdad. La modulación melódica de sus frases, los múltiples matices aportados por unos silencios medidos y calculados, pero siempre naturales, convierten su interpretación en un verdadero deleite para los sentidos, provocando en quien ha caído en sus redes, el deseo de seguir escuchando y contemplado a un personaje que, sin saber cómo y en qué momento, se ha convertido en un ser vivo y real. Una hazaña interpretativa que no debe restar mérito a una sobresaliente dirección, en manos de Antonio C. Guijosa, que posee el recomendable acierto de estar sin ser visto, y a una escenografía efectiva y funcional, a cargo de Mónica Teijeiro, al servicio del espectáculo y del juego escénico.

No podemos invitar a nuestros lectores a asistir al teatro para ver esta imprescindible obra pues, como señalábamos al comienzo de nuestra reseña, ayer fue, por el momento, su última función en Madrid; pero invitamos a recordar este título, pues estamos seguros de que Iphigenia en Vallecas no tardará en reponerse; y, por supuesto, el nombre de María Hervás, una actriz en mayúsculas.

José Luis G. Subías   

Fotografías: Koke Mayayo

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