Palabras mayores, "Divinas palabras"...
Que Valle-Inclán (1866-1936) es uno de los más grandes genios que ha dado la rica historia de nuestra tradición literaria y teatral es algo conocido, y reconocido, desde hace décadas. Su revolucionaria concepción de la escena es equiparable -incluso se adelanta- a la de los más importantes renovadores del arte dramático en el siglo XX. Anterior al teatro de la crueldad artaudiano, la dimensión de nuestro decadente modernista gallego como maestro de la palabra le permite hacer de esta un vehículo imprescindible de su peculiar universo dramático, al servicio de una permanente transgresión, alimentado en buena parte de su obra por el acicate inspirador de un mundo emanado de las más hondas raíces de una Galicia ancestral, bárbara, supersticiosa, animalizada y cruel -casi esperpéntica en sí misma-, donde los más elementales instintos del ser humano afloran, despojándolo de cualquier atisbo de refinamiento cívico. Y Divinas palabras (1920), la tragicomedia de aldea que estos días se representa en el Teatro María Guerrero de Madrid, constituye quizá el ejemplo más granado de esta singular e inconfundible dramaturgia.


José Carlos Plaza presenta un intenso y directo montaje de la obra, sin sorpresas, respetando un tradicional concepto del espacio y la ambientación que nos resulta muy adecuado para el texto de Valle, resaltado con toda su fuerza en la interpretación de unos actores que realizan un trabajo de lujo. Excelente el trabajo escenográfico y la iluminación diseñados por Paco Leal, así como el vestuario de Pedro Moreno y la ambientación musical a cargo de Mariano Díaz, que consiguen transmitir y recrear un inconfundible sabor añejo y rural de un tiempo ya lejano, pero todavía vivo en el recuerdo. A partir de un ingenioso y efectivo sistema de poleas con las que se desplaza y modifica la forma de una gran tela, con aspecto de vela jironada, que ocupa buena parte del escenario, el primero ha conseguido recrear y sugerir los múltiples espacios en que se desarrolla la acción, sobre un escenario prácticamente desnudo en el que cobra un necesario protagonismo el carro donde transportan a Baldadiño (el director ha preferido modificar el nombre dado por Valle al personaje, El Idiota, convirtiendo en nombre propio el adjetivo nominalizado con que se identifica a este, en alguna ocasión, en el texto original).

Una puesta en escena y un trabajo actoral sobresalientes es lo que encontrarán quienes se acerquen estos días a disfrutar, en el Teatro María Guerrero, de uno de los textos teatrales más originales, transgresores, y de mayor calidad artística, de nuestra tradición teatral. Divinas palabras permanecerá en escena hasta el próximo 19 de enero.
José Luis González Subías
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Fotografías: marcosGpunto |
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