La escuela de Ramón se abre paso a golpe de ingenio y carcajadas en el Teatro Lara


No existe comedia insustancial, puesto que el teatro se nutre de la sustancia de la vida. Y, en la vida, las alegrías y las penas juegan una caprichosa partida en la que la seriedad, vestida de prestigiosa etiqueta, trata inútilmente de arrebatarle su cetro a la sencilla sonrisa con que se adorna cada mañana la felicidad. En teatro, no hay nada más difícil para un autor que hacer reír, ni reacción más natural y espontánea en el público que la de la carcajada. Eso lo sabían muy bien nuestros grandes comediógrafos del pasado siglo, herederos de una larga tradición escénica que encontró, con Ramón Gómez de la Serna y el nuevo concepto del humor gestado en las vanguardias, un fecundo filón llevado hasta sus últimas consecuencias por Jardiel Poncela, López Rubio, Neville, Mihura, Alfonso Paso o Alonso Millán, cultivadores de un tipo de comedia tradicional y "comercial" que terminó sufriendo el descrédito de la crítica y de cierta parte del público, a causa, entre otras razones, del abuso en el empleo de unos recursos ya manidos, repetidos desde hacía décadas sin apenas modificación.

A estas alturas ya de siglo hemos visto suficientes experimentos teatrales, tendencias escénicas alternativas, revolucionarias, que pretendían renovar la escena o convertir esta en un nuevo púlpito emulador de la tribuna, que cualquier intento honesto por recuperar la esencia de la comedia tradicional -y con ella al público-, devolviendo la sonrisa y, si es posible, la carcajada al patio de butacas, nos parece la alternativa más progresista y comprometida con el teatro -y con la vida- que hoy se necesita. Y Ramón Paso, heredero de esa larga tradición teatral a que hacíamos referencia, ha sabido erigirse en los últimos años en una figura imprescindible en la cartelera madrileña con una permanente y generosa entrega de propuestas escénicas en las que ha sabido crear un estilo propio, inconfundible, al que da vida un entusiasta grupo de actrices -lo son en su mayoría-, imprescindibles en la compañía PasoAzorín, que lo han acompañado en su andadura: Ana Azorín, Inés Kerzan, Ángela Peirat, Ainhoa Quintana... A estas se ha sumado en El móvil, la última creación del comediógrafo, Eva Bonald, a la que seguro volveremos a ver en futuras producciones de la compañía.

El móvil es una comedia de chicas, para ellas y ellos -es decir, nosotros-, pues no hay distinción alguna de género entre las carcajadas del público que asiste a la representación de esta divertida pieza, fusionándose en una sola voz de relajada complicidad, desinhibida y desenfadada. El humor más inteligente es el que se hace sin pretenciosidad alguna. Sí con pretensión; la de hacer reír y retratar al ser humano en su compleja sencillez y en la cotidianidad compartida por la mayor parte de nosotros, con nuestros parecidos y diferencias. No desvelaremos nada del contenido de una historia, transcurrida en un salón, en torno a un grupo de amigas y a una infidelidad conocida a través de un móvil. Una trama que da pie a todo un cúmulo de enredos a cuál más disparatadamente verosímil. Pues eso, como la vida misma. 

Divertidísima propuesta la que nos ofrece Ramón Paso en este trabajo cuya dirección corre asimismo a su cargo, en el que el permanente juego escénico fluye con naturalidad. La misma que muestran las actrices que protagonizan la pieza, quienes realizan un trabajo impecable, lleno de complicidad y divertimento que se traslada al público, cuyas carcajadas -en el teatro- nunca se equivocan. El móvil podrá seguir disfrutándose hasta el 9 de enero de 2021, en la Sala Lola Membrives del Teatro Lara.    

José Luis González Subías


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