La magia y el talento de Mihura en "La bella Dorotea", el plácido sabor de la pièce bien faite


¡Qué delicia sentarse frente a un escenario y escuchar las palabras del maestro Miguel Mihura, casi sesenta años después del estreno de La bella Dorotea, pieza del inolvidable dramaturgo madrileño que estos días se está representando en el Teatro Español, en una formidable versión dirigida por Amelia Ochandiano! No hay más que dejarse llevar por las palabras, las intenciones, la elegancia, hondura y sutil inteligencia del conocido autor de Tres sombreros de copa para percibir la textura de que estaban hechas sus obras y su persona. 

Mihura nos regocija con una historia bien construida, con no pocos paralelismos con el texto que lo convirtió en referente de ese absurdo cómico -tragicómico- que imprimió un sello personal a buena parte de la dramaturgia española del pasado siglo, en la que una joven de provincias, hija del cacique de un pueblo ubicado en la zona norte de España, dado a la maledicencia, la envidia, la monotía y el cotilleo, es abandonada por su novio el mismo día en que va a casarse. No se le ocurre otra cosa a este peculiar, y característico, personaje de su teatro que llevar puesto el mismo vestido nupcial, símbolo de su vergüenza, pero también de su rebeldía (son magníficos estos personajes femeninos del autor, independientes, decididos, dispuestos a arrostrar sublimes decisiones), hasta encontrar un nuevo novio con quien culmine el desposorio frustrado. Y su excéntrica decisión, que apunta visos de locura para quienes la rodean, será aprovechada de manera un tanto ingeniosa -aunque tan simple y humana como su antiheroico y, en cualquier caso, noble protagonista- por un fracasado barítono, José Rivadavia (Raúl Fernández de Pablo), siguiendo el consejo de su amigo Juan (César Camino), un feriante sin escrúpulos que ha conocido y seducido a Rosa (Rocío Marín), la criada de Dorotea (Manuela Velasco). 

Todo cuanto sucede en escena transmite una agradable sensación de estar asistiendo a un mundo quizá imperfecto, pero poblado por individuos con corazón y una elevada sensibilidad, capaz de elevarlos con tan poderosas armas sobre la mezquindad humana, que es retratada asimismo por Mihura, pero sin acritud, con una mirada cómplice y comprensiva, sin iniquidad alguna, que se extiende como un bálsamo relajante entre un público que mantiene su sonrisa, incluso la carcajada, desde el inicio hasta el final de la función. Miguel Mihura nos devuelve, en La bella Dorotea, al arte más antiguo de hacer comedias, que es siempre el más nuevo. Sus comedias tienen historia y personajes, tienen palabra y vida, tienen enredo y sentimientos; y tienen la capacidad de desnudar las almas, conmover corazones y despertar conciencias como quien no pretende en absoluto hacer nada especial, sino solo divertir.

Amelia Ochandiano
ha sabido captar la esencia de un teatro escrito para otros tiempos, con sabor a clásico, y se ha impregnado de la sensibilidad que envuelve la dramaturgia de Mihura y la elegancia de una pièce, por encima de todo, bien faite, aunque llevándola a una década posterior a la de la historia recreada por su autor; dándole unos leves tintes de "modernidad" años setenta del pasado siglo, que mantienen, en cualquier caso, un inequívoco sabor de época provinciano, absolutamente necesario para el sentido de la obra. Acertadísima elección el empleo de una escenografía cargada de simbolismo (diseñada por Raúl García Guerrero), en el que la tradición y el tiempo lo dominan todo, fuera absolutamente de la realidad y, sin embargo, capaz de transmitir espacios reconocibles y realistas.

Un excepcional montaje en el que todas las piezas ocupan su lugar y encajan a la perfección, sin fisura alguna. Iluminación, vestuario, atrezo... todo el armazón, el engranaje y el desarrollo de la historia trazada por Mihura fluye con naturalidad, bajo la diestra mano de Ochandiano, que ha realizado un magnífico trabajo de dirección. Tanto como el que desarrollan los siete actores del reparto, impecables y excelentes todos: Manuela Velasco, Raúl Fernández de Pablo, Rocío Marín, César Camino, Mariona Terés, María José Hipólito y Belén Ponce de León.

La bella Dorotea podrá seguir disfrutándose hasta el 1 de mayo en el Teatro Español, un lugar más que a propósito para este clásico de nuestra literatura dramática del siglo XX, que todo buen aficionado al teatro agradecerá conocer.

José Luis González Subías


Fotografías: José Alberto Puertas

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