De cuernos, desengaños y aprendizajes en "La mujer sin rumbo", de Alberto de Casso


Ganas teníamos en La última bambalina de dedicar unas palabras a Alberto de Casso (Madrid, 1963) y alguna de sus obras, y la fortuna ha querido que la ocasión se haya propiciado con la representación de la última de sus piezas, La mujer sin rumbo, en La Usina, pequeña sala del circuito alternativo madrileño que ha albergado en numerosas ocasiones montajes que han sido objeto de nuestras "bambalinas".    

Estrenado el pasado mes de mayo en La escalera de Jacob, el texto del dramaturgo constituye una reflexión en clave de parodia tragicómica, con buena dosis de humor negro, ironía ácida y cinismo resignado, sobre las relaciones humanas, la pareja y los sentimientos, en el marco de una sociedad urbana y cosmopolita como es el Madrid de nuestros días, perfectamente reconocible en el recorrido nocturno que, como Max Estrella -pero con otra estrella-, realiza Leticia (Sara Saché) desde la Puerta del Sol, para pasar por variopintas situaciones y experiencias que la ayudarán -en un rápido viaje iniciático- a abandonar su personalidad pijoaniñada de color rosa -reconocible en su atuendo, pertenencias y hasta en los bollos que come- para transformarse en una mujer nueva, segura de sí, por primera vez libre e independiente.

Arrojada a la calle por su novio, que la ha sustituido por una prima segunda argentina con la que le ha estado poniendo lo cuernos, Leticia arrastrará la humillación de su cornamenta entre cornucopios machistas de bares hombrunos, prostitutas con perros tan necesitados como sus clientes, bazares de todo a cien, diálogos surrealistas a ritmo de madroño argentino, confesiones religiosas pegadas a un móvil, un encuentro amoroso tan fugaz como el suspiro de la última copa, y la maléfica venganza de una Medea despechada y rabiosa que premia a su Jasón y su querida con un recuerdo envenenado.

El humor apenas asoma en una comedia corrosiva, donde cada palabra y situación guardan un mensaje destinado a un público sin cuarta pared del que, junto a la sonrisa inteligente, se espera obtener el guiño cómplice de la confidencia crítica y un si es no es resignada.

Haciendo uso -por necesidad- de un teatro pobre en que la escenografía es una mera insinuación y la palabra -como en tiempos de Rueda- lo suple y construye todo, Casso, también en su calidad de director del montaje, centra el foco de la atención en la actriz protagonista de este monólogo polifónico en el que Elisabeth Martínez acompaña con su voz -exquisitamente trabajada- la magnífica interpretación de Sara Saché, a quien auguramos un prometedor futuro -ya presente- como actriz. Nos encantó un trabajo que juzgamos muy completo, impecable desde el punto de vista de la dicción, la gestualidad escénica, la intensidad emotiva y la capacidad de improvisación, que muestra en una de las escenas en que el público se sintió más involucrado y distendido.

Anoche volvimos a disfrutar, en fin, de un buen momento de teatro en uno de esos rincones íntimos de nuestro Madrid teatral. Tuvimos la ocasión de conocer de cerca el trabajo de uno de los autores más premiados de la escena española contemporánea, el buen hacer de una actriz que nos encandiló y una cantante de aterciopelada voz caribeña. ¿Qué más se puede pedir para concluir con buen sabor el fin de semana? El próximo domingo, 29 de septiembre, La mujer sin rumbo de Alberto de Casso volverá a representarse en La Usina.

José Luis González Subías


Fotografías: Elisabeth Martínez

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