La fuerza y actualidad de "Madre Coraje" en el Teatro María Guerrero de Madrid


Si Bertold Brecht (1898-1956) es mención obligada en los estudios sobre el teatro contemporáneo, su teatro, sin embargo, rara vez es llevado a las tablas en España. A 2013 se remontan los estrenos de La boda de los pequeños burgueses y de una Madre Coraje -por la compañía Atalaya, bajo la dirección de Ricardo Hiniesta- que constituye el montaje más cercano que conocemos, anterior a la versión que ahora presenta y dirige Ernesto Caballero -con el título completo de Madre Coraje y sus hijos-, de esta emblemática obra del escritor alemán que se opuso al régimen hitleriano e hizo del teatro un instrumento de reflexión y concienciación ideológico-moral.

Aplaudimos la iniciativa del Centro Dramático Nacional al producir este montaje. Pocas son las empresas y compañías que pueden arrostrar la aventura de llevar a escena un texto de tal complejidad, concebido como un espectáculo no lejano de los dramas musicales escritos por el autor en el Berlín de los años veinte, muy marcados por la influencia del director Max Reinhardt y del expresionismo. La inclusión de varios temas musicales a lo largo de la acción, interpretados por los actores, junto con la presencia de elementos narrativos, resueltos por Ernesto Caballero con la proyección luminosa de diferentes mensajes sobre el fondo de un escenario desnudo en el que los secretos de la tramoya y un ejército de focos se muestran al descubierto, forman parte de ese distanciamiento pretendido por el autor, destinado a centrar la atención del público sobre el mensaje que se pretende transmitir: un alegato en contra de la guerra; pero también la denuncia de la brutalidad y el egoísmo humanos, que encuentran en esas circunstancias el escenario propicio para aflorar con impunidad.

La acción de la obra, situada en el siglo XVII, en el marco de la Guerra de los Treinta Años entre católicos y protestantes -lo que destaca aún más el horror de unos crímenes cometidos, en este caso, en nombre de Dios-, se centra en Madre Coraje (Blanca Portillo), una madre dura, curtida en el dolor y el sufrimiento, que viaja junto a sus tres hijos en un carro tirado por ellos mismos, en el que transporta mercancías que compra y vende a los soldados de ambos bandos. Coraje es una superviviente, que trata de mantener viva y unida a su familia procurando alejarla de una guerra que, inevitablemente, terminará engulléndola. Los dramáticos sucesos que se irán agolpando en el transcurso de la historia se adivinan ya desde los primeros instantes, cuando el carro en que viajan la madre y sus hijos es detenido por unos soldados que pretenden llevarse a los dos retoños varones de la mujer a combatir.  La indefensión de los personajes se acentúa con la incapacidad para hablar de la hija, Kattrin (Ángela Ibáñez), que expresa asimismo, simbólicamente, el silencio de los oprimidos y las víctimas ante el poder de la injusticia. Su sacrificio final, en un rebato de tambor heroico, constituye uno de los momentos climáticos de una pieza en la que el calificativo "épico", más allá del concepto narrativo, se ajusta a la heroicidad de quienes tratan de sobrevivir con dignidad en las peores circunstancias.

Ernesto Caballero ha trasladado la acción a un presente muy reconocible por el público, presentando a los personajes y militares con atuendos y armas característicos de nuestro tiempo. Podríamos hallarnos en cualquiera de las no lejanas guerras ocurridas en Europa. El ambiente bélico y la angustia de una muerte siempre presente conviven con el deseo de sobrevivir y de satisfacer los instintos más elementales. Siempre que haya necesidad, habrá alguien dispuesto a obtener beneficio de cuanto pueda comprarse y venderse. Y ahí está Madre Coraje, una mujer superviviente y luchadora, en un mundo de hombres lobo vestidos de soldado, que juegan a morir o a dar la muerte. Coraje se sirve de sus verdugos para mantener vivos a sus hijos y a sí misma, portando como único escudo un viejo carro donde transporta sus mercancías, su más valioso tesoro junto a sus hijos.

No desvelaremos la historia contada por Brecht, a través de los ojos y la lectura de Ernesto Caballero. Solo destacaremos, para concluir esta fugaz reseña, el original planteamiento escenográfico (obra de Paco Azorín) de una puesta en escena que otorga todo el protagonismo al carro de Madre Coraje, que se desplaza y adopta diferentes formas a medida que avanza la acción. Todo sucede en torno a él. También la modernidad que aportan los efectos luminosos de la pieza, ya mencionados. Y, en un lugar destacado, el magnífico trabajo realizado por los doce actores que interpretan -y cantan con notable solvencia e, incluso, como en el caso de Raquel Cordero, de forma sobresaliente- a casi una veintena de personajes: David Blanco, Bruno Ciordia, Raquel Cordero, Paco Déniz, Ángela Ibáñez, Paula Iwasaki, Ignacio Jiménez, Jorge Kent, Blanca Portillo, Janfri Topera, Jorge Usón y Samuel Viyuela. Varios de ellos son ya viejos conocidos de La última bambalina, que ha dado cuenta de algunos de sus últimos trabajos sobre la escena. No podemos menos que dedicar, en cualquier caso, una mención especial -es de justicia hacerlo- a Blanca Portillo, que ha vuelto a encarnar uno de esos personajes emblemáticos de la historia del teatro, anhelados por cualquier comediante. Y lo hace con la fuerza y profesionalidad que caracterizan a esta gran actriz que, incluso en los momentos de mayor intensidad emotiva en escena, no pierde nunca el control de la interpretación y de cuanto sucede sobre el escenario, por el que se pasea con absoluto dominio. Dueña absoluta de la voz, de la palabra y las emociones, Blanca Portillo nunca defrauda; y realiza en esta ocasión una Madre Coraje, su madre coraje, perfecta.

No se hicieron largas las más de dos horas de duración de un texto sin concesiones a la relajación y la frivolidad, en las que en ningún momento decae el interés por cuanto sucede en escena. Todo menos eso es Brecht y una espléndida Madre coraje y sus hijos que los amantes del teatro podrán seguir disfrutando en el Teatro María Guerrero, hasta el 17 de noviembre.

José Luis González Subías

Fotos: marcosGpunto

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