"Blablacoche", una nueva y divertida comedia de Eduardo Galán, con mucha intención
Ayer se despedía de los Teatros del Canal, donde el 10 de febrero inició su viaje desde Madrid a Cádiz, sin moverse de la capital, ese coche fantástico ideado por Eduardo Galán en su última obra, capaz de desplegarse como un puzle y repartir las piezas por el escenario sin perder nunca su condición de automóvil (excelente trabajo de un equipo artístico que cuenta con Javier Ruiz de Alegría en la escenografía, Carlos Alzueta en la iluminación, Julio Awad a cargo del espacio sonoro y Carmen Beloso como responsable de vestuario), y juntar en él durante unas horas a cuatro variopintos personajes (muy varios y muy pintos) cuyas vidas se entrecruzan y mezclan de tal modo que nada será igual cuando finalicen sus respectivos viajes a Ítaca.
Blablacoche se convierte de este modo, con el barniz de una comedia destinada por encima de todo a entretener, metiendo el dedo en la llaga -desde la desinhibición y la incorrección "política"- sin perder por ello el distanciamiento cómico que ofrece la risa inteligente del chiste, en un viaje iniciático y de descubrimiento, tanto de uno mismo como de los otros, que nos enseñará que nada es lo que parece, que los prejuicios son la llave de muchos comportamientos viles, que la bondad adopta los más variados disfraces y que la soledad, la ignorancia y el miedo solo se vencen con el amor. Un mensaje de esperanza, optimismo y fe en el hombre (y la mujer, como diría Nat), y una invitación a vivir y seguir adelante frente a la adversidad y los contratiempos, digno de agradecer ante el sino trágico y desesperanzado de nuestro tiempo, en la línea del mejor Eduardo Galán.
Y precisamente uno de los muchos atractivos de esta divertida pieza, llena de intención, reside en el texto de un experimentado dramaturgo, cuya andadura, iniciada hace más de treinta años, conecta con la mejor tradición de la comedia española, que asoma en sus numerosas obras. Pero también, y no en segundo lugar, la inteligente y muy acertada dirección de Ramón Paso, un dramaturgo y director de reconocido prestigio -digno heredero de esa misma tradición, a la que ha sabido insuflar savia nueva- que ha asumido el reto de montar una comedia no nacida en esta ocasión de sus manos y magín, a la que, como no podía ser de otro modo, ha dado el aire, el ritmo y el tono de sus propias comedias. Inconfundible asimismo el estilo de Paso, como el de Galán, quienes se han encontrado y fusionado en un producto en el que se reconoce el talento de ambos.
Junto al indiscutible protagonismo del coche, que preside, aglutina y en torno al cual se distribuye la acción, otro de los grandes atractivos de esta comedia es el acertado elenco de actores que le dan vida; desde un Pablo Carbonell (Ramiro) cuya espontaneidad y naturalidad sobre el escenario es insuperable y su sola presencia en escena -que llena, con un don natural- invita a reír y sentirse relajado, a Soledad Mallol (Magina), cuyas dotes cómicas no quedan a la zaga y se apropia del personaje con la misma soltura y espontaneidad, Víctor Ullate-Roche (Max), que interpreta -y muy bien- a un peculiar actor que no pasa desapercibido, y Ania Hernández (Nat), joven actriz con una trayectoria imparable a la que auguramos un futuro -presente ya- muy prometedor. Estuvo impecable, al igual que todos los integrantes de este excelente reparto.
Blablacoche se despidió ayer de los Teatros del Canal, en cuya Sala Negra ha permanecido cinco días. Estamos seguros de que pronto iniciará su viaje hacia otras tierras. Estén atentos. Puede que pronto aparezcan por su ciudad estos cuatro personajes a bordo de su vehículo, dispuestos a hacerles pasar una tarde muy, pero que muy, divertida; intrascendente, quién lo duda, pero con mucha intención.
José Luis González Subías
Fotografías: Pedro Gato
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