Entre la revolución y el deseo... Marat-Sade regresa a la escena española de la mano de Luis Luque


Sanatorio para locos de Charenton, 13 de julio de 1808... Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, rige los rumbos de la nación que había protagonizado el estallido revolucionario que cambió la historia, abriendo las puertas al mundo contemporáneo, y extiende su imperio por el resto de Europa. Mientras, en el interior de los muros de este manicomio donde se encuentra recluido el marqués de Sade, dirigidos por este, los locos representan, ante el director del psiquiátrico, una función teatral que recrea los últimos momentos de la vida de Jean-Paul Marat, líder de los jacobinos que sembraron el terror durante la Revolución Francesa, y su asesinato por la joven girondina Charlotte Corday, justo quince años antes del día en que se celebra esta función.

Este es el planteamiento argumental de Marat-Sade, texto del escritor alemán Peter Weiss convertido, desde su estreno en 1964, en obra de culto e icono del teatro alternativo, provocador y subversivo, cuya fuerza y actualidad -tanto de su mensaje como de sus recursos escénicos- mantiene plena vigencia más de medio siglo después de su confección. Las interpretaciones de un texto que pone en su punto de mira la rebelión de las masas y los estragos de la revolución, contraponiéndolos a los derivados del comportamiento y la responsabilidad individual, han sido muchas. No es este el lugar para reflexionar sobre su contenido, rico en matices y aristas; pero sirva esta mención de acicate para conocer (quien no lo haya hecho aún) o acercarse de nuevo a la batalla dialéctica y visceral que Weiss desplegó en una obra dirigida directamente a nuestra conciencia y a nuestros deseos, a veces más ocultos.

No han pasado muchos años desde que Ricardo Iniesta y su compañía Atalaya llevaran a escena a los locos de Charenton, en 2015, y todavía se recuerda el espléndido montaje de Animalario (2007), a partir de la primera traducción del texto alemán, realizada por Alfonso Sastre en 1968. Luis Luque, en su reciente y difícil etapa como director adjunto del Teatro Español y de sus Naves del Matadero, dirige la nueva versión de este clásico contemporáneo, al que ha vestido con un tono y un colorido que nos atreveríamos a calificar ya como distintivos de su sello. Un sello, en nuestra opinión, sinónimo de calidad.

Acompañado por un equipo artístico de total confianza para el director, entre cuyos integrantes encontramos nombres habituales en sus trabajos (Mónica Boromello en el diseño del espacio escénico, Luis Miguel Cobo en la composición musical y Bruno Praena con la videoescena), sobre una traducción que conserva el sentido y la fuerza del texto de Weiss, a cargo de Miguel Sáinz, Luque ha orquestado un bello juego escénico dominado por la palidez de un blanco salpicado por notas bermejas y azules (los colores de la enseña francesa), en distintos tonos, y pinceladas oscuras, ofreciendo un sugerente contraste visual acorde con el sentido del texto. La inclusión de permanentes movimientos coreográficos (excelente trabajo de Sharon Fridman) y un elemento musical que adquiere un elevado protagonismo en el montaje acercan este, desde el primer momento, a las técnicas teatrales de Bertold Brecht -sin olvidar la inevitable mención al teatro de la crueldad artaudiano-, no solo en la incorporación del universo operístico (la obra se acerca a la ópera-rock y al teatro musical en muchos momentos) sino también en el empleo de una videoescena que adquiere un carácter narrativo -cinematográfico- en algún momento y se incorpora al discurso.

Un elenco de trece intérpretes da vida a este abigarrado universo de enfermos-actores (nos hallamos ante una obra maestra del tan cacareado, repetido, efectivo y estudiado recurso del teatro dentro del teatro) en el que destaca la brillante actuación de Nacho Fresneda, en su papel de Sade, cuya magnética y poderosa voz se impone en el escenario dominándolo todo, y Juan Codina, a cargo de un Marat desgarrador e intenso que transmite su visionaria pasión más allá de la escena. Espléndido tándem al que acompaña un sólido reparto de actores y actrices, en algunos casos con sobresalientes dotes para el canto y dominio de la instrumentación musical, cuyos nombres recogemos en este sucinto repaso: Francisco Boira, Emilio Buale -quien protagonizó algunas escenas memorables-, Itziar Castro -verdadero torrente de voz y fuerza sobre la escena-, María Lobillo, Juando Martínez, Eduardo Mayo -magnífico en su papel de Pregonero-, Adrián Navas, Pepe Ocio, Andrés Picazo -interpretó un tema musical de gran belleza-, Julia Rubio -notable presencia escénica- y Ana Rujas.

Marat-Sade es una de esas obras que hay que ver, y el montaje de Luis Luque lo merece, sin duda. Una de las más interesantes propuestas escénicas de Madrid estos días, que se mantendrá en escena en la Sala Fernando Arrabal de las Naves del Español, hasta el próximo 14 de febrero.

José Luis González Subías

Fotografías: Jesús Ugalde

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