La comedia francesa sienta sus reales en el Teatro de la Comedia, de la mano de Molière y Flotats


Es tanta y tan rica la oferta teatral madrileña de esta nueva temporada, que sobrevive a fuerza de tesón y fe en la necesaria subsistencia y recuperación de una forma de vida que no nos resignamos a perder, que ahora mismo es posible trasladarse por las grandes salas de la capital y codearse nada menos que con Shakespeare y Molière, que han venido a visitar a sus tocayos hispanos y celebrar la Navidad galdosiana. Si la pasada semana lanzábamos las campanas al vuelo ante un acontecimiento teatral superior, que pocas veces se repite (la representación de un Macbeth inolvidable, en el Teatro María Guerrero), estas no deben aún recogerse, pues debemos seguir celebrando que la sede de nuestra Compañía Nacional de Teatro Clásico haya dado cabida entre sus muros a las palabras del insigne comediógrafo francés Jean-Baptiste Poquelin, o lo que es lo mismo, Molière (1622-1673), que desde el pasado 28 de noviembre ha afincado sus reales en el Teatro de la Comedia para deleitarnos con uno de sus textos más recordados y representados en España: El enfermo imaginario.

El artífice de la aventura, y director del montaje de esta nueva versión realizada y protagonizada por él mismo, en el papel del hipocondríaco Argán, no es otro que Josep Maria Flotats, nombre cuya sola mención hace que el telón se levante y hasta las bambalinas desarrollen brazos para aplaudirlo. Una nueva lección de respeto a los orígenes de la escena y a una tradición literaria y cultural que Flotats representa y ha sabido transmitir en cada uno de los numerosos trabajos que conforman su larga carrera artística, en la que siempre ha estado presente su arraigada filiación y formación galocatalana. Creador y mantenedor de un estilo interpretativo propio y de una forma de afrontar la puesta en escena muy reconocible, la impronta ilustrada de este racionalista soñador de nuestro tiempo se manifiesta en esta nueva versión del clásico molieresco, que Flotats hace suyo, dándole ese aire "dieciochesco" en que tan bien se mueve el actor y director barcelonés; un rococó atemperado por tonos grisáceos, perfectamente plasmado en la escenografía de Ezio FrigerioRiccardo Massironi, junto con el vestuario de Franca Squarciapino, solo roto en el desenlace final de la pieza, donde asoma por vez primera, sin tapujos, el color de la farsa que ha sido en todo momento la pieza.

El "realismo" de la ambientación, remarcado por la brillante interpretación de un Flotats que ha hecho del naturalismo (un naturalismo poético y absolutamente creíble a un tiempo) un sello personal en la forma de moverse y hablar en escena, marcado por la más absoluta -y estetizante- sencillez y verosimilitud, contrasta con la interpretación del resto del fabuloso elenco de actores que completan el reparto, que, movidos con los resortes más descarados de la farsa y la amanerada comicidad del histrionismo -en algunos casos más intencionadamente marcado que en otros-, despliegan una amplia gama de recursos escénicos utilizados con una maestría y efectividad impecables. Brillante trabajo el realizado por Anabel Alonso, en su papel de Tonina, esa criada enredadora, descarada y sabelotodo que asume el grueso de la comicidad en la pieza, con un derroche de energía y saber por parte de la actriz, digno de manual. Y no le quedan a la zaga cada uno de los actores y actrices que, junto con los citados, completan el reparto, quienes tuvieron oportunidad de lucirse en sus respectivos personajes: Belén Landaluce, Lola Baldrich, Alejandro Sigüenza, Rubén de Eguía, Eleazar Ortiz, Francisco Dávila, Joaquín Notario, Bruno Ciordia y Arturo Martínez Vázquez.

Un montaje, en definitiva, a la altura de lo esperado por un equipo y unos artistas como los que Josep Maria Flotats ha sabido reunir, que no defraudará a quienes estos días aún puedan disfrutar de él; una lección de cómo montar un clásico -aunque sea francés- respetando el espíritu y la letra de su autor, sin que por ello suene a lejano o caduco. El enfermo imaginario de Molière se mantendrá en cartel, en el Teatro de la Comedia, hasta el próximo 27 de diciembre. 

José Luis González Subías

Fotografías: Sergio Parra

Comentarios

  1. Me han encantado las imágenes de la obra y con tus comentarios, me convenciste. me habría gustado tener la oportunidad de mirar esta puesta en escena, hoy en día casi todo lo que hay en cartelera es más contemporáneo. ¿Siguen dando funciones?

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