Teatro del Temple nos recuerda, con humor, que el espíritu de don Quijote aún sigue vivo para quienes lo busquen


Don Quijote cabalga de nuevo -en realidad nunca dejó de cabalgar- entre quienes alientan el deseo de su existencia y alimentan, proyectado en aquel, el alto impuso de sus más nobles anhelos. Todos somos en realidad, don Quijote, o podemos serlo, si decidimos recuperar su ilusión y seguir sus pasos, uniéndonos para darle vida. Ese es el mensaje último que trasciende en Don Quijote somos todos, una propuesta teatral de Teatro del Temple que ayer pudimos disfrutar en Madrid, en el marco de la Fiesta Corral Cervantes, que celebra este año su quinta edición. 

Tomando como base el texto cervantino, José Luis Esteban ha escrito una obra enteramente original, que incorpora conocidos pasajes de El Quijote a una historia protagonizada, siglos después, por las gentes comunes del lugar imaginario de su nacimiento, tan insignificante en el mapa que Cervantes no quiso siquiera acordarse de su nombre. El alcalde de este humilde municipio, de un puñado de habitantes, trata de insuflarle vida al pueblo -y por qué no decirlo, a sus propios bolsillos, en connivencia con los del ventero- afirmando que las más altas autoridades gubernamentales han decidido alzar un nuevo Parador de Turismo en dicho lugar, utilizando como reclamo ser este la cuna del ilustre hidalgo manchego. Todo el pueblo se pondrá a ello y se fusionará de tal modo con la idea que pronto asistiremos a una mimetización de sus habitantes con algunos de los más importantes personajes de la novela, y reviviremos emblemáticos momentos de esta -el enfrenamiento de don Quijote con los molinos, el encuentro con los cautivos, la historia de Crisóstomo y Marcela, el descenso a la Cueva de Montesinos o el viaje sobre Clavileño-, fusionados con la vida y las relaciones personales existentes entre los personajes "reales" de la aldea: Duque, el alcalde (Carlos Martín Bazán); el cura -excura- Jerónimo (José Luis Esteban); la maestra Marcela (Alba Gallego); Lorenza, una ganadera (Minerva Arbués); el médico Nicolás (Francisco Fraguas) y Palomeque, el ventero (Félix Martín).

Realidad y ficción se mezclan en un permanente juego metaficcional destinado a obtener la connivencia y la sonrisa del público en una comedia llena de logros escénicos, entre los que destaca, junto con la calidad dramática y literaria de la historia ideada por José Luis Esteban, el acierto en la dirección de Carlos Martín Bazán, la funcional e ingeniosa escenografía ideada por Tomás Ruata y, en conjunto, el magnífico trabajo en equipo de un cohesionado y experimentado grupo de actores que lo dio todo sobre el escenario. A los que debemos sumar la aportación de Gonzalo Alonso, a cargo de la labor instrumental de una música en directo que tuvo especial protagonismo en algunas escenas, en las que los intérpretes mostraron asimismo sus bien elaboradas dotes corales.    

Humor, con algunas dosis de leve crítica mordaz, música, ingenio, un excelente trabajo en equipo y teatro popular, en el más elevado sentido del término, es lo que ofrece Teatro del Temple en su Don Quijote somos todos, que podrá seguir disfrutándose, hasta el 11 de julio, en la Fiesta Corral Cervantes de Madrid Río.

José Luis González Subías

Fotografías: Marcos Cebrián

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