Viyuela, un hipócrita digno de verse


Tartufo, la celebérrima obra de Molière, tan grata a los escenarios españoles, ha vuelto a la cartelera española; esta vez, de la mano del director y dramaturgo Ernesto Caballero, responsable de esta nueva versión con aire renovado y estética contemporánea, basada en la traducción versificada del Abate Marchena -oportuno rescate de un ilustrado español de hace más de dos siglos- que, desde el mes de septiembre, se representa en el Teatro Reina Victoria con notable y merecido éxito. No podía ser de otro modo, dada tanto la fiabilidad del veterano director madrileño como el solvente equipo artístico que ha dado forma a este montaje -desde la simple, pero efectiva, escenografía diseñada por Beatriz San Juan, al vestuario de Paloma de Alba o la iluminación de Paco Ariza- y un elenco de lujo encabezado por un Pepe Viyuela en su habitual estado de gracia sobre la escena.

Viyuela es uno de los más grandes actores de este país, y su registro, marcado por una gestualidad expresionista forjada en los talleres del clown que fue siempre, se ha ido ampliando en cada uno de los nuevos personajes que ha debido encarnar en su larga profesión. Y junto a este, un Tartufo a su medida, despiadado, serio y dramático cuando procede, pero cómico e histriónico a su debido tiempo, desfila por el escenario un excelente reparto formado por Paco Déniz (Orgón), Silvia Espigado (Elmira), Germán Torres (Cleanto), María Rivera (Dorina), Estíbaliz Racionero (Mariana), Jorge Machín (Damis) y un Javier Mira que, a nuestros ojos y oídos -única nota discordante-, rechina en su papel de Valerio.

Una nueva vuelta de tuerca a este clásico, siempre tan contemporáneo, que aborda el tema de la hipocresía. Y aunque la falsa beatería que se denuncia y condena en la comedia de Molière parece estar desfasada en nuestro siglo, lo cierto es que esta es capaz de adoptar muchos ropajes, y hoy no resulta tan difícil reconocerla en otros credos capaces de insuflar el fanatismo a cotas semejantes a las que en el siglo XVII podía provocar el catolicismo.

Interesante, en definitiva, y atractiva esta nueva puesta en escena de Tartufo, que ofrece la perfecta dosis de docere et delectare pretendida por la tradición horaciana y cumple, como espectáculo teatral, con el fin pretendido; permitiéndonos, a su vez, contemplar el trabajo de un Pepe Viyuela, único en su especie, cuyas facultades como intérprete son hoy difícilmente igualables. Uno de los montajes que los amigos -y amantes- del teatro no deben perderse este otoño.

José Luis González Subías     


 
Fotografías: David Ruano

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos