De la moral, el teatro y otros asuntos en "La mujer buena", una producción de Teatro Urgente en el Quique San Francisco


Explícito, pero "engañoso", título el de la pieza que fuimos ayer a ver al Teatro Quique San Francisco, pues mucho nos temíamos que La mujer buena iba a ser una de esas muchas propuestas que florecen en nuestras salas, nacidas de la militancia artística en pro de una de las grandes causas de nuestro tiempo. Pero no, afortunadamente para nuestro suficiente martilleado cerebro, incapaz de asimilar nuevas dosis de soma biempensante, el núcleo central del debate dialógico sostenido en escena cuestionaba sin complejos muchos de los grandes dogmas de la nueva fe colectivista y uniformadora de voluntades que recorre el mundo, bajo el nuevo signo -pero siempre el mismo- de la palabra Amén.

No es esta pieza escrita por Karina Garantivá un texto que facilite respuestas esperadas a unas preguntas dirigidas, tan esperables como aquellas. La mujer buena responde a los propósitos del proyecto de investigación y creación artística Teatro Urgente, iniciado en 2020 por Ernesto Caballero -director de la obra- y la propia Garantivá, residente desde entonces en el citado teatro madrileño. Como en el caso de anteriores propuestas de la compañía, nos hallamos ante un teatro experimental, un teatro en el que predominan las ideas y la palabra, sin que se descuide el código estético de un arte que es también, y sobre todo, eminentemente visual y auditivo.

Tres piezas, tres conflictos e historias diferentes parecen confluir en una trama que se nos antoja algo confusa y en ciertas partes excesivamente circunstancial -su concepción de teatro hecho para el aquí y ahora, en cierto modo, lo explica y excusa-, en las que tres personajes, todos relacionados con el ámbito del espectáculo y del teatro, interaccionan y nos ofrecen, desde la palabra, diferentes conflictos humanos -también sociales- relacionados con la moral y el arte. Interesantes conceptos cuyo componente intelectual se pone de manifiesto ya desde los inicios de la obra, con la mención expresa y destacada de dos importantes textos filosóficos -Genealogía de la moral de Nietzsche y El resentimiento en la moral, de Scheler- que vertebran todo el discurso, y los conflictos relacionados con los temas planteados en estos.

Se percibe la dirección firme y certera de Ernesto Caballero, que hace uso de los elementos imprescindibles para centrar la atención en lo que realmente interesa, esto es, el texto y unos actores que realizan un magnífico trabajo. Excelente la sobriedad y naturalidad de Alberto Fonseca, equiparable a la de Nerea Moreno, cuya contención expresiva y excepcional voz realzaron la seriedad dramática de los conflictos; y gran trabajo asimismo de Karina Garantivá, que utiliza sus dotes interpretativas para expresar con su cuerpo y su voz las palabras nacidas de sí misma como dramaturga.

Una propuesta teatral correcta y bien construida, con contenidos que alcanzan de lleno a nuestro mundo, en el que las redes sociales nos han convertido en espectadores y espectáculo a un tiempo de una realidad cada día más engañosa y virtual, y las grandes causas resultan tan artificiosas y engoladas como los selfies con que nos presentamos al mundo, es lo que encontrarán -entre otras cosas, que descubrirán por sí mismos- quienes se acerquen los próximos días -hasta el 17 de abril- al Teatro Quique San Francisco para ver La mujer buena, una propuesta escénica de Karina Garantivá y Ernesto Caballero.

José Luis González Subías


Fotografías: Lorena Riga

Comentarios

Entradas populares de este blog

Una "paradoja del comediante" tan necesaria y actual como hace doscientos años

"Romeo y Julieta despiertan..." para seguir durmiendo

"La ilusión conyugal", un comedia de enredo donde la verdad y la mentira se miran a los ojos