El olor a libertad de un "Retablillo de don Cristóbal" más necesario que nunca


El Retablillo de don Cristóbal... una de esas piezas que se conservan en el recuerdo de quienes hayan adquirido una mínima formación cultural; esa clase de formación obligada no ha mucho, por respeto y vergüenza torera, para cualquiera que hubiese pisado unas aulas más allá de la enseñanza básica, y que desde hace tiempo corre el riesgo de perderse por indolente y soberbia ignorancia. Gracias a Dios que, contra viento y marea, todavía hay colectivos e individualidades que mantienen viva la llama del conocimiento a través de su actividad artística, como viene dando muestra la compañía segoviana Nao d'amores en sus ya más de veinte años de vida. 

Decir Nao d'amores es decir cultura en mayúsculas; y cualquier montaje nacido de esta es garantía de calidad, exquisitez y originalidad escénicas. Especializada en la recuperación y puesta en escena de importantes textos de nuestra tradición medieval y renacentista, la compañía dirigida por Ana Zamora nos ofrece en esta reciente propuesta estrenada en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, el 21 de mayo de 2021, y presentada en la sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía el pasado 6 de abril, un sesgo diferente, al llevar al escenario una de las piezas más representativas del teatro farsesco de Federico García Lorca: ese Retablillo de don Cristóbal destinado, entre las restantes farsas del poeta, a ser representado por títeres de guiñol; que Ana Zamora, directora y dramaturgista del espectáculo, ha hecho convivir con personajes de carne y hueso, en una mixtura de gran efectividad estética y dramática.

La historia llevada por Lorca al escenario revive una larga tradición de obras cómicas centradas en matrimonios de conveniencia y el nacimiento de cornamentas producto de la diferencia de edad entre caricaturizados vejestorios maridos -en este caso, un títere de cachiporra-  y sus jóvenes e inteligentes -con frecuencia también promiscuas- esposas, que, bajo el disfraz de la farsa y el distanciamiento que ofrecen las acciones realizadas por muñecos, permiten al autor volcar sobre el escenario una explosión de libertad y placer, en forma de juego, de inequívoco sabor lorquiano. Esa madre que vende a su hija ofreciendo sus encantos -urraquita incluida- al adinerado vejestorio don Cristóbal es uno de los personajes más descarados, y simpáticamente envilecidos, que nos hemos topado en nuestras andanzas por la historia teatral, al igual que su pizpireta y desinhibida doña Rosita, nacida, como el resto de las figuras que componen el retablo, de la más genuina tradición de la Comedia del Arte y su herencia, mantenida en el teatro popular de todos los tiempos.

Magnífico trabajo actoral el llevado a cabo por Verónica Morejón, que da vida a una encantadora, simpática y divertidísima doña Rosita, además de al Director que introduce y despide la pieza; al igual que el de Eduardo Mayo, con quien comparte escena, protagonismo y calidad; encargado este último de dar vida a la Madre, al Poeta y al propio don Cristóbal, con el excelente manejo de sus manos y su voz. Acompaña a estos Isabel Zamora, habitual y necesario puntal instrumentista (a partir de los arreglos musicales de Alicia Lázaro) en los montajes de la compañía, quien completa ese festival sonoro, visual y primitivo, cercano y sencillo, que ha sabido crear Ana Zamora en su personal puesta en escena de Retablilo de don Cristóbal, que hoy, 24 de abril, se despide del Teatro de La Abadía. Un nuevo acierto que hay que añadir a la ya abultada lista de méritos de la compañía Nao d'amores.

José Luis González Subías


Fotografías: Ángela Bonadíes

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