Las verdes manzanas de Ramón Paso refrescan de ingenio y descaro la noche madrileña


Acabamos este mes de junio en Madrid no solo abrumados por el calor, sino con una apretada agenda teatral que nos ayuda al menos a resistir tan excesivo rigor climatológico. El pasado jueves asistimos a una de las representaciones que la compañía PasoAzorín está ofreciendo actualmente en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, de dos de las piezas de su repertorio. De una de ellas (BesArte, mimArte, follArte), ya dimos cuenta desde La última bambalina el pasado 2 de febrero. No queríamos perdernos la otra, La ramera de Babilonia, estrenada por primera vez en 2014 y que, año tras año, vuelve a colarse en la cartelera madrileña, dando muestra de su permanente vigencia, actualidad y frescura.

Una frescura de la que son justas responsables las cuatro actrices que protagonizan esta hilarante historia que pretende destacar y denunciar el sometimiento de la mujer durante siglos, propiciado por una Iglesia Católica que es desnudada y retratada críticamente haciendo uso de todos los recursos escénicos que permiten el humor, la parodia y ese lenguaje procaz, provocador y desenfadado tan característico de su autor, Ramón Paso (Madrid, 1976). Todo ello para lanzar un mensaje aún más poderoso, el de la radical defensa del derecho absoluto de la mujer para decidir, con plena libertad, todo cuanto compete a su vida y persona. Un descarado y rebelde grito de libertad que convierte a esta pieza en, quizá, el texto más representativo del ideario ético y estético del autor, sobre el que se asienta su dramaturgia.

Construida, como es frecuente en Ramón Paso, desde una concepción escénica que emplea el sketch como recurso dramático sobre el que se articula la historia, a través de estas escenas humorísticas que combinan los monólogos con los diálogos a dos, a tres o a cuatro -haciendo uso de todas las posibilidades que ofrecen las cuatro actrices que permanecen en todo momento sobre el escenario- asistimos a la imaginaria conversación que pudo sostener Eva con Lilit, la primera mujer de Adán, a quien abandonó y dejó en el Paraíso con dos palmos de narices; nos adentramos en los misterios -ser y no ser- de la Santísima Trinidad y de la Gracia Divina que concedió a la Virgen una preñez inmaculada; o presenciamos, entre otras situaciones, el debate entre una mujer encinta y el feto que, desde su interior, reclama su existencia, anteponiendo sus proyectos futuros de vida a los sentimientos presentes de la afectada. Temas complejos, delicados, comprometidos, que pueden llegar incluso a ser ofensivos para algún espectador y herir algunas sensibilidades, dirigidos a la conciencia de quienes asisten a un espectáculo construido sin duda para provocar e invitar a la reflexión. Desde el relajado y apaciguador rostro de la comedia, Ramón Paso desnuda sobre el escenario situaciones y temas de alcance dramático.

Como es normal también en sus montajes, Paso, quien también los dirige, despoja a la escenografía de interés para volcar este en el contenido del texto y en el trabajo interpretativo de unas actrices que hacen suyas sus palabras con una naturalidad, un desparpajo y una vis cómica adaptada de tal modo a la imaginería creativa del autor que resultan ya tan necesarias para este como la página en blanco sobre la que nacen sus textos. Ana Azorín, Inés Kerzan Ángelat Peirat, pilares imprescindibles de sus montajes a los que se ha unido en esta aventura Sara Soneira, realizan un magnífico trabajo personal y conjunto. Es tal la complicidad existente entre unas actrices que han dado a esta compañía buena parte de su sello y singularidad, que resulta una delicia verlas actuar en cada nueva función, donde nunca dejan de superarse y de disfrutar, tanto como el público que asiste a unos espectáculos que desbordan simpatía y buen hacer sobre la escena, a los que impregnan su trepidante vitalismo.

Una excelente elección, en definitiva, para unas noches de estío que invitan a salir y recoger las manzanas de estas Evas al desnudo -y sin pelos en la lengua- que despertarán la sonrisa de quienes se acerquen a ver La ramera de Babilonia en el Teatro Lara, que aún permanecerá en cartel durante los dos primeros jueves del mes de julio.

José Luis G. Subías

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