El escándalo liberador de lo moralmente incorrecto


Una humilde sala, una honesta apuesta dramática, sincera, real, llena de intención y literatura, y el placer de contemplar la nueva comedia escrita y dirigida por Francisco J. de los Ríos, que en esta ocasión protagoniza asimismo la historia que durante este mes de octubre ha estado representándose en La Usina, es lo que nos encontramos el pasado sábado en este pequeño espacio del circuito alternativo madrileño donde las propuestas escénicas saben siempre a teatro de subsistencia, teatro necesario, nacido desde las alturas del Sótano. 

El escándalo Hellfield muestra el sello de las creaciones de este polifacético artista que lleva el teatro en la sangre. Y con ella, y su entrega a una profesión que impregna y ocupa su vida, ha venido desplegando una actividad imparable al frente de la sala en la que han visto la luz sus trabajos en los últimos años, inclusos los nacidos de sus laboratorios teatrales, destinados a la investigación y el entrenamiento teatral, donde se han formado y siguen formándose numerosos amantes del arte dramático.

Mucho nos recuerda esta última producción de Teatro del Sótano a anteriores trabajos del dramaturgo, como La habitación, un sorprendente texto que ha sabido mantenerse en escena durante más de tres años, La sombra del monstruo, o incluso La bruja; propuestas todas, alternadas con una obra heterogénea donde hallan cabida desde la concienciación y la denuncia social a la comedia más disparatada y rijosa, o el teatro para niños, que manifiestan el interés del escritor por la literatura decimonónica y de misterio. Monstruos, psicópatas, asesinos, depravados... son los personajes protagonistas de unas historias "para no dormir" que nos muestran el lado más oscuro y perverso del género humano. Pero siempre contadas y representadas desde un sano distanciamiento intelectual, incluso infantil, que deja libertad al público para juzgar o emocionarse sin coacción moralizante alguna. Ahí está la vida, o algunas formas de ella, pasen y vean.

El escándalo Hellfield presenta a un conde libertino, encerrado en una prisión acusado de inmoralidad y conducta indecorosa, que trae a nuestra memoria, tanto por su comportamiento y su rango social, así como su cínica actitud ante la vida, al marqués de Sade; pero también, tanto por la causa que lo ha conducido realmente a esa celda como por su estética decadente, a un Oscar Wilde con el que nuestro Hellfield guarda notables concomitancias. También escritor, como los citados, el "escandaloso" protagonista de esta historia revive en su encierro algunos relatos de sus libros , que se mostrarán a nuestros ojos en una suerte de metateatro que adopta la forma de las tradicionales narraciones enmarcadas, presentes ya en el Decameron o en Las mil y una noches, en cuyos cuentos parece haberse inspirado -consciente o inconscientemente- el autor. 

El humor más desenfadado y el descaro caracterizan las tres breves historias dramatizadas en escena -"Los mendigos", una historia de humor negro con toque gore y diabólico ambientada en la Francia de 1600; "El velo de Shefarat" y "La pérfida esposa", donde lo oriental y exótico nos trasladan, respectivamente, desde la procacidad sexual al terror psicológico-, unos relatos llenos de ironía donde lo trágico y lo cómico se confunden, desde un planteamiento distanciado, decididamente farsesco. Magníficas son las intervenciones de los actores que los protagonizan, que intercambian papeles a cuál más divertido y sugerente: Jennifer Baldoria, Jorge Bódalo y Germán García; a quienes acompaña, dando vida en el plano "real" donde se dramatiza la suerte del conde a un periodista, ávido a su vez de escribir su historia, interpretado por Salvador Siguero; todos ellos habituales colaboradores en los trabajos de Francisco J. de los Ríos, a quien en esta ocasión hemos tenido el privilegio de ver en escena, dando vida al conde Helfield.      

La dirección, a cargo del actor y dramaturgo, es todo un acierto. Un ejemplo de cómo dosificar el ritmo escénico y engarzar armónicamente las distintas partes de un todo unitario, sencillamente perfecto. Una hechura clásica, tradicional, más que apropiada para la intención de un texto y un montaje que recuerda, en su confección -salvando las distancias-, también en su parquedad de recursos escénicos, el mundo de los pasos, los entremeses y los sainetes de una tradición teatral muy presente en el espectáculo. Porque como tal puede y debe calificarse esta dramática comedia construida desde la inteligencia y la sensibilidad de un buen escritor, conocedor de los entresijos y necesidades el lenguaje escénico.

El escándalo Hellifield volverá a representarse los días 20 y 27 de noviembre, a las 19:30 h., en La Usina. Una opción teatral muy recomendable, liberadoramente incorrecta.

José Luis González Subías

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