"8,56", cuando la heroicidad es solo un número


Posiblemente nadie que no estuviera informado previamente del contenido de la propuesta teatral que ayer presenciamos en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español (o fuera aficionado al deporte de competición) se habría hecho una idea de este simplemente por su título: 8,56. Bien es cierto que las imágenes de un atleta en su atuendo característico, con que se presenta la función, y una simple ojeada a la sinopsis explicativa de la obra, sirven para suplir la amnesia -o voluntario desinterés por el tema- de algunos ciudadanos, que muy pronto, en los primeros instantes de la función, pudimos ponernos en situación y recordar -gracias a la completa información ofrecida por una periodista que retransmite la hazaña en directo- el triunfo de Yago Lamela en los mundiales de 1999, al conseguir un salto que le otorgó una medalla de plata que supo casi a oro y alcanzar un récord de Europa que mantuvo durante años.

Julio Béjar
, autor y director de uno de los textos elegidos en el segundo certamen del denominado Proyecto Plataforma, impulsado por el Teatro Español con la finalidad de alentar y difundir la obra de la dramaturgia emergente madrileña, pretende -utilizando la historia de un joven deportista español cuyo afán por alcanzar la gloria, su lucha hasta el límite, su caída a los infiernos y su trágico desenlace, adquiere, a ojos del autor, una dimensión heroica equiparable, salvando las distancias, a la del Pélida Aquiles- mostrar la dureza física y psicológica del deporte de élite; organismo capaz de destruir a sus mitos y creaciones, dejándolos caer desde un Olimpo tras el que se oculta -y se alza- un turbio mundo de intereses políticos y crematísticos, que tuvo, en el Madrid de las repetidas candidaturas olímpicas que nunca culminaron su deseo, un caso paradigmático.

No es quizá esta una historia nacida para el teatro, posiblemente el lenguaje cinematográfico hubiera sido más apto para darle una mayor dimensión y obtener de ella todo su potencial; en cualquier caso, el dramaturgo ha apostado por ella y la ha llevado a su terreno ofreciendo un montaje correcto, bien orquestado, sin fisuras, con una duración y un ritmo atractivos,  adecuados a la intención de una pieza que podríamos calificar, sin desdoro alguno, de circunstancias.

Correcta la dirección, correctos el sonido, la iluminación y el trabajo de videoescena, con los que el director ha sido capaz de crear todos los ambientes requeridos, con ausencia absoluta de escenografía y sin utilería alguna más que un elemental vestuario, suficiente para transmitir la sensación de verdad perseguida -y conseguida-, corresponde a los actores que intervienen en el reparto asumir el protagonismo de un trabajo cuyo principal mérito recae sobre ellos. Todos -Jesús Rubio, Javier Lago, Carlos Cepa, Silvia Morell y Joseph Ewonde- dan la talla ante un texto al que parecía difícil pedir más y ofrecieron, en sus diferentes intervenciones, muy buenos momentos que dejaron una agradable sensación en el público, el cual aplaudió con gusto y agradecido.

Representada entre los días 24 y 29 de mayo, hoy domingo finalizan las representaciones de 8,56 en la sala Margarita Xirgu del Teatro Español. Si algún madrileño es capaz de sustraerse a los fastos orgiásticos de la celebración triunfal del deporte rey, coincidente con este humilde acto escénico en honor de Lamela, quizá se anime a adentrarse en el silencio de una sala para contemplar la gesta de ese otro deporte que se juega sin público y cuyo compañero atiende al nombre de soledad. 

José Luis González Subías


Fotografías: Danielfico y Roberto del Castar (foto 2)

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