Entre el amor y la muerte solo hay un salto de agua: a propósito de la "Trilogía acuática" de Carlos Herrera Carmona


Hombre de poliédricas facetas artísticas, Carlos Herrera Carmona (Sevilla, 1970) vino al mundo para tratar de comprenderlo y comprenderse a través del arte. Ya sea en su calidad de músico, compositor y cantante, o en su aún más acentuado perfil de escritor y hombre de teatro. Como tal, Carmona ha dirigido un buen número de montajes en lo que llevamos de siglo (la mayor parte, de obras de su propia autoría), estrenados en Sevilla, en cuya Universidad se formó el dramaturgo (su aprendizaje teatral se cimentó, en los noventa, en el teatro universitario de la Facultad de Filología sevillana). En la capital hispalense funda asimismo, hace algunos años, Elsinor Teatro, compañía con la que vieron la luz algunos de los primeros y, hasta ahora, más significativos textos del autor (Infectados, 2013; Bastardos-La carnicería, 2015; El perro muerde, 2016).

Varias de las obras de Herrera Carmona han tenido la fortuna de ser publicadas. En los últimos años han visto la luz Bastardos: La carnicería y Arresto y fin de una reina: Últimos días de la reina Juana de Castilla (Círculo Rojo, 2015), y Progresión El incorrecto (Círculo Rojo, 2016); textos a los que debemos sumar la "Trilogía acuática" publicada el pasado año (Círculo Rojo, 2018) y presentada en Madrid, actual lugar de residencia del escritor, en la que se incluyen sus más recientes títulos: MisericordiaEsperando el diluvio y El señor y la señora Pit.

Carlos Herrera Carmona
Como saben nuestros lectores, muy pocas veces La última bambalina ha alterado su costumbre (y objetivo) de reseñar las representaciones teatrales efectuadas en Madrid. Pero nada dogmáticos ni amigos de someternos a imposiciones (ni siquiera las nuestras), no despreciamos la posibilidad de hablar también de literatura y teatro cuando la ocasión se nos ofrece. Carlos Herrera Carmona tuvo la amabilidad de dejar en nuestras manos este libro en un memorable encuentro teatral celebrado recientemente en el Teatro de la Comedia, que continuamos fraternalmente frente a una cerveza, el mejor modo de sellar una amistad entre caballeros. En aquella charla se habló de literatura, vida, música y, por supuesto, teatro, mucho teatro (¿acaso hay otra forma de vida posible?), y me fui de allí convencido de que íba a leer con interés la obra (las obras) de quien tan amablemente la había confiado a mi entendimiento, dispuesto a escribir la reseña que están Vds. ahora leyendo.

El tema vinculante que aúna los textos presentados en la "Trilogía acuática" de Herrera Carmona es el amor; o el desamor, su reverso inseparable, siempre presente, incluso cuando tan solo se insinúa en forma de amenaza. El mensaje último que el dramaturgo vierte en cada uno de ellos, impregnados de un intenso sentimiento aparentemente emanado de experiencias autobiográficas (hay algo de catárquico desahogo en unas piezas nacidas, como canciones, de una pulsión interior, un grito contenido transformado en arte) es una reivindicación del compromiso en las relaciones amorosas; un deseo de amor sólido, frente a lo que Bauman denomina "amor líquido".

El agua desempeña un importante papel, tanto real como simbólico, en las distintas historias presentadas por el autor. El agua fluye, se escapa entre los dedos o se evapora, dejando yermo y estéril el lugar que antes habitó. El agua, metamorfoseada en lágrima, es también la manifestación externa del dolor; un dolor siempre presente, profundo, de signo trágico ante su inevitabilidad, nacido del fracaso amoroso, fruto de la incomunicación, el desapego, la inconstancia o, simplemente, la sinrazón. La escritura teatral de Herrera Carmona camina por rumbos distintos a los de cualquier planteamiento tradicional de la armazón dramática. Sus historias se alejan del relato lineal y el argumento para mostrarse como retazos de sensaciones, de momentos, de recuerdos y experiencias difusas, semejantes a las imágenes de un mundo onírico lindante con la poesía. En una ocasión escribí que el teatro es capaz de aglutinar todas las artes y géneros literarios; y Carmona da sentido a esta afirmación, pues sus textos adoptan en ocasiones el delicado y minimalista tono de un haiku, cargado de poeticidad y simbolismo; como sucede en esta trilogía dramática emanada del más acendrado lirismo, poético y musical a un tiempo (no es casual que el autor estructure Misericordia en "Cantos" e "Interludios"), donde la prosa, que con frecuencia adopta una forma versicular emparentada con el verso, oscila entre el lenguaje más soez y descarnado, la depuración abstracta del intelecto y el refinamiento lingüístico del estro poético.


Todos los conflictos planteados por el dramaturgo parten de relaciones amorosas de carácter triangular -el peor polígono posible en el amor-, a través de las cuales reconocemos diferentes y frecuentes tipos de situaciones tóxicas que afectan a la pareja, todas ellas condenadas al fracaso. En Misericodia, Mae rechaza la actitud sumisa y servil de Katie, para entregarse a las vejaciones de Kim; el remordimiento, la homosexualidad y los más ocultos deseos sexuales (explícitos en el texto) cobran forma en Esperando el diluvio, donde asistimos a una complicada y morbosa trama en torno a la relación de Robbie con Susan y Andy, que se adentra en los rincones más callados y libidinosos de la psique; mientras que en El señor y la señora Pit, obra cargada de guiños metapoéticos y literarios, el triángulo amoroso afecta a los celos de un padre por un hijo que está a punto de morir y cree le ha robado el amor de su esposa.  

Algo trágico se percibe en unas piezas cuyos conflictos sabemos -percibimos de forma continua, casi angustiosa o asfixiante- no llegarán a buen fin. El amor y la muerte caminan juntos en un recorrido que conduce a esta por atajos que adoptan recurrentemente la forma de un líquido blanquecino dentro de una jeringa. Todas las situaciones amorosas planteadas por el autor finalizan con la muerte: Mae ayuda a morir a una enferma Katie, suministrándole el veneno (ese líquido blanquecino) que acaba con su vida; Robbie encarga al mayordomo de la casa que ahogue a Susan en la bañera y se deshaga asimismo de Andy, para después acabar con él (lo que el mayordomo hará recurriendo de nuevo a una inyección que contiene un líquido blanquecino); y, tras la muerte de su hijo enfermo, la señora Pit ayudará a morir a su marido asfixiándolo con una almohada, para quitarse después la propia suministrándose -de nuevo- el líquido blanquecino de una jeringa, mientras el lecho donde yacen se inunda de agua.

No hay concesión alguna a la complacencia del público en unas obras que exigen de este la máxima atención. Los textos que componen la "Trilogía acuática" de Carlos Herrera Carmona están hechos para indagar en lo más profundo de nuestra psique y nuestros instintos, quizá con la intención de reconciliarnos con estos y salir reforzados de la experiencia, con la conciencia tranquila de no hallarnos solos en esta difícil travesía que es el amor. Nos encontramos ante un teatro difícil, que exige del lector (y sin duda del potencial espectador) un esfuerzo intelectual y anímico equiparable al que se realiza frente a una película de autor, lo que emparenta este tipo de teatro con la dramaturgia de autores contemporáneos tan dispares como José Ramón Fernández o Alberto Conejero, por citar algunos nombres que en este momento nos vienen a la cabeza.

El señor y la señora Pit ya ha sido estrenada en Sevilla, y anhelamos encontrar pronto sobre las tablas madrileñas tanto este como cualquiera de los textos "acuáticos" de su trilogía, de los que, no les quepa duda, daremos cumplida cuenta en La última bambalina. Hasta entonces, les invitamos a adentrarse en el complejo mundo dramático de Carlos Herrera Carmona leyendo sus obras; un viaje que, a buen seguro, no les dejará impasibles.

José Luis G. Subías

Presentación de "Trilogía acuática" en Sin Tarima Libros

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