Ramón de la Cruz se asoma a la escena madrileña desde la Sala Tirso de Molina de la Compañía Nacional de Teatro Clásico


Ramón de la Cruz... Ganas teníamos de leer este nombre en la programación de alguno de los muchos teatros de ese Madrid cuya expresión más castiza y chispera popularizó en sus sainetes del último tercio del siglo XVIII el dramaturgo madrileño. Llüisa Cunillé ha sido la encargada de dar forma a la difícil tarea de unificar en un mismo hilo argumental un grupo de diferentes piezas breves del autor de El Manolo, ligadas exclusivamente por el contexto en que fueron escritas y el tipo de personajes y ambientes costumbristas reflejados por de la Cruz en sus textos, Xavier Albertí de adaptarlos al lenguaje y los códigos de nuestro tiempo (también de la selección de unas piezas musicales que, bajo el sello de Federico Chueca, conectan la obra con el género chico, prolongación natural del tipismo dieciochesco), y Lluís Homar de dirigir un espectáculo con sabor a época pero absolutamente contemporáneo en su planteamiento escénico. 

Tomando como motivo central de la acción la metateatralidad generada en torno a la intrahistoria de una compañía teatral -la de Eusebio Rivera, o Ribera, que de ambos modos se escribe su nombre en aquel tiempo- y los amoríos, celos y trifulcas habituales entre las gentes populares -y algunas pudientes- del Madrid goyesco, asistimos a un colorido espectáculo, pleno de ritmo y torbellina confusión, por el que desfilan cómicos, escritores, chulos, matasietes, bravucones, deslenguadas, enfatuadas, emperifolladas, desinhibidas manolas, petimetras, pollos, lechuguinos y otras especies diversas de la farándula cómica y humana.

Nada menos que doce actores, acompañados al piano por Carlos Pérez Claudio, interpretan a un no menos generoso número de treinta y cinco personajes, a los que dan vida con el gracejo y desenvoltura a la que nos tienen acostumbrados los miembros de esa magnífica cantera de actores que ha sido la Joven CNTC, hoy ya veteranos en la puesta en escena de nuestros clásicos, la mayoría de cuyos nombres han circulado ya en alguna ocasión por las páginas de La última bambalina, que cumplen su función con la soltura requerida y un reseñable dominio del canto, ingrediente fundamental del espectáculo: Miguel Ángel Amor, Mikel Arostegui, Pablo Béjar, María Besant, Ignacio Jiménez, Ariana Martínez, Laura Romero, Carolina Rubio, David Soto Giganto, Raquel Varela, Samuel Viyuela González y Georgina de Yebra

Viste la escena, con una sugerente, elemental y práctica escenografía que deja un amplio espacio a la imaginación, Elisa Sanz, encargada asimismo, junto con Pier Paolo Álvaro, de un vestuario digno de encomio; y firma la iluminación Pedro Yagüe.

Estrenada el pasado 26 de noviembre, en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la ComediaLa comedia de maravillas se mantendrá en cartel hasta el 14 de febrero de 2021.

José Luis González Subías


                                                                        Fotos: Sergio Parra

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