Nise, la tragedia de una reina coronada tras su muerte


Un proyecto serio, con ideas claras sobre su cometido, todo un repertorio por descubrir y la firme disposición de llevarlo a la escena es lo que ha conseguido crear Ana Zamora al frente de la compañía segoviana Nao d'amores, que dirige, acompañada en su quijotesca aventura por un equipo artístico de primera. La idea de rescatar textos de nuestro primitivo teatro español, anteriores al siglo XVII, merece ya el mayor de los elogios visto exclusivamente desde un punto de vista cultural, pero hacerlo además con el nivel escénico y la calidad que distingue a cada uno de los montajes de esta compañía que es hoy, por méritos incuestionables, un referente tanto dentro como fuera de nuestro país, sitúa a Nao d'amores en un puesto de honor en la escena española contemporánea y convierte su trabajo en necesario e insustituible. Nadie como ellos para dar vida a la tradición dramática española medieval y renacentista; y ahí están para demostrarlo la docena de títulos que han ido coronando su trayectoria desde 2001, a los que viene a sumarse Nise, la tragedia de Inés de Castro, estrenada el pasado 12 de diciembre en la Sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía.

La búsqueda y el afán investigador de la compañía les ha llevado en esta ocasión a adentrarse en la obra de un grupo de dramaturgos que, en la segunda mitad del siglo XVI, cultivaron en España una tragedia de inspiración clásica e importante influencia senequista, nacida en círculos humanistas universitarios y jesuíticos, que supone el primer intento de crear una escuela trágica española que, si bien no encontró continuidad, constituye un importante paso en la trayectoria que conduce a la formación del teatro nacional barroco. Nao d'amores ha fijado su atención en dos importantes textos de esta tradición teatral, Nise lastimosa y Nise laureada (1577), obra del fraile gallego Jerónimo Bermúdez. Ambas piezas, convertidas por Ana Zamora en un solo texto -al que adorna incluso con la voz de Garcilaso de la Vega- son la base sobre la que se construye esta tragedia de amor y muerte en torno a la figura de Inés de Castro, que fue llevada al teatro en numerosas ocasiones entre los siglos XVII y XIX por su elevada carga pasional, muy cara al gusto romántico, y sobre la que incluso Alejandro Casona llegó a escribir su drama Corona de amor y muerte.

La legendaria historia de los desgraciados amores de Inés de Castro con el infante don Pedro de Portugal, en el siglo XIV, tiene un trasfondo político. Emparentada con los reyes de Castilla, el matrimonio entre ambos, que mantienen en secreto y del que han nacido dos hijos, supone una amenaza para los intereses de la nobleza lusitana, que ven como un peligro un vínculo que podría conllevar algún día la anexión de Portugal a Castilla. Impelido por algunos de sus consejeros a asesinar a la madre de sus nietos, el rey don Alfonso consentirá finalmente tan cruel crimen, que acabará con la vida del gran amor de su hijo, quien, roto de dolor y movido por la venganza, se alzará en armas contra su padre, ocupará el trono y mandará ajusticiar a los asesinos de Inés, ante los ojos de las gentes, y del público; para, finalmente, desenterrar a su esposa y coronar su cadáver como reina de Portugal.

Esta bella, intensa y pasional historia de amor y muerte, cargada de patetismo y horror siguiendo el modelo de las tragedias de Séneca, es resuelta por la directora con la maestría de quien sabe lidiar con materiales tan nobles, bien conocidos por ella.  Haciendo uso de elementos ya habituales en sus montajes, como son la inclusión de una escenografía a cargo de Ricardo Vergne, elemental y virtuosa a un tiempo, muy intuitiva y efectiva, en la que elemento musical ocupa un lugar destacado, físico, enmarcando la puesta en escena; o el empleo de un vestuario diseñado por Deborah Macías, muy sugerente, acorde con la ambientación general del espacio y que contribuye asimismo a crearla; Zamora orquesta un espectáculo de extraordinaria belleza plástica e impactante efectividad escénica, tanto desde el punto de vista emotivo como intelectual. Gran acierto la modificación del patio de butacas en un graderío con bancadas de madera que envuelve el espacio central donde se desarrolla la acción, o la apertura en este de un pequeño estanque con agua, utilizado con habilidad a lo largo del juego escénico; como lo es la inclusión de una campana cuyo sonido acompaña asimismo el desarrollo de las escenas, los movimientos coreografiados por Javier García Ávila y la maestría en el uso de unas composiciones vocales, bajo la dirección musical de Alicia Lázaro, intensas y llenas de belleza.


Un trabajo impecable desde el punto de vista artístico al que dan vida sobre la escena José Luis Alcobendas, Javier Carramiñana, Alba Fresno, José Hernández Pastor, Natalia Huarte, Eduardo Mayo, Alejandro Sáa e Isabel Zamora; todos ellos sobresalientes en sus respectivos y variados papeles. Permítasenos destacar, por su relevancia en el texto, la fuerza y delicadeza de Natalia Huarte, como doña Inés, el desgarrador papel de Eduardo Mayo dando vida a don Pedro o la digna serenidad que aporta José Luis Alcobendas al rey don Alfonso; y elogiar singularmente la voz del contratenor José Hernández Pastor, imprescindible en el conjunto, arrebatadora desde los primeros compases en que entona los versos del conocido soneto "Escrito está en mi alma vuestro gesto...".

Miramos con admiración y agradecimiento este tipo de trabajos que rescatan el importante patrimonio escénico de la tradición dramática española -no exclusiva del siglo XVII-, y muestran su potencialidad para ser puestos hoy sobre los escenarios y conectar con el público, si se tiene el talento suficiente para saber hacerlo. Sin duda, Nao d'amores lo tiene; como da muestra en este bello montaje de Nise, la tragedia de Inés de Castro, que permanecerá en escena, en la sala Juan de la Cruz del Teatro de la Abadía, hasta el 30 de diciembre de este año que va concluyendo.

José Luis González Subías

Fotografías: Teatro de La Abadía

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