Ramón Paso regresa al Teatro Lara con "Sueños de un seductor", de Woody Allen


Resulta difícil elegir las primeras palabras con las que echar de nuevo a andar tras más de cuatro meses de obligado silencio en los escenarios, que obligaron asimismo a nuestra "última bambalina" a enmudecer. Pero el teatro comienza de nuevo, lentamente, a aletear, y La última bambalina vuelve a la vida con ellos.

Y nos congratula sobremanera hacerlo reencontrándonos con una compañía, PasoAZorín, a la que hemos seguido muy de cerca en este cronicón de la vida teatral madrileña que venimos confeccionado desde hace tres años, la cual estrenó el pasado viernes, 17 de julio, en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, Sueños de un seductor, uno de los primeros éxitos teatrales -y cinematográficos- de Woody Allen. Estrenada en Broadway, en 1969, esta comedia con más de cincuenta años mantiene toda su frescura y el ingenio inconfundible del autor neoyorquino, que Juan José de Arteche -su traductor- y Ramón Paso, adaptadores del texto, han sabido conservar en una versión que, sin perder su esencia norteamericana, este último, director del montaje, ha sabido llevar a su terreno.

Solo un director habituado a lidiar con la comedia y el teatro de palabra, que sabe estar y guiar a sus actores sin que su figura se interponga entre el autor y el público, puede ser capaz de llevar a escena un texto tan singular, cuyo sentido y estilo son inseparables del creador que le dio vida. Manteniendo estos principios, Ramón Paso tiene además la cualidad de hacer suya la obra de un autor con el que se entiende -y a quien entiende- perfectamente, como le ocurre con Oscar Wilde. No es casual que ambos autores combinen el humor y la inteligencia a dosis perfectas; a lo que habría que añadir, en el caso de Allen, la creación de un personaje -él mismo-, que constituye el perfecto antihéroe heroico de nuestro tiempo con el que muchos nos sentimos identificados.

Como es habitual en los trabajos de Ramón Paso, el escenario se viste de funcionalidad, reduciéndose la escenografía y el atrezo a los mínimos elementos imprescindibles para reproducir el espacio donde transcurre la acción. En este caso, el apartamento donde vive Allan Fix (César Camino), un neurótico personaje, remedo del propio Allen hasta en su nombre, que, abandonado por su esposa (Inés Kerzan), trata de conocer a otra mujer -otras mujeres- (Ángela Peirat) con la ayuda de su mejor amigo (Carlos Seguí) y su respectiva esposa (Ana Azorín).

A tres actrices imprescindibles en el repertorio del director y dramaturgo madrileño -Ángela Peirat, Inés Kerzan y Ana Azorín-, acompañan en escena en esta ocasión César Camino y Carlos Seguí, que realizan, junto con estas, un trabajo excelente. No hay fisuras, altibajos ni disonancias en unas interpretaciones perfectamente orquestadas que resuenan al unísono, en una misma clave y tono -mérito que suma, al talento de los actores, la calidad del director-, ofreciéndonos un rico mosaico de matices e intenciones, al servicio siempre de una comicidad permanente durante los setenta y cinco minutos de una representación en la que la sonrisa cómplice del público cede el paso a la carcajada con frecuencia. Buena culpa de ello la tiene César Camino, que borda el papel del protagonista, Allan Fix. Centro absoluto del enredo generado en torno a su situación, el personaje -cuyo nombre en realidad no importa, pues a quien vemos sobre el escenario es a Woody Allen- permanece en escena en todo momento, transmitiendo desde el inicio de la obra una cómplice, cercana y distendida naturalidad a la que el público reacciona inmediatamente. Y esa complicidad se manifiesta asimismo entre los actores, que juegan y se divierten con cada uno de los personajes que se suman a esta comedia humana tan real como la ficción misma.

Una refrescante y muy acertada elección, en definitiva, para regresar a los escenarios la de la compañía PasoAzorín, y también para acercarse a estos y poblarlos de nuevo con nuestros aplausos y, en esta ocasión, con nuestras risas. Sueños de un seductor permanecerá en escena, en la sala Lola Membrives del Teatro Lara, todos los viernes y sábados, en principio hasta el 21 de agosto. Una cita muy recomendable para este verano tan atípico en el que la comedia es más necesaria que nunca. Y porque regresar a Woody Allen siempre es una buena opción. 

José Luis González Subías

Fotos: cortesía de Ramón Paso

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