Dostoievski pisa con fuerza las tablas del María Guerrero, en una excelente versión de "El idiota" dirigida por Gerardo Vera


Escribimos esta nueva "bambalina" teatral desde la distancia, lejos del lugar y del momento en que presenciamos cuanto nuestra memoria trata ahora mismo de recuperar para ofrecer la impresión de lo que vimos y vivimos el pasado miércoles en el Teatro María Guerrero de Madrid, donde se representa, desde el 20 de febrero, una adaptación teatral escrita por José Luis Collado (que desde ahora mismo, y sin ambages, calificamos de magnífica), de una de las novelas más importantes, conocidas y emblemáticas del célebre escritor ruso Fiódor Dostoievski (1821-1881): El idiota. De nuevo el siglo XIX sirve de inspiración para nuestros directores y creadores escénicos, atraídos por una estética y unos conflictos humanos cargados de una pasión que trasciende las épocas y nos conmueven hoy con la misma fuerza que lo hacían hace casi dos siglos.

No es la primera vez que el artífice de este proyecto, Gerardo Vera, se enfrenta al reto de montar una adaptación teatral de una novela de Dostoievski. Ya lo hizo en 2015 con Los hermanos Karamázov (adaptada asimismo por Collado), y la experiencia fue tan satisfactoria que el director madrileño no ha tardado en abordar un nuevo montaje (como en aquella ocasión, producido por el Centro Dramático Nacional) extraído de la poderosa narrativa del autor moscovita.

El idiota es una obra característica del peculiar realismo psicológico de Dostoievski, que ahonda en la complejidad humana a través de sus personajes para descubrir no solo las más ocultas motivaciones y deseos del individuo, sino para retratar con ellos (de forma crítica) la realidad social de un mundo cuya honestidad y valores morales son manifiestamente cuestionados. Solo el príncipe Myshkin, el idiota (interpretado por un impecable Fernando Gil, magnífico en su personaje), se rige, de forma natural y sincera, por un código de conducta intachable que provoca al mismo tiempo atracción y rechazo en cuantos lo rodean. La extrema ingenuidad y bondad de Myshkin cuestiona y deja al descubierto, como una suerte de espejo que desnudara el alma de quienes lo miran, las miserias y bondades de cuantos se cruzan en su camino, situando a este en una posición de superioridad moral que lo hace dueño de unas situaciones que aparentemente no controla; y decimos "aparentemente", pues lo cierto es que, detrás de su manifiesta inocencia, percibimos con frecuencia un algo de cierto orgulloso cinismo que parece dar al personaje la potestad de cambiar de rumbo las situaciones con solo desearlo, como si en realidad jugara con el resto de personajes a hacer el papel de idiota para hacerles sentir más cómodos, o para disfrazarse él mismo cómodamente tras este.

Frente al "idiota", otros personajes se alzan poderosos en esta acertada elección realizada por José Luis Collado de los momentos quizá más dramatizables de una novela de enorme extensión, poblada de personajes y tramas secundarias; especialmente dos, a nuestros ojos, con los que el príncipe mantiene una intensa relación de amor incondicional (como con el resto de personajes, pues Myshkin no sabe amar de otro modo) respondida por estos con una intensidad pasional plena de conflictos: Rogozhin, interpretado por un Jorge Kent que estuvo soberbio en un papel lleno de contrastes y aristas, atormentado por el profundo dolor de los celos y de un amor maldito que le conduce a matar al ser objeto de su deseo; y la disoluta Nastasia, encarnada por una magistral Marta Poveda que, abandonando los versos del teatro clásico, volvió a demostrar, en una interpretación sobresaliente, rebosante de fuerza, matices e intenciones, por qué es hoy una de las actrices más singulares y brillantes de la escena española. Grandes estuvieron, junto a estos y el ya mencionado Fernando Gil (que creó un excelente príncipe, a la altura de tan complejo personaje), Yolanda Ulloa (Generala), Ricardo Joven (General), Vicky Luengo (Aglaya), Abel Vitón (Afanasi), Alejandro Chaparro (Gavrila) y Fernando Sainz de la Maza (Kolia); un escogido elenco en el que el director buscó, junto a la veteranía de actores experimentados, la incorporación de nuevos talentos (Alejandro Navarro y Fernando Sainz de la Maza) surgidos de la Joven Compañía que dirige José Luis Arellano.

Si al comienzo de este artículo adelantábamos nuestra valoración sobre la adaptación creada por José Luis Collado, calificándola de "magnífica", después de lo escrito hasta este momento no será difícil  adivinar la opinión que nos merece la puesta en escena dirigida por Gerardo Vera. La intensa teatralidad que desprende el montaje de El idiota no nace exclusivamente de la excelente adaptación realizada por Collado, ni del brillante trabajo realizado por los actores, sino también, junto a todo esto, de la pericia de un director capaz de orquestar y fusionar tanto talento en un diapasón armónico que aglutina en una misma voz -polifónica- y un mismo tono todos los elementos artísticos que forman parte del montaje: desde un acertado y efectivo trabajo escenográfico (obra del propio Gerardo Vera) que transmite, con recursos de manifiesta modernidad, un inconfundible sabor de época, al que contribuyen asimismo el bellísimo vestuario ideado por Alejandro Andújar (espectacular el vestido rojo de Marta Poveda) y la atmósfera musical creada por Alberto Granados a partir de compositores tan variopintos como Prokoiev, Chopin, Beethoven o Dvorák; al uso de la videoescena, recurso incorporado en numerosos montajes de las últimas temporadas que el director deja en manos de Álvaro Luna, el rey indiscutible de este elemento, o el protagonismo otorgado a la iluminación de Juan Gómez-Cornejo, convertida por Vera en una manifestación plástica tan significativa y poderosa como el resto de elementos del espectáculo.

Una obra y un montaje, en definitiva, de gran nivel; de lo mejor que hemos visto hasta ahora en un 2019 que nos está regalando grandes momentos de teatro, y que los aficionados podrán disfrutar aún, hasta el próximo 7 de abril, en el María Guerrero.

José Luis G. Subías 

Fotos: David Ruano

Comentarios

Entradas populares de este blog

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos