Estreno de lujo para la nueva temporada de la CNTC: "Antonio y Cleopatra", de William Shakespeare


Si no existiera el teatro debería inventarse, y pronto. Realmente hay pocas actividades humanas tan placenteras y edificantes como esta, cuando despliega sobre el escenario todo su potencial. Y esto volvió a suceder el pasado domingo sobre la tablas del Teatro de la Comedia, en el que, desde el 23 de septiembre, se representa Antonio y Cleopatra, una obra maestra más del repertorio shakesperariano que volvió a demostrar por qué las historias creadas para la escena por el poeta inglés, hace más de cuatrocientos años, siguen desplegando la magnificencia del arte dramático en toda su intensidad.

Los amores de la famosa reina de Egipto, Cleopatra, y el poderoso militar romano que llegó a gobernar Roma y formó triunvirato junto a Lépido y Octavio, heredero de Julio César, son dramatizados de forma paralela al enfrentamiento sostenido entre Marco Antonio y este último, que asumirá finalmente todo el poder haciendo sucumbir a su rival. Las trágicas consecuencias de la derrota militar de Antonio en la batalla naval de Accio (31 a. C.), que desembocará, más tarde, en el climático y romántico suicidio de ambos enamorados, marcan el tono de una de las grandes tragedias de ambientación romana escritas por el creador de Romeo y Julieta; un texto de indescriptible belleza que Vicente Molina Foix, autor de la versión y traducción de la pieza, ha sabido mantener, aportándole al mismo tiempo una claridad digna de encomio. Claridad acorde con el fin perseguido por José Carlos Plaza en la dirección de un montaje en el que destaca, como uno más de sus muchos aciertos, la impecable presentación de unos hechos que se entienden y siguen perfectamente

Solo un director tan avezado en estas lides como José Carlos Plaza es capaz de afrontar con éxito la puesta en escena de un texto cuya densidad literaria y elevada extensión -son casi tres horas de función, con un necesario intermedio entre las dos partes en que se ha decidido dividir esta- puede resultar, en principio, difícil de digerir para el público de nuestros días. Sin embargo, este escollo es resuelto con maestría por el director, que ha sabido imprimir a las escenas, perfectamente hilvanadas, un ritmo envidiable, permitiendo mantener el interés por cuanto sucede en escena sin que este decaiga en ningún momento. Mérito asimismo atribuible a la excelente versión de Molina Foix y, en el lugar más destacado, a la brillante actuación de un reparto de lujo encabezado por Lluís Homar (Antonio) y Ana Belén (Cleopatra), que vierten sobre la escena una verdadera lección interpretativa; a los que siguen, sin quedar en modo alguno a la zaga, un plantel de grandes actores, la mayoría primeras figuras: Ernesto Arias, Javier Bermejo, Rafa Castejón, José Cobertera, Elvira Cuadrupani, Israel Frías, Carlos Martínez Abarca, Luis Rallo, Olga Rodríguez y Fernando Sansegundo. Nada menos que una docena de intérpretes sobre la escena, dignos de una superproducción que, estamos convencidos, quedará como uno de los mejores montajes teatrales de esa temporada.

Dignos asimismo de los mayores elogios son los responsables de una ambientación de enorme belleza y efectividad escénica, que facilita y sustenta un producto artístico, a nuestros ojos, impecable: la escenografía diseñada por Ricardo Sánchez Cuerda, la iluminación de Javier Ruiz de Alegría, el vestuario de Gabriela Salaverri y la creación musical de Luis Miguel Cobo. Otro plantel de lujo.

Esta nueva versión de Antonio y Cleopatra, de William Shakespeare, producida por la CNTC y el Festival de Teatro Clásico de Mérida, donde se estrenó el pasado 8 de julio, podrá disfrutarse -y empleo el verbo con pleno sentido- en el Teatro de la Comedia hasta el 7 de noviembre.

José Luis González Subías


Fotografías: Sergio Parra 

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