Esa "Oceanía" que todos llevamos dentro, en la imagen de Carlos Hipólito y el recuerdo de Gerardo Vera

 

Gran sesión de teatro la vivida ayer sábado en la sala Max Aub de las Naves del Español. Carlos Hipólito, en un derroche de maestría actoral, nos deleitó con un verdadero recital interpretativo. ¡Qué grande el teatro cuando consigue su mayor fin, que es la ilusión de verdad y la conmoción emotiva, que en esta ocasión nos adentró en la historia personal de un hombre al que el teatro español debe mucho: Gerardo Vera; recordado, homenajeado y sentido en este gran texto escrito por el desaparecido director y hombre de teatro, en connivencia y colaboración con José Luis Collado. A este trío de ases se le une José Luis Arellano, gran amigo asimismo de Vera, en la dirección de un montaje al servicio de las palabras y los recuerdos de este.

Oceanía es un libro de memorias, una confesión convertida en monólogo, en la que Vera desnuda, desde el otoño de su vida, su alma de juventud y niñez. Descubrimos con este algunos de los momentos más decisivos de su vida, todos ellos relacionados con la figura de un padre al que recuerda y homenajea asimismo, desde la comprensión que otorga la madurez. Asistimos a una catarsis personal, que lo es también colectiva, en la que confluyen los recuerdos lejanos de una guerra civil y sus secuelas, las dos Españas y su permanente enfrentamiento, el despertar a la madurez, los deseos prohibidos y el encuentro con el amor; pero sobre todo la relación con un padre convertido, primero, en objeto de odio, para renacer después, y con él su hijo, como ejemplo de superación humana en el que este se ve reflejado.

Mucho podría haber contado Gerardo Vera de su enorme recorrido artístico, pero no es esa la parte de su vida que en ese momento deseaba mostrar y recordar. El recorrido vital del personaje culmina con el fallecimiento de su padre; en definitiva, el verdadero protagonista de la historia, junto con una madre a la que el autor -los autores- reserva un delicado hueco y un cariñoso lugar en su vida, y otros miembros de su familia; entre ellos su hermana. Y es más que suficiente este recorrido para que el receptor a quien se dirigen estos recuerdos, que quizá nunca se pensaron para ser mostrados sobre un escenario, el público, su público, se sienta transportado a un mundo que resuena en sus propios recuerdos, muy cerca... Y para que las emociones, gracias a la técnica depurada de un maestro que es capaz de emocionarse asimismo, desde el "fingimiento" interpretativo y desde la más profunda verdad, con cada palabra que expresa, se adueñen de quienes contemplan absortos el mágico prodigio que se está produciendo ante sus ojos. TEATRO... en su más elemental y gran significado.

Poco más puedo añadir en este artículo. De poco serviría elogiar el buen trabajo de un equipo artístico formado por Alejandro Andújar (espacio escénico y vestuario), Juan Gómez-Cornejo (iluminación), Álvaro Luna (videoescena) y Luis Delgado (composición musical), cuando lo que se ha creado en escena es poesía viva, poesía humana, nacida de las palabras y del arte de un actor que ennoblece su oficio. Arte dramático en estado puro es lo que ofrece Carlos Hipólito en esta bella producción escénica que se mantendrá en la sala Max Aub de las Naves del Español hasta el 24 de abril. Una cita obligada para los amantes del teatro.

José Luis González Subías


Fotografías: José Alberto Puertas

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