Els Joglars satirizan el fanatismo identitario catalán reivindicando la figura, y el "seny", de Santiago Rusiñol


Un duro golpe desde el arte, el talento, la imaginación y el buen teatro es el que propinan Els Joglars al movimiento independentista catalán, y a todos los tics inherentes a este, desde la sátira rijosa, burlona y siempre inteligente que ha caracterizado a esta formación genuinamente catalana, con casi sesenta años, en Señor Ruiseñor, la comedia que desde el pasado día 2 de septiembre se representa en la Sala Verde de los Teatros del Canal.

Sobre un texto dirigido por Ramon Fontserè y escrito por este -con la colaboración de Dolors Tuneu y Alberto Castrillo-Ferrer-, este montaje, que fue estrenado a finales de 2018 en el Teatro Calderón de Valladolid y presentado pocos meses más tarde en el María Guerrero, vuelve a la capital española para retomar la actividad del grupo tras el obligado parón de varios meses fruto de las actuales circunstancias. Con una técnica exquisitamente depurada, guiada por la pulcritud en el tratamiento y el uso del espacio, y la perfecta sincronización en la actuación y el movimiento de cada uno de los seis actores que intervienen en escena, Els Joglars nos ofrece un montaje a la altura de todas las expectativas que su trayectoria les exige.

Impecable en todos los aspectos que pueden y deben ser valorados en un espectáculo teatral, Señor Ruiseñor constituye un excelente muestra del equilibrio entre contenido y forma exigible en cualquier texto dramático y representación escénica de altura. Con un texto donde cada palabra cuenta y cuyo mensaje no deja espacio a la futilidad, la obra, ambientada en una pinacoteca donde se exhiben las obras de Santiago Rusiñol, que pretende ser transformada en un museo de la identidad catalana, constituye, desde la sátira más mordaz y elegante a un tiempo, un ataque directo a las pretensiones secesionistas del actual nacionalismo catalán, y a otros postureos ideológico-mentales de nuestro tiempo ligados a este, marcados por el denominador común del fanatismo, la intolerancia y la imposición del pensamiento único.

La acción se centra en un jardinero que hace de guía en dicho museo, fusionado de tal modo con el autor de las pinturas que muestra -gracias al poético poder de la morfina- que se transforma continuamente, a los ojos del espectador, en el pintor mismo. Un Santiago Rusiñol admirado por Rubén Darío -también presente en el texto-, representante de un periodo dorado de la cultura catalana que se erige en símbolo de la contestación y de la sensatez -de la que participa asimismo el jardinero-, frente a un universo de lobotomizados adoradores del retablo de las maravillas que son incapaces de ver la desnudez del rey que les habla.

Excelente trabajo el de los seis actores que componen el reparto, con Ramon Fontseré en el papel de jardinero-Rusiñol, Pilar SáenzDolors TuneuXevi VilàJuan Pablo Mazorra y Rubén Romero, y la utilización del espacio escénico diseñado por Anna Tusell, en el que la iluminación de Bernat Jansà, junto las proyecciones de Manuel Vicente, consiguen crear momentos de exquisita belleza formal.

Este espectáculo de teatro completo, de perfecta y delicada factura, tallado con la elegancia y el sello de Els Joglars, podrá seguir disfrutándose en la Sala Verde de los Teatros del Canal, hasta el próximo 20 de septiembre.

José Luis González Subías

Fotos: David Ruano

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