"El castigo sin venganza", el más calderoniano texto de Lope de Vega dirigido por Helena Pimenta
Inolvidable velada teatral se vivió anoche en el Teatro de la Comedia durante la representación de El castigo sin venganza, que recibió la merecida y calurosa ovación de un público rendido ante lo que acababa de contemplar: la espectacular puesta en escena de uno de los textos más importantes y complejos del teatro español del Siglo de Oro. Todo cuanto sucedió en escena fue, simplemente, perfecto. Brillante y digna despedida de una Helena Pimenta, directora del montaje, que cierra a su manera, con este magnífico broche, una intachable trayectoria de ocho años al frente de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que concluye con la presente temporada.
Pimenta ha elegido un texto de absoluta seriedad, sin concesiones al humor de la comedia o a la ligereza del mero enredo con final feliz; se ha lanzado a una trágica historia de amor imposible, de contenido incestuoso, donde los celos conviven con el honor, el despecho, la lealtad y la mentira. Nos hallamos ante una tragedia moderna, cuya complejidad conceptual y poética, su densidad humana y su perfecta trabazón argumental la convierten en, quizá, la mejor de las creaciones escénicas de Lope de Vega. Obra de senectud, escrita en 1631, cuando otros dramaturgos más jóvenes comienzan a marcar el ritmo de la escena y Calderón está a punto de alzarse con el cetro teatral de la nueva época, Lope muestra una vez más que, mientras él permanezca, no habrá poeta dramático que lo aventaje. Así, con El castigo sin venganza es capaz de adelantarse unos años a los grandes dramas de honor calderonianos, con los que esta pieza guarda un claro parentesco.

El atractivo de este montaje lo completa una inteligente y práctica escenografía de Mónica Teijeiro, capaz de sugerir, sin más utilería que apenas unas sillas, en un espacio dominado y configurado por distintos telones transparentes y movibles, de tono oscuro, cualquiera de los variados espacios donde transcurre la acción. Todo un acierto la idea de convertir el símbolo de poder del duque de Ferrera, su trono, en una silla de barbero; al igual que el empleo de un enorme espejo sostenido desde el telar, y el juego insinuante con que una extensa tela roja envuelve los cuerpos desnudos de Federico y su madrastra para ofrecer sus encuentros amorosos. Es este uno de los muchos recursos de dirección que muestran el excelente trabajo de Helena Pimenta como orquestadora de todo un conjunto artístico en el que cada detalle está milimétricamente cuidado, en el que destaca asimismo el vestuario de Gabriela Salaverri, que en esta ocasión nos traslada a la estética vintage del Novecentismo, con guiños a la 1ª Guerra Mundial, o la acertada selección musical de Ignacio García.
Poco más podemos decir sin desvelar el contenido de esta nueva apuesta de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que podrá seguir disfrutándose en el Teatro de la Comedia hasta el próximo 9 de febrero, y que anunciamos ya como uno de los grandes acontecimientos teatrales de la actual temporada. Sirvan estas líneas también como agradecimiento y reconocimiento a Helena Pimenta, primera mujer que ha estado al frente de esta institución desde que fuera fundada en 1986 por Adolfo Marsillach, cuya marcha dejará un vacío difícil de reemplazar.
José Luis G. Subías
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Fotografías: Sergio Parra |
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