Goya, Moratín y Sinisterra, un triunvirato de talentos unidos por la escena


Goya, Sanchis Sinisterra... ¿Quién se resiste a tan sugerente tándem artístico? Con tan atractivo anzuelo nos dirigimos este pasado domingo al Teatro Fernán Gómez, en cuya amplia y cómoda Sala Guirau -que tanto agradecemos quienes amamos el magno espectáculo teatral, pero no tanto compartir espacio físico con nuestros vecinos de butaca, que a veces nos hacen sentir oprimidos en nuestro parco habitáculo- se representa estos días Monsieur Goya, una indagación. No ha reparado en medios esta producción del Centro Cultural de la Villa, que ha reunido sobre el escenario nada menos que a seis actores, más un séptimo (Alfonso Delgado) cuya Voz en Off, siempre presente en escena, da vida al autor de esta "indagación" en forma dramática, y ha permitido crear, bajo la dirección de Laura Ortega, un original montaje de atractiva plasticidad donde la iluminación y el empleo de la videoescena (obra de Daniel Canogar) son parte fundamental del espectáculo.

José Sanchis Sinisterra (Valencia, 1940) se reivindica y recrea a sí mismo en un texto que, en cierto modo, es compendio y culminación de las características más sobresalientes y destacables en la obra dramática del autor. Si algo distingue la trayectoria teatral de Sinisterra es su afán experimental e innovador, traducido en algunos rasgos inconfundibles de su dramaturgia: ruptura de la cuarta pared e incorporación del público al espacio ficcional, metateatralidad y reflexión permanente sobre el hecho teatral desde el texto representado. En el caso que nos ocupa, además, con el interesante añadido de ser el mismo dramaturgo quien se expresa (en Off) y debate sobre el teatro nada menos que con otro importante autor de nuestra historia teatral: Leandro Fernández de Moratín.

Añadamos por tanto a Moratín a ese tándem que mencionábamos al inicio de nuestra reseña, para formar un triunvirato de lujo: Goya, Moratín y Sinisterra, cuya personalidad se funde y dialoga -Goya desde el silencio- en una historia de conflictos dramáticos interpersonales inexistentes, aunque muy presentes en la realidad social del tiempo en que se sitúan las acciones proyectadas en escena, cuya finalidad es plasmar en el escenario una indagación personal sobre unos sucesos que nos trasladan a los años del exilio de Goya en Burdeos y a los previos del Trienio Liberal, con el fondo histórico de las luchas entre liberales y absolutistas que marcaron el período, y la atmósfera de un latente misterio en torno a las relaciones familiares de quienes acompañaron al pintor en sus últimos años de vida.

No trate de buscarse una distracción banal, a pesar de algunas concesiones cómicas destinadas a aliviar la carga de un texto esencialmente reflexivo, en una obra destinada más que al juego escénico -que lo hay-, a la indagación intelectual, entre cuyos principales valores se encuentra la evocación plástica de un período histórico convulso, reproducido plásticamente -con la ayuda del excelente trabajo de videoescena realizado por Daniel Canogar- mediante la rememoración visual de las fantasmagorías puestas de moda en la Europa revolucionaria y contrarrevolucionaria de comienzos del siglo XIX, que permitieron dar forma a los horrores de la guerra; como hiciera Goya en sus Pinturas negras. La puesta en escena de Laura Ortega potencia estos valores, al servicio en cualquier caso de un texto complejo y difícil, en el que el autor se halla -literalmente- muy presente, donde el tiempo avanza y retrocede con la facilidad con que aprieta el botón de un vídeo y el idioma de los personajes puede elegirse del mismo modo.

Junto a los valores plásticos del montaje y las aportaciones de una puesta en escena con notables aciertos, que trata de conducir y armonizar estéticamente una historia de retazos e impresiones, quizá el principal acierto de la pieza, a nuestros ojos, resida en el permanente juego metateatral construido por el autor y en unas reflexiones de hondo calado cultural que son todo un aliciente para quienes amamos también el teatro leído (nos resulta fácil imaginarnos arrellanados en un sillón, disfrutando de la lectura de la obra).

Intachable el trabajo actoral de un reparto formado por Inma Cuevas, Alfonso Torregrosa, María Mota, Andrea Trepat, Fernando Sainz de la Maza, Font García y esa Voz en Off de Alfonso Delgado presidiendo y dirigiendo desde la distancia cuanto sucede. Sin desdoro del resto, nos permitimos destacar el importante papel de Alfonso Torregrosa como Moratín, cuyos diálogos con el autor, en un cara a cara entre profesionales de distinta época, ofrecen algunas de la escenas más sugerentes de la pieza; al igual que ese unamuniano y pirandelliano momento de rebeldía de la actriz Inma Cuevas, en su personaje de Leocadia; o el trabajo de Font García como miliciano, que nos deleitó con algunas de las escenas más simpáticas del montaje y nos ofreció, junto a Inma Cuevas, un bello encuentro amoroso-sexual, deliciosamente insinuado y resuelto con elegancia por la directora.

Un Sanchis Sinisterra en estado puro y en plena forma es lo que encontrarán, en definitiva, quienes acudan a la Sala Guirau del Teatro Fernán Gómez para presenciar Monsieur Goya, una indagación, que se mantendrá en escena hasta el 10 de noviembre.

José Luis González Subías

Fotografías: David Ruiz

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