"Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban)", una auténtica genialidad de José Troncoso para el Teatro Español


Parafraseando el título de la obra que ayer tuvimos la fortuna de encontrar sobre la escena, no sabíamos que estábamos tan mal hasta que descubrimos Con lo bien que estábamos (Ferretería Esteban), un texto de José Troncoso, dirigido por él mismo, con el que el Teatro Español volvió a abrir sus puertas el pasado 4 de septiembre, en una elección sobresaliente por parte de la nueva directora del teatro del Ayuntamiento. No hay excusa de ningún tipo para no ir a verla, ni perdón por no hacerlo. Aunque esperábamos lo mejor de quien fue capaz de crear un espectáculo tan original, divertido y atrevido como Lo nunca visto, con el que nos convenció sin fisuras en 2018, todas nuestras expectativas se han visto no solo colmadas, sino superadas por el magistral derroche de buen teatro, con mayúsculas y exclamaciones, desplegado por Troncoso en una obra que no dudamos en incluir en el grupo de aquellas que han sido tocadas por la mano de la genialidad.

La sólida trayectoria acumulada por José Troncoso como actor y director, a la que se suma un notable conocimiento de las tendencias escénicas más importantes de los últimos cien años, ha dado como resultado un dramaturgo singular, con un estilo propio, que enlazando con una larga tradición que nos remite al expresionismo y el esperpento valleinclanesco, la tragicomedia grotesca, el music hall o el teatro del absurso, se presenta hoy como una de las voces más originales de la actual dramaturgia española, tanto en la concepción textual de los textos como en su forma de dirigirlos

De "esperpento musical" -excelente definición- se califica la pieza  en el Dossier de prensa, donde se alude a sus "tintes de melodrama, humor y misterio" y las referencias o guiños en el montaje a cineastas como Buñuel y Fellini, a Chaplin, a compositores como Kurt Weill, cantautores como Jaques Brel y Rufus Wainwright, y al folclore nacional.

La inesperada asistencia a una función teatral transforma la anodina feliz vida matrimonial de Esteban y Marigel, dos figurones que regentan una ferretería en una ciudad con regusto provinciano, en un tiempo impreciso, pero cuyos signos externos remiten a un siglo XX cuyos estertores aún son reconocibles en nuestras calles. La locura del Arte, en forma de Música, se apodera del marido, quien sufrirá una liberadora y surrealista transformación que lo llevará a adentrarse en un mundo no exento de peligros, donde la tragedia y la comedia se confunden.

En el marco de una elemental y sugerente escenografía diseñada por Juan Sebastián Domínguez -creador asimismo del vestuario-, potenciada por la iluminación de David Picazo, en la que una serie de cadenas y bombillas colgadas desde lo alto aportan un valor simbólico añadido al efecto estético que de por sí producen, situadas sobre lo que se supone un viejo mostrador multiusos alrededor del cual se genera todo el movimiento espacial, apoyado por una sillas plegables, se desarrolla la delirante acción de esta comedia negra, con tintes satíricos, burlescos, reflexivos y autocríticos, en la que no hay respuestas ni mensajes unívocos. Haciendo uso de la retórica del humor, José Troncoso nos conduce a un mundo tan irreal como la realidad misma, en el que el público se adentra con naturalidad, sin imposturas, dejándose llevar por la magia de un juego escénico que le invita a aplaudir espontáneamente y a reírse sin ataduras, del mismo modo que calla encogido o reflexivo cuando la escena así lo requiere.

Un magnífico juego teatral, acompañado al piano por Néstor Ballesteros, en el que la música compuesta por Mariano Marín cobra una especial relevancia; en un montaje en el que, por encima de todo, sobresale el enorme talento y dominio de la escena de los dos grandes actores encargados de dar vida al delirante sueño escénico de Troncoso: Carmen Barrantes y Jorge Usón. Si al inicio de nuestra reseña nos atrevíamos a tildar el trabajo de José Troncoso de genialidad, no le va a la zaga la inolvidable interpretación de Barrantes y Usón, quienes despliegan sobre el escenario un derroche contagioso de energía escénica, que mantienen en todo momento, haciendo uso, desde un histrionismo perfectamente calculado, de todos sus conocimientos y recursos corporales, vocales... y líricos, pues pocas veces hemos visto cantar sobre la escena -en espectáculos no estrictamente musicales- con la solvencia de ambos.

De primera, en definitiva, este espectáculo producido por la compañía aragonesa Nueve de Nueve Teatro. Uno de los mejores de cuantos hemos visto en este turbulento año 2020, al que deseamos larga vida -no al año, sino al montaje-, para seguir haciéndosela un poco más feliz tanto a aquellos que consideran que Con lo bien que estábamos siempre se puede estar mejor, como para quienes piensan que Con lo bien que estábamos es mejor no tocar nada.

Hasta el 4 de octubre, en el Teatro Español. Yo no me lo perdería.

José Luis González Subías


     

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