"No crítica" teatral


Hace tiempo que, buscando mayor espacio para mis hazañas, y sin necesidad de llegar a Italia, recorro los teatros de Madrid con la intención de dar mayor visibilidad a lo mucho y bueno que se hace en nuestros escenarios. En ocasiones he creído sentir el dedo acusador de los críticos muy críticos, censurándome en silencio, o con veladas palabras, lo bondadoso de mis apreciaciones sobre los montajes que he reseñado en estos más de cuatro años que llevo publicando mis observaciones desde La última bambalina. Y alardeo de ello, pues del mismo modo que siempre es fácil encontrar la mancha acusadora sobre una límpida superficie, no lo es menos encontrar diamantes y oro bruñido relumbrando al sol -no en vano- en cualquier montaje puesto en pie con un mínimo de seriedad, entrega y amor al teatro. Y eso es lo que busco y normalmente hallo y después expreso en mis "bambalinas".

En alguna ocasión -muy pocas, es cierto- se ha deslizado en mis reseñas -crónicas las han llamado también- una punzante insinuación o afirmación respecto a lo visto, que me ha costado mucho escribir (cuánto cuesta medir las palabras para no ofender ni herir susceptibilidades y orgullos); incluso he renunciado a decir nada de lo visto en un par de ocasiones, ante la imposibilidad de encontrar cualquier asidero al que agarrarme para salvar lo insalvable. Difícil labor la del crítico, tanto cuando no critica como cuando lo hace.

Tras mi última correría teatrera para presenciar un montaje... de cuyo nombre no quiero acordarme, he tomado la decisión de no dejar de escribir mi acostumbrada reseña cuando no me guste o no sepa cómo "salvar" lo visto, y, respetando mi deseo de escribir siempre bien sobre lo que observo en escena, dejar la página en blanco como muestra de mi disgusto o decepción cuando esto no sea posible. Llamaré a estas bambalinas "no críticas" teatrales; y será suficiente aviso para quienes sepan entender lo que oculta ese silencio. No diré, eso sí, el título de la obra no criticada (¿qué mayor crítica podría haber, en caso de mencionarse?). El silencio da alas a la imaginación, así que mis no críticas teatrales, a falta de otro valor, contribuirán al menos a desarrollar este sentido; pero también dejarán constancia de -algo obvio, por otra parte- que, aunque todo cuanto se sube a un escenario es digno del mayor de los respetos y un aplauso -al menos de cortesía-, no siempre lo que vemos es buen teatro. ¿O acaso hacía falta recordarlo?

José Luis González Subías               

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