Sin Pasión no hay juego, o La farsa tragicómica de una Pasión


Agustín García Calvo (1926-2012) es rara avis en la dramaturgia española contemporánea. Cerca de una docena de obras teatrales nos legó, entre una ingente producción literaria que abarca todos los géneros, en la que descuellan sus ensayos filosóficos y sus obras poéticas; elementos ambos -pensamiento y poesía- presentes en Pasión (Farsa trágica), la pieza que Ester Bellver, su directora, quiso rescatar en este montaje nacido de los Laboratorios Rivas Cherif alentados por Ernesto Caballero durante su estancia al frente del Centro Dramático Nacional. 

Estrenada en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán, en abril de este mismo año, la pieza se presenta ahora en la desacralizada iglesia que es hoy la sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía, un espacio más que a propósito para la finalidad, la estética y el sentido de un texto nacido de la irreverencia más absoluta hacia marcadas, y arraigadas, convenciones -convicciones- de contenido ideológico-moral, que el autor caricaturiza con el punzón hilarante del esperpento y el expresionismo tragicómico más desenfadado. Aspectos que Bellver, en una dirección brillante, ha sabido potenciar utilizando una puesta en escena presidida por el juego y el distanciamiento; desde el planteamiento mismo de una escenografía basada en la presentación de un espacio vacío y multiusos, presidido por una cucaña que sugiere el elemento central de una crucifixión (imagen propiciada por el título de la obra), bordeado por una hilera de tocadores de camerino y percheros donde los actores se preparan y cambian de atuendo a la vista de un público con el que buscan la complicidad en todo momento y al que se dirigen, en una manifiesta ruptura de la carta pared acorde con el sentido mismo de un texto y un montaje que, desdibujando las fronteras entre la realidad la ficción, insiste en recordar a los insistentes que cuanto ven no es más que un juego del que forman parte

El colorido  y estrambótico vestuario ideado por Pablo Menor, en coherencia con una escenografía de la que es asimismo autor, nos traslada en todo momento al lenguaje de un cine mudo al que se ha otorgado la voz -una voz poética cotidiana e irreal- y se ha bañado en color; a la estética del tebeo, los dibujos animados y el circo. La farsa se apropia así de la realidad, adueñándose asimismo de un tiempo que un reloj digital proyectado sobre un lateral del escenario no deja de recordarnos existe fuera, para verter, tras el guiño del disfraz, un mensaje cargado de contenido crítico.

Tras la anodina y en apariencia intrascendente historia de Enrique (Juanma Rodríguez), un heroico deportista dispuesto a alcanzar la gloria ascendiendo más alto que nadie la cucaña, cuyo aspecto, entre Rambo y Torrente -no precisamente Ballester-, y maneras contradicen la fama que le precede y nos hacen poner en duda la solución feliz de su propósito, asistimos a una burla ácida de las costumbres y mitos de un pueblo cegado y oprimido por estas. La carga simbólica del texto se manifiesta en multitud de elementos que aluden a situaciones muy reconocibles para quienes conocieron la España (des)dibujada por el autor, que Ester Bellver nos acerca mediante inequívocos símbolos nacionales y religiosos que desvelan, a medida que avanza la acción, su intencionalidad última. Este retablo de lujuria, provincianismo y casi-muerte, de fondo valleinclanesco, por el que pululan ministros, agentes, jueces, una madre, la novia sumisa y complaciente, el amante de los libros, la prostituta redimida y el padre guardián del pueblo, se convertirá en una pasión semitrágica y ridícula, incapaz de redención alguna -al menos en el escenario-. 

Si descubrir un texto como el de García Calvo, cuya complejidad invita a adentrarse con detenimiento en su contenido, es suficientemente para otorgar interés a este montaje, su excelente dirección y el impecable trabajo de un compacto elenco de actores de primera categoría, cuyos nombres merecen escribirse con mayúsculas (Charo Gallego, Felipe García Vélez, Rosa Herrera, Daniel Moreno, Lidia Otón, Juanma Rodríguez, José Luis Sendarrubias, Asier Tartás Landera), convierten este espectáculo teatral en una oferta ineludible para los amantes del teatro. Aquí hay mucho teatro, y del bueno.

Pasión (Farsa trágica) seguirá representándose en la sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía, hasta el 13 de octubre.

José Luis González Subías

Fotografías: marcosGpunto

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