"Mil amaneceres" para un teatro escolar más necesario que nunca


Un gran acontecimiento, de esos a los que no suele darse una excesiva difusión, pero que constituyen la savia de que se alimenta la profesión teatral, presente y futura, tuvo ayer lugar en uno de esos centenares de centros de educación secundaria esparcidos por toda la Comunidad de Madrid; en concreto, en la localidad sureña de Getafe, donde el IES Matemático Puig Adam llevó a su salón de actos el teatro profesional, de la mano de Mentha Teatro, una joven compañía nacida de El Barracón de la Universidad Complutense y la RESAD, que, en su breve recorrido, ha sido reconocida ya con numerosos premios y cuyos miembros cuentan con una dilatada experiencia.

Los alumnos de 1º de Bachillerato de este centro tuvieron la fortuna y el privilegio de ver en escena nada menos que Mil amaneceres (2019), la última obra teatral escrita hasta el momento por José Luis Alonso de Santos, en la que el dramaturgo vallisoletano ha volcado todo su conocimiento sobre el arte de la escena -que es total-, en un texto de enorme calidad ambientado en el siglo XVII, donde reconocemos desde al autor de ¡Viva el Duque, nuestro dueño! (1975), quien supo amanecer al teatro desde el ámbito de la escena independiente, al adaptador de Quevedo y otros clásicos -la impronta picaresca recorre toda la pieza que nos ocupa-, al cultivador de los más variopintos recursos de las vanguardias escénicas, al maestro de la tragicomedia española finisecular y a una de las mentes más lúcidas del teatro español contemporáneo; como se muestra en ese continuo discurso monologado de Benjamín, poeta dramático que acaba de arrebatar la máscara de plata nada menos que al famoso Lope de Vega, en el corral del Príncipe.

Mucho de La sombra del Tenorio (1994) hay en este Mil amaneceres que sabe a despedida -esperamos que no- y lección magistral. Una pieza idónea para que los jóvenes estudiantes de Bachillerato se acerquen al siglo XVII, su teatro y sus costumbres, desde la picante y mordaz ironía de un genio, en cuyas palabras se encierra también una lección contemporánea de vida, con sabor a un siglo, el XX, que empieza a sonar ya verdaderamente a pasado, pero del que deberíamos aprender hoy mucho.

Las peripecias de Benjamín, en compañía del fallecido Antón Toledo, de quien ha venido a despedirse, son narradas por aquel en un emotivo y divertido recuerdo, lleno de reflexiones y con sabor agridulce, frente al féretro de su viejo amigo. Carlos Manrique Sastre, protagonista absoluto de este bululú dirigido por el veterano César Gil, nos ofreció una auténtico espectáculo de arte dramático, haciendo uso de una técnica depurada con la que obtuvo unos excelentes resultados y cautivó al joven público que presenció su actuación. 

Debemos aplaudir el planteamiento escenográfico de un montaje minimalista, idóneo para este tipo de espacios alternativos, capaz de trasladarnos, desde el habitáculo del Hospicio de la Hermanas de la Caridad donde se ubica la escena, a los muchos lugares donde se sitúa la acción narrada por Benjamín.

Día de fiesta, en definitiva, en el que el teatro se acercó a las aulas y del que todos salimos enriquecidos; profesores, alumnos y comediantes. ¡Maravillosos estos Mil amaneceres para un teatro escolar tan necesario como siempre y más que nunca!

José Luis González Subías


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