El barroco expresionista y esperpentizante de Morboria Teatro, en su bufonada cómica de "El enfermo imaginario"


El fin de semana que acaba de despedirse hizo lo propio El enfermo imaginario del Teatro Fernán Gómez, donde ha deleitado a los madrileños que han acudido a ver la morborizada versión del clásico de Molière desde el ya lejano 17 de diciembre, y que la enfermedad -no imaginada- de nuestro tiempo a punto estuvo de dejar en dique seco, y a nuestro histriónico Argán sin pacientes y doctores dispuestos a reír con las ingeniosas excentricidades paródico-cómico-burlescas de la última comedia nacida de la pluma del célebre comediógrafo francés, en la que dejó su vida vestido de amarillo. Por fortuna, pudimos disfrutar de este original, desenfadado y divertido montaje antes de su despedida; y, casualidades de la vida, en el día en que se celebraba además el cuarto centenario del nacimiento de su autor.

La trayectoria de la compañía Morboria y su conocimiento del teatro de Molière, al que han acudido con frecuencia para volcar en sus textos su particular, original y siempre efectiva visión de la escena cómica clásica, nos auguraban un espectáculo sin duda sorprendente y singular, muy distinto al del montaje que del mismo ofreciera Flotats en La Comedia hace poco más de un año. Y, en efecto, nuestras expectativas se cumplieron. Frente a la contención de gusto ilustrado ofrecida en aquel, la versión escrita y dirigida por Eva del Palacio, a partir de una traducción propia del texto, busca y encuentra en este toda su potencialidad como mecanismo literario y escénico dispuesto a hacer reír por encima de cualquier otra consideración. La crítica y burla de los médicos se desvanece en un juego de máscaras, enredo y permanente divertimento, en el que asoman directas alusiones a la realidad de nuestro tiempo, a veces con su sesgo crítico -el negocio de la industria farmacéutica, la pandemia y sus remedios-, en otras ocasiones buscando simplemente el cómplice guiño del público -la inclusión de fragmentos de populares canciones, paródicos bailes de moda, imitaciones de conocidos cómicos-, en una actualización de la pieza tan fresca, ligera y desenfadada que pone de relieve e histrioniza el lado más bufo y farsesco del teatro del autor parisino. 

Más allá de la inutilidad y palabrería vana de los médicos, encarnados en las ridículas figuras -tan ridículas como las del boticario y el notario- del Sr. Purgón (Daniel Migueláñez), el Sr. Diaforus (Vicente Aguado) y su carientontecido vástago (Eduardo Tovar), destinado por el imaginario enfermo Argán (Fernando Aguado) a desposarse con su hija Angélica (Luna Aguado), junto con la desaforada y esperpéntica hipocondría de este, tiene especial interés en la trama la denuncia de la hipocresía -de la que participan asimismo los galenos- de su esposa Belina (Virginia Sánchez), que desprecia a su viejo y achacoso -fingido o no- marido, y solo desea su dinero, y la imposibilidad de Angélica y Cleanto (Daniel Migueláñez) de llevar adelante su amor -para lo que contarán con la ayuda de una simpática y descarada sirvienta (Malena Gutiérrez) y la inteligente y bondadosa hermana de Argán (Eduardo Tovar)-, por la imposición paterna de un marido a su gusto, docto en la ciencia medicinal.

Brillante la actuación de un compacto elenco de comediantes, doctos -estos sí- en el arte de la interpretación y del juego escénico, que utilizan -guiados por la diestra dirección de Eva del Palacio- todos los recursos a su alcance para provocar la hilaridad; llevando la actuación al terreno de lo bufo, donde, como ya hemos señalado, Morboria Teatro se desenvuelve con absoluta naturalidad. Una bufonada cómica trasladada a un barroco expresionista y esperpentizante, que en algunos momentos nos acerca a las pinturas negras goyescas, en una puesta en escena sobresaliente en sus recursos plásticos, visuales y sonoros. Digno de elogio es el trabajo de toda la compañía y de Eva del Palacio en la creación del espacio escénico, el atrezo a cargo de Fernando Aguado y Ana del Palacio, la iluminación diseñada por Guillermo Erice, la música original de Miguel Barón y el trabajo instrumental de este al clavicordio junto con Milena Fuentes (violín) y Javier Monteagudo (laúd, mandola y percusiones); pero especialmente el muy original, creativo y bello vestuario diseñado por Ana del Palacio y el trabajo de caracterización y máscaras realizado asimismo por esta y el mismo -y poliédrico- Fernando Aguado.

Comedia de teatro en el más puro sentido de la palabra, comedia de espectáculo y divertimento popular, tan viva y efectiva en el Barroco como en nuestros días, es este montaje de El enfermo imaginacio que nos abandonó ayer. Un clásico de Morboria estrenado en 2006 que, con más de quince años a su espalda, a buen seguro seguirá recorriendo las salas haciéndonos reír y dándonos lecciones de sana vida.

José Luis González Subías


Fotografías 1 y 4: Ernest Sesé
Fotografías 2 y 3: Ana del Palacio

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