"Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso"... La tragedia amorosa de Mariana Pineda se presenta en el Teatro Español


Mariana Pineda... No se han prodigado los montajes de esta obra, un texto primerizo del repertorio teatral de Federico García Lorca, pero lo bastante singular dentro de su producción como para llamar la atención y ser destacado en muchos aspectos. Aunque sensu stricto no puede decirse -como hubiéramos deseado- que el texto estrenado por el autor granadino en 1927, de la mano de la Margarita Xirgu, regresa a su casa -qué mejor hogar para este que el templo de la escena española, donde la estatura del inmortal escritor mira de frente su entrada-, en cierto modo es así, pues Lorca es al teatro español lo que su poesía al verso y son de Andalucía.

Javier Hernández-Simón es el artífice intelectual y artístico de la puesta en escena de este clásico contemporáneo que vivió su bautismo en el Teatro de Rojas, en Toledo, hace ya un tiempo; pocos meses antes de que la nueva plaga de este siglo obligara a cancelar nuestra vida indefinidamente. Sobreviviendo a las actuales circunstancias, como tantos otros personajes, reales y ficticios, de nuestro pequeño teatro del mundo, Mariana Pineda ha vuelto a caminar por los escenarios, llevando su mensaje reivindicativo de un amor y un deseo de libertad inherentes a la personalidad y la obra artística lorquiana, aunque tan dependiente y ligada esta última al sentimiento amoroso que llega a subordinarse a una pasión, instintiva y visceral, capaz de anteponer a cualquier otro anhelo: "¡Yo soy la Libertad porque el amor lo quiso", exclama Mariana Pineda poco antes de ser conducida al cadalso. 

Porque siendo ambas cosas a un tiempo, Mariana Pineda es una tragedia de amor traicionado antes que de entrega a la causa del liberalismo; un drama histórico de resabios románticos, que mira de cerca al teatro poético de Marquina, escrito totalmente en verso -aunque buena parte de este se pierda en la versión actual, en concreto los endecasílabos, quizá pretendidamente-, donde se representa la trágica historia de un amor imposible y frustrado, encarnado en una legendaria heroína de la causa de la libertad.

Javier Hernández-Simón, autor de la versión presentada el pasado 27 de enero en el Teatro Español, y director asimismo del montaje, ha planteado una puesta en escena respetuosa con el texto, si bien la fuerza poética lorquiana se nos desdibuja en ocasiones, así como la intensidad de algunas escenas, que nos resultan algo diluidas o desaprovechadas. No obstante, debemos reconocer los muchos valores artísticos que encierra el conjunto de un montaje que ha sabido encontrar en la escenografía diseñada por Bengoa Vázquez un excelente apoyo visual y estético, empleado asimismo como parte integrante de una acción que evoluciona rítmicamente junto con un decorado que se muestra vivo. Nos agrada la sugerente mezcla entre tradición y modernidad pretendida -y conseguida- en el empleo de un vestuario historicista, a cargo de Beatriz Robledo, y la citada escenografía, plena de simbolismo y guiños expresionistas que la conectan con los adelantos más vanguardistas de unas apuestas escenográficas -a un tiempo ya clásicas- siempre efectivas si se saben utilizar bien, como es el caso.

Hernández-Simón adecúa con solvencia la veintena de personajes que intervienen en el drama lorquiano, más comparsas y figurantes, a un reparto de nueve actores que se multiplican y logran dar vida a este cuadro de costumbres patrias ambientado en las postrimerías de la Década Ominosa, en el que la acción salta de un espacio a otro junto con los intérpretes, que interactúan y evolucionan con este, conduciéndonos al apoteósico final de la inmolación de la protagonista frente al público, donde la actriz que encarna a la protagonista, Laia Marull, encuentra, en nuestra opinión, su momento más afortunado. Muy correcto, en su papel de don Pedro Sotomayor, Álex Gadea; al igual que Fernando Huesca como Pedrosa, Marta Gómez interpretando a Clavela, Aurora Herrero en su doblete de doña Angustias y doña Carmen, Óscar Zafra como el enamorado Fernando, José Fernández (Alegrito), Silvana Navas (Amparo) y Sara Cifuentes (Lucía).

Una excelente oportunidad de volver a ver sobre el escenario un texto de Lorca; en esta ocasión de un Lorca distinto, aún titubeante en el camino que como dramaturgo debía seguir. Aunque solo fuera por eso, es de agradecer la apuesta y la realización de este montaje, que se mantendrá en escena, en el Teatro Español, hasta el próximo 7 de febrero.

José Luis González Subías

Fotografías: marcosGpunto

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