Monologueando, que es gerundio... y oxigenante


El monólogo, esa manifestación escénica en la que el actor tiene como interlocutor exclusivo el público y le permite alcanzar con este, convertido en íntimo y cercano confidente de sus confesiones, las más altas cotas de complicidad, vive en España desde hace tiempo, en su variante de "monólogo cómico" (stand-up comedy para los entendidos o acostumbrados al moderno trinar), un momento dorado, impulsado quizá -mejor quitemos el adverbio- por su visibilidad en el medio televisivo en las dos últimas décadas.

Este género, desarrollado al amparo de la vida nocturna y más apropiado para los breves espacios de las salas de fiesta y sitios afines que para las tablas de un escenario teatral al uso, es, sin embargo, teatro, y un magnífico terreno donde explorar las posibilidades interpretativas y comunicativas de un actor. No solo de este, sino también del escritor -a veces él mismo- que construye los textos que interpreta; normalmente, elaboradas creaciones en las que rebosa el ingenio y la chispa humorística.

No es este el terreno en el que el Teatro del Sótano y su Laboratorio suelen moverse; y sin embargo, no puede sorprender que un hombre de teatro como Francisco J. de los Ríos, acostumbrado a lidiar con los géneros más dispares, partiendo siempre de un compromiso con la realidad y el hecho escénico, desde la experimentación y el afán de investigar permanentemente, se haya lanzado a la aventura de crear un espectáculo como Monólogos, monólogas & monólogues -la ironía del título habla por sí sola-, adentrándose en un mundo -el de la comedia y el humor, en un formato además muy específico- que no es nuevo, en cualquier caso, para él.

Estrenado ayer en La Usina, el espacio donde De los Ríos desarrolla su actividad, este sexto montaje del Laboratorio del Sótano, que ya se adentró en la comedia con No queda tortilla -en un tono muy diferente-, está planteado como un verdadero espectáculo de monólogos, ambientado en un bar nocturno, en cuyo pequeño escenario van sucediéndose distintos cómicos dispuestos a hacernos reír con cada una de sus personales y disparatadas historias; todas ellas escritas por Paco Ríos, director asimismo del montaje, quien interviene en esta ocasión en escena como maestro de ceremonias que presenta a cada uno de los artistas, reservándose asimismo para el final del espectáculo un tema musical que interpreta con acierto y bien templada voz, en el que refleja con sinceridad los sinsabores y esperanzas de la vida de un cómico, la única que este, cuando es verdadero, puede y está dispuesto a vivir.

Protagonizan un espectáculo lleno de chispa, humor y, por qué no decirlo, talento, un heterogéneo grupo de siete actores formado por Soraya Ruiz, Rosa Jurdao, Jorge Íniguez, María José M. Arjona, Milán Capilla, Susana Galán y Ernesto Martín, que, durante una hora y media de concatenadas historias llenas de intención, hacen reír a un público dispuesto a pasarlo bien. Y a fe que lo consiguen.

Monólogos, monólogas y monólogues permanecerá en La Usina durante el resto de este mes, todos los domingos a las 20:00 horas.

José Luis González Subías


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