La plasticidad surrealista del universo lorquiano en la nueva "Comedia sin título" de Marta Pazos

 

La comedia inacabada de Federico García Lorca, la intitulada Comedia sin título, ha vuelto a subirse a las tablas, en una arriesgada y ambiciosa versión a cargo de José Manuel Mora y Marta Pazos producida por el Centro Dramático Nacional. Estrenada el pasado 12 de noviembre, en el Teatro María Guerrero, esta nueva interpretación del conocido texto lorquiano, dirigida por Marta Pazos, ofrece un espectáculo total, de ambientación surrealista, plagado de símbolos y poeticidad plástica, en la que el cuerpo, el movimiento y el color -un color intensamente naranja- adquieren todo el protagonismo sobre la escena.

Quizá fuera este el lenguaje al que Lorca se refería en su anhelo de llevar la revolución a los escenarios y quitarle las barandas al público, ese camino incierto hacia donde apuntaban sus comedias imposibles; nunca lo sabremos. En cualquier caso, no cabe duda de que el componente vanguardista y experimental que Marta Pazos ha tratado de insuflar a este sorprendente montaje responde, en nuestra opinión, al espíritu y a la intención de dichas "comedias". Lorca miraba desde su catalejo creador, inmerso en el surrealismo, a un teatro del futuro que, incluso hoy, casi cien años después, sigue desconcertando e incomodando al espectador que asiste a una representación teatral: "Tengo derecho. ¡He pagado mi butaca!"

"¿Por qué hemos de ir siempre al teatro para ver lo que pasa y no lo que nos pasa?" (Autor, acto I)

Organizado en tres actos, el montaje parte de ese conocido primer acto escrito por el poeta poco antes de su trágico final, para continuar e imaginar un proyecto, truncado junto con su vida, que llevaría la acción a una morgue y, posteriormente, al cielo, en un recorrido que, en la versión de Marta Pazos y José Manuel Mora manifiesta una suerte de evolución sensitivo-espiritual que abandonará la palabra -¿quién puede pretender continuar el verbo de Lorca?- para adentrarse en el lenguaje del cuerpo y del símbolo puro, donde la esencialidad humana y artística se confunden en una sola voz capaz de producir, en una misma nota, realidad y ficción. Los telones se abren, el armazón escénico se desnuda y se muestra, en toda su magnificencia, y también su falsedad, que se confunde con la del propio público, invitándonos a desnudar también, nosotros mismos, los trampantojos que sostienen nuestro esqueleto, para alcanzar así nuestra verdad.

Magnífico trabajo el de los catorce intérpretes que conforman el abultado reparto de una producción vestida con una fastuosa desnudez, envuelta en un sugerente y provocador espacio escenográfico -diseñado por Max Glaenzel-, al que la iluminación de Nuno Meira otorga tintes de irrealidad onírica, y donde el ropaje del cuerpo, junto a un vestuario rico de imaginación, con aires de ensueño y pesadilla -obra de Rosa Tharrats- cobra un destacado protagonismo.

Protagonismo que, por méritos propios, como no podía ser de otro modo, recae sobre los catorce ejecutantes de la pieza, pertenecientes todos a una nueva generación de actores y actrices con una sólida formación, que abarca el conjunto de las técnicas actorales, incluido el teatro gestual y musical. Sus nombres merecen ser recogidos, con todo reconocimiento, en esas páginas: Georgina Amorós, Marc Domingo, Alejandro Jato, Cristina Martínez, María Martínez, Clara Mingueza, Koldo Olabarri, Mabel Olea, Carlos Piera, María Pizarro, Chelís Quinzá, Luna Sánchez, Paula Santos y Camila Viyuela.

Algo de Angélica Liddell y su teatro ritual y expresionista -sin su aliento suicida- percibimos en esta Comedia sin título que coquetea con la muerte eterna de un Lorca que vuelve a morir en cada intento de resucitarlo. Desconcertante, inquietante en ocasiones, incomprensible en otras, arte conceptual y plástico a un tiempo, quizá obra maestra para algunos, soporífero bodrio insuflado para otros, el montaje de Marta Pazos no deja indiferente a quien lo contempla. Una vez reposado y digerido el impacto de lo contemplado, el poso que deja en la retina promete ser duradero. Por nuestra parte, estamos seguros de que nos resultará difícil olvidar esta Comedia sin título, que permanecerá en el Teatro María Guerrero, para quien desee adentrarse en su mundo, hasta el próximo 26 de diciembre.

José Luis González Subías


Fotografías: Luz Soria
    

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